Parece mentira que después de 32 años de democracia, más o
menos contaminada, un debate de candidatos presidenciales sea lo extraordinario
en este escenario. Pero Argentina es
así, naturaliza el espanto y asombra con lo que debiera ser hábito.
El atril vacío que dejara Daniel Scioli puede engañar. Para
quienes están interesados en política y saben qué es lo que se juega en la
próxima elección, la ausencia del candidato oficial resulta un escándalo, una
afrenta. Y lo es de verdad. Pero hay que ubicarse en el contexto en que estamos
donde la muerte de un fiscal, el día antes a declarar contra la mismísima
Presidente, no ha movido el amperímetro ni alterado las posibilidades que el
oficialismo tiene de ganar.
No es novedad que el gobernador de Buenos Aires ha resistido
hasta lo irresistible desde la irrupción del kirchnerismo en la política
nacional. Al hombre de amianto no le entran fácilmente las balas. Mintió y
ocultó descaradamente la cifra de víctimas en una inundación como la que tuvo
lugar en La Plata, dejó a los docentes hasta último momento sin aumento
salarial con una inflación rondando el 40%, fue denigrado por cadena nacional,
y la provincia muestra una decadencia imposible de ocultar. Pese a todo esto y
tantísimo más sigue liderando las encuestas.
Es cierto, la indefinición sigue siendo la respuesta al
próximo comicio pero bajo estas circunstancias, en un país medianamente normal,
las chances de un político por alcanzar la Presidencia estarían dentro de la
categoría de utopía. Acá todo es diferente porque nosotros somos diferentes. Si
bien se mira no hay grandes misterios.
Primero y principal,
Scioli calla porque no tiene respuestas para dar. No tiene gestión que
mostrar, pero también calla porque el pueblo calló un sinfín de veces cuando
debía hablar. El ex motonauta es un emergente de esta sociedad: resistiendo,
siendo víctima y victimario al mismo tiempo, dejando hacer sin pedir
explicaciones ni exigir un por qué, doblegándose frente a la Presidente…
Así obró Scioli y así obra la gente, por eso no termina de sorprender el atril vacío, por eso no suma ni resta a la hora de medir la intención de voto para los próximos comicios. El silencio no es salud, y si tuvo cabida el pasado domingo en la facultad de Derecho es porque ésta no es una sociedad sana. No nos engañemos. Es una sociedad enferma de hastío, de egos desmedidos, de desinterés en sus miembros, de falsa modestia, de solidaridad y asombro que duran apenas 24 horas, de endiosamientos efímeros, de héroes de barro, de confusión y tedio, de cegarse frente a doce cuotas para un electrodoméstico…
Solo aceptando esta realidad puede comprenderse por qué el
candidato oficial va primero, denostando a los ciudadanos, faltando a un
debate, y negándose al diálogo. En otro contexto este sería de veras un escándalo
y una visa directa para que pierda en primera vuelta.
A su vez, cabe agregar que el debate presidencial mostró un
escenario falaz. No hay cuatro opciones a la hora de buscar la salida al caos
actual. Guste o no, hay una sola y es la que tiene la posibilidad de vencer al
postulante kirchnerista en el balotaje. “Cambiemos” es la fuerza opositora
con mayor intención de votos, y si
realmente la Patria fuese de interés para el resto de los candidatos, estos
deberían dar un paso al costado.
Desde luego tienen el derecho de presentarse pero es bueno
que lo hagan sabiendo las consecuencias de lo que están haciendo. Por otra
parte, no es de extrañar que estudios de opinión pública sostengan que Sergio
Massa salió mejor parado del debate. Massa
dijo lo que la gente quiere escuchar que es muy distinto a decir la verdad.
No puede otorgar el 82% movil a los jubilados porque la plata no está, no puede
sacar las Fuerzas Armadas a la calle porque la ley lo impide. En fin, Massa es discípulo del relato K.
Si Massa seduce es porque a los argentinos nos ha gustado
que nos digan que YPF o Aerolíneas es nacional aunque la nafta aumente
desproporcionadamente y solo un reducido grupo social pueda costear un pasaje.
A los argentinos nos gusta que nos digan que estamos genial porque sino habría
que reaccionar. Y reaccionar implica abandonar el falso confort de Twitter o
cualquier otra red social. Para reaccionar hay que arremangarse y no esperar
que el Estado te regale o subsidie lo que vos usas…
En este orden de cosas, solo resta esperar para ver con qué
actitud van los argentinos a votar: si lo hacen con el jogging de entre casa o
si de verdad, y de una vez por todas, entran al cuarto oscuro arremangados,
dispuestos a actuar.
Gabriela Pousa
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