“La historia de los fracasos en la guerra puede resumirse en dos
palabras: demasiado tarde. Demasiado tarde en la comprensión del letal
propósito del enemigo; demasiado tarde en tener conciencia del mortal peligro;
demasiado tarde en lo tocante a la preparación; demasiado tarde en la unión de
todas las fuerzas posibles para resistir; demasiado tarde en ponernos al lado
de nuestros amigos”
Por Ricardo Angoso
Octubre 7 de 2015
Quizá tardíamente, aunque nunca es tarde si la dicha es
buena, los Estados Unidos y sus socios europeos en la escena internacional, pero
especialmente Alemania, Francia y el Reino Unido, han entendido que sin el
consenso, la ayuda y el apoyo político, diplomático y militar de Moscú será
casi imposible conseguir la resolución pacífica de los hoy irresolubles
conflictos de Ucrania y Siria.
Si de veras se quiere evitar que se repita el guión de
Crimea, donde la secesión auspiciada y propiciada por Rusia llevó a la
posterior anexión por parte de este país de este territorio que pertenecía a
Ucrania desde1954, los norteamericanos y los europeos deben de implicar en la
crisis a Moscú y dialogar en igualdad de condiciones. Y, sobre todo, deben
recurrir a la diplomacia rusa para evitar que la escalada vaya a más, las
milicias prorrusas del Este de esta antigua república ex soviética acepten
alguna forma de acuerdo con Kiev y se ponga fin a esta sangría que hoy desangra a este país
abatido por el colapso económico, el naufragio social y la guerra. La única
alternativa a la diplomacia es la guerra, como dijo Obama, y no parece que haya
nadie en la escena dispuesto a poner soldados sobre el terreno ucraniano para
defender una causa ya perdida.
Sin la aquiescencia de Vladimir Putin, en un país donde la
institucionalidad es muy débil y hay una notoria confusión de poderes, no habrá
paz en Ucrania. Es necesario que los acuerdos firmados en Minsk se cumplan y
que se ponga en marcha un verdadero plan de paz que lleve a las partes a unas
auténticas negociaciones sin condiciones. Será humillante para las autoridades
ucranianas tener que negociar con aquellos que se levantaron en armas contra el
orden establecido, pero Ucrania ha perdido la guerra y no está en condiciones
de intentar derrotar por la vía militar a Rusia, que es quien está realmente
detrás de estas milicias secesionistas del Donetsk.
El caso de la corta guerra en Georgia, donde su
irresponsable gobierno trató de tomar por la fuerza Abjasia y Osetia del Sur,
demostró a las claras los límites de la soberanía nacional de las antiguas
república soviéticas y hasta donde está dispuesto a llegar Occidente, más
concretamente los Estados Unidos y la OTAN, en defensa de la legalidad: hasta
la pura retórica sin poner un soldado sobre el escenario para defender la
misma.
Incontables los niños que mueren asesinados por la dictadura con gases tóxicos |
Rusia, principal
aliado del régimen de Bashir al Asad. Obviamente, aunque será difícil
cuantificar hasta donde ha llegado el apoyo militar y económico de Moscú al
régimen sirio, sin la ayuda de Rusia al ejecutivo de Damasco que preside con
mano de hierro el presidente sirio, Bashar al Asad, hoy la situación sería muy
distinta y es más que probable que hoy
tuviéramos un gobierno de carácter fundamentalista instalado en Siria. Los
Estados Unidos y sus socios europeos, mientras Rusia servía de principal
abastecedor de armas, pertrechos militares e incluso combustible al sátrapa
sirio, prefirieron apoyar a los grupos rebeldes que luchan contra Asad, pero la
apuesta no dio los resultados esperados y acabó alimentando, paradójicamente,
al Estado Islámico que hoy se extiende a modo de gran mancha por todo Oriente Medio.
Vladimir Putin y el dictador sirio Bashar al-Assad, aliados |
La irrupción en escena del Estado Islámico ha vuelto a
mostrar de una forma gráfica que la política hace extraños compañeros de cama.
A la coalición formada contra este engendro islamista y fundamentalista, que
nos ha revivido las peores pesadillas padecidas por la humanidad, se le han
venido a unir en los últimos tiempos países con intereses tan dispares como
Irak, Irán, Jordania, Turquía, los Estados Unidos, la UE y ahora Rusia. Incluso
Israel vería con alivio el final de esta “mancha”
que cada día que pasa se hace más grande en la zona y representa un peligro
para la mayor parte de los Estados de la zona.
Sin embargo, haber atacado a Siria de la forma en que se
hizo, siguiendo los juegos estratégicos de Washington en la región, han
convertido a ese país en un Estado fallido troceado entre los kurdos, las
facciones rebeldes que intentan derrocar a Asad, un sinfín de grupos radicales
islámicos de todas las tendencias y el Estado Islámico. Ahora, con esta
situación sobre el terreno tan volátil e incontrolable por parte del gobierno
sirio, revertir este estado de cosas será muy difícil e implicará grandes
esfuerzos políticos, económicos y militares. Y, sobre todo, habrá que conformar
una gran coalición capaz de derrotar al “monstruo”
integrista creado por unas grandes potencias que no supieron ver los peligros
que nos acechaban. No hay mayor animal que el hombre, capaz de tropezar dos
veces en la misma piedra y cometer los mismos errores ya vividos en Afganistán
y otras latitudes.
Llegados a este punto de no retorno, y en que está en juego
una batalla a vida o muerte entre el integrismo más radical y el
establecimiento de un statu quo que permita a Occidente salvar la cara en esta
parte del mundo, Rusia tiene que estar dentro de “juego” y defendiendo nuestros intereses en Oriente Medio. Dejar
fuera a Rusia puede significar el fracaso de esta estrategia. El coste será muy
alto, quizá la rehabilitación política de Bashar el Asad y el regreso de Siria
a la escena internacional. Pero será un precio bajo si evitamos que el Estado
Islámico siga extendiéndose, desestabilizando a todos los vecinos, incluidos
nuestros aliados turcos, jordanos e iraquíes, y permitiendo que su prestigio
siga creciendo en el mundo musulmán, contribuyendo así a que su amenaza se
acabe convirtiendo en el largo plazo en un peligro mucho más global y letal.
La historia demuestra que las guerras se pierden por dos
mágicas palabras, demasiado tarde, que resumía
el general MacArtur de una forma genial y sintética: “La historia de los fracasos en la guerra
puede resumirse en dos palabras: demasiado tarde. Demasiado tarde en la
comprensión del letal propósito del enemigo; demasiado tarde en tener
conciencia del mortal peligro; demasiado tarde en lo tocante a la preparación;
demasiado tarde en la unión de todas las fuerzas posibles para resistir;
demasiado tarde en ponernos al lado de nuestros amigos”. No hay tiempo que
perder, sino fuerzas que agrupar y hacer frente a un enemigo siniestro, cruel y
brutal. Y para vencerlo, le cueste o no reconocerlo a nuestras cancillerías,
tenemos que contar con Moscú, de la misma forma que hace 70 años justos fuimos
capaces de derrotar a la bestia nazi con la ayuda de los rusos y entrar
triunfantes en Berlín.
@ricardoangoso
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