04/07/2016
Por Mauricio Ortín
El partido
justicialista, o el peronismo a secas, se dirige camino a corroborar con la
experiencia, otra vez, que no le entran las balas y que siempre cae parado.
Situación esta que, de tan repetida, la
mayoría de los analistas la percibe como la más natural del mundo. Tanto es así
que, salvo las célebres de Fernando Iglesias, todas las denuncias y críticas al
kirchnerato se formulan siempre desde el supuesto de que el peronismo es otra
cosa. Así, la responsabilidad por el latrocinio con que jamás un gobierno
argentino haya ofendido a su población quedará acotada sólo a los pocos que se
llevarán todas las culpas consigo. Néstor, Cristina, De Vido, López, Aníbal,
D’Elía, Etchegaray, Kicillof, Recalde, Larroque y paremos de contar, tienen
asegurado el destino de carne de guillotina por encarnar, condensar y agotar al
kirchnerismo en su totalidad. No faltarán “peronistas”
de pura cepa que le achaquen la condición de infiltrados en el Movimiento o de
traidores a la revolución peronista. No son ni serán los primeros, ni los
últimos, en ser ofrendados en sacrificio al pueblo. La purga es el último
recurso al que el populismo echa mano cuando los “enemigos” endémicos del pueblo (el imperialismo, los medios
hegemónicos, el campo oligárquico, la cadena del desánimo y otros) no son
suficientes para justificar la corrupción, el despilfarro, el autoritarismo y
la incompetencia. ¡Yo no fui! ¡No sabía! ¡Fueron ellos!, señalan los peronistas
que acompañan a los Kirchner hasta la puerta del cementerio. Pronto, sin que se
les mueva un pelo, su propia genética los llevará a convertirse en los más
impiadosos detractores del gobierno del que formaron parte y juraron fidelidad
absoluta antes de ayer. Sobreactuarán hasta el punto de, incluso, adjudicar sus
yerros a los opositores de entonces. ¿No los hemos visto, acaso, votar con las
dos manos la privatización de YPF y luego estatizarla con el argumento de que
recuperábamos la soberanía entregada a las multinacionales por los infames “neoliberales”? ¿Y, no fue un gobierno
peronista el que por izquierda, con la Triple A y, por derecha, decreto
mediante, inició el exterminio de las bandas terroristas del ERP y Montoneros?
Ahora nos venimos a enterar que López Rega, Juan Perón, Isabel, Osinde y todos
los funcionarios peronistas de ese gobierno eran los perseguidos. Los
perseguidores, según el relato pregonado por la política de Estado de DD.HH.,
eran los militares y policías que reprimían, por deporte o de puro
perversos, a los jóvenes idealistas que
iban a las villas a ayudar a los pobres (a las villas, en sus tiempos libres,
se entiende; porque cuando había que asesinar, el deber estaba primero). Fueron
peronistas de derecha y de izquierda los responsables directos del inicio de
esa guerra que hoy ellos llaman “genocidio”.
El peronismo montonero engendró el huevo de la serpiente en los años ’70. El
que no sólo se hagan cargo como fuerza política de semejante estrago sino que,
además, en nombre de la justicia, se los hagan pagar a otros con prisión revela
una perversidad insondable. Esa deslealtad del peronismo de no asumir sus
culpas revirtió en un alto costo para la sociedad. Hubo de pagarse liquidando
dos instituciones fundamentales para la Nación: las FF.AA., que debieron
hacerse cargo del muerto; y el Poder Judicial, que se desnaturalizó a sí mismo
al naturalizar la injusticia.
No debería ser
motivo de sorpresa para nadie que en el curso de pocos meses más, un
neoperonismo “honorable” integrado,
entre otros, por los Urtubey, Manzur, Randazzo, Scioli y Pichetto, la corran
por tímida a Lilita Carrió y se hagan cargo de la moral republicana denunciando
a aquellos ex compañeros de ruta que no supieron, o no pudieron, como ellos,
saltar a tiempo del barco. Así las cosas, sin importar lo que hagan, hay
peronismo para rato. En fin,… la culpa no es del chancho.
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