24/10/17
Por Mauricio Ortín
Santiago
Maldonado apareció justo allí donde había desaparecido.
Se lo había buscado en toda la Argentina (incluso, en Chile) menos en el
preciso lugar donde había que hacerlo. Se peritaron ADN y huellas digitales en
las camionetas de Gendarmería, se llamaron a declarar uno por uno a los
gendarmes que participaron en la disolución del corte de ruta, se peritaron sus
celulares y otras diligencias que corresponden y son de manual. De éstos
últimos, porque fueron filmados y difundidos por los medios, todo el mundo sabe
el nombre y apellido y hasta les conoce la cara. No es un detalle menor (dado el trato que le da la izquierda y las ONG
de DD.HH.) el precisar que la
Gendarmería no es una cuerpo integrado por asesinos perversos.
Una pesquisa por un
caso de la desaparición de una persona debe, después de revisar exhaustivamente
el lugar, como primera medida elemental recabar el testimonio de los que se
encontraban con la víctima en el momento mismo en que se comenzó a notar su
ausencia. Pero, he aquí que ello no ocurrió cuando la causa estaba a cargo del juez Otranto, ni cuando en manos del juez Lleral. En las fotos que obran del
corte de ruta del RAM (Resistencia Ancestral Mapuche) del primero de agosto se
pueden ver a nueve encapuchados resistiendo a las fuerzas legales. Uno de
ellos, fue reconocido por la familia, sería Santiago Maldonado y el
otro, según declaró él mismo, es Matías
Santana. De los siete restantes, dado que ocultan su rostro, nadie tiene la
menor idea sobre su identidad personal. Si se sabe, y nadie lo niega, que se
encontraban allí delinquiendo contra la seguridad de los medios de transporte y
de comunicación (artículo 194 del Código Penal) y que atacaron con piedras y
lesionaron gravemente a dos gendarmes (homicidio en grado de tentativa). Según
sus propios dichos, el corte de ruta era para pedir por la libertad de Jones Huala; el jefe de la RAM que está
entre rejas y podría ser extraditado a Chile por delitos que se le endilgan en
el país trasandino. Estos violentos, de Heidi, Bambi y los enanitos de
Blancanieves no tienen nada. Pues bien, a tres meses del hecho todavía no
sabemos quiénes son, donde están, que saben, que hicieron y, ni siquiera, ¡si el juez está haciendo algo para que se
presenten a declarar como testigos! Mas, si para hacer el rastreo del río
Chubut la justicia debe pedir permiso a los encapuchados, someterse a registro
de armas y tolerar agresiones físicas y verbales as sus funcionarios, estamos
en el horno. Ya la ministra Patricia
Bulrich fue escrachada a coro por no haber alimentado a las fieras con
carne de gendarmes. Carlotto dijo de
ella: “es una persona enemiga de la democracia”, que “se puso el traje de
gendarme”; Pérez Esquivel, pidió su
renuncia. Por su parte, añadió Tati
Almeida “Hay pruebas de que el Estado es el único culpable y responsable de
la desaparición de Santiago”, Horacio
Verbitsky, sostuvo, es “una
desaparición forzada a manos de fuerzas federales”. Víctor Hugo Morales: “A
Santiago Maldonado lo desapareció Gendarmería”. Exabruptos, infamias y
disparate de este tenor hay para hacer dulce. Total, calumniar a un milico en
este país es gratis. A los integrantes de las Fuerzas Armadas y de Seguridad,
de genocidas para abajo, se les puede atribuir cualquier cosa sin esperar una
reacción contraria de la prensa, la iglesia, la justicia o el INADI.
Horacio Verbitsky, sostuvo, es “una desaparición forzada a manos de fuerzas federales”. |
El día 17 de octubre
apareció el cuerpo de Santiago Maldonado.
Antes de que se certificara su identidad, rápidas de reflejos, Miriam Bregman, desde la izquierda, y Mabel Sánchez, de la APDH, salieron a afirmar,
categóricamente, que: “el cuerpo fue
plantado”. La autopsia reveló que el estado del cadáver era compatible con
haber estado en el agua el tiempo que llevaba de desaparecido, que no tenía
golpes, heridas de armas de fuego o signos de violencia. Dos opciones, de
acuerdo al resultado de la autopsia. La primera, el cuerpo fue secuestrado por
la Gendarmería el 1 de agosto sin provocarle ni un rasguño. Acto seguido, a
temperatura entre 2 y 3 grados centígrados, conservado en agua durante unos dos
meses; para, luego y finalmente, ser depositado (sin que ninguno que del RAM
que hacen guardia allí lo advirtiera) en el mismo lugar de donde se lo habían llevado.
La segunda posibilidad, la que por “disparatada”
y “políticamente incorrecta” pocos se
atreven a plantear, sostiene que Maldonado
se ahogó cuando cruzaba el río con los RAM; que estos no hicieron nada para
salvarlo, que siempre supieron que estaba allí, sumergido; que, con el
cuento del territorio sagrado, impidieron que la justicia de pusilánimes lo
encontrara antes y, final y lamentablemente, que los RAM, el kirchnerismo, los
derechos humanos y la mar en coche, usaron
la muerte de un joven para sus espurios intereses personales. En mi
opinión, esta última es la única verosímil.
Cuando esto al fin se
aclare, los que calumnian a los inocentes por un crimen que ocurrió debieran
llamar a esa gente que escarnecen y persiguen (los gendarmes) para implorarles
su perdón. De que son mejores personas que ustedes no tengo la menor duda.
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