"Desde
1989 el peronismo dejó de ser un partido o un movimiento para convertirse, más
sencillamente, en la herramienta política de un conjunto de gobernantes que,
cada uno en su nivel, construyen su poder con recursos del Estado. Esa notable
máquina política, engrosada con no pocos tránsfugas, sólo se preocupa por la
caja y el poder".
Luis Alberto Romero
Luis Alberto Romero
El Gobierno está
pagando, en la calle, el precio de una notable ingenuidad: haber silenciado, al
comienzo de su gestión, la homérica crisis que heredó del kirchnerismo, tan
eficiente a la hora de quemar todas las naves disponibles y el país entero con
tal de impedir que explotaran antes del 10 de diciembre de 2015 los miles de
minas con las que había sembrado el terreno económico y social. Nada dijo,
cuando debió hacerlo, de las cajas estatales vaciadas para robar con obras
públicas y hoteleras, de los millones de jubilados sin aporte alguno al
sistema, de los departamentos y campos por todo el país, de las cajas fuertes llenas
de billetes, de las financieras rosadas, de los aviones y autos de lujo, de los
robados subsidios a los trenes y colectivos, de las cuentas en Seychelles, de
la apropiación de empresas y actividades enteras, de la pérdida del
autoabastecimiento energético, .
La razón presunta de
tal torpeza también fue de una inocencia grave: evitar que los inversores se
espantaran ante la magnitud del desastre encontrado; con eso, mostró ignorar
que éstos siempre saben todo acerca del país en el cual planean aumentar su
presencia o ingresar. Las obvias contrapartidas de ese ocultamiento inicial
fueron la falta de percepción de la ciudadanía sobre la realidad y la
consecuente intolerancia social hacia las amargas pero indispensables medidas
que, pese al lógico gradualismo, hubo que adoptar de inmediato.
Otra costosa falta de
cintura política fue dejar que los jueces federales intuyeran que la Casa
Rosada prefería a Cristina Elisabet Fernández en libertad, para utilizarla como
permanente sparring electoral y agente disolvente de cualquier tentativa de
reunificación del peronismo, para poder negociar con fracciones de éste y no
tener enfrente a una oposición unida y blindada; el jueves, en torno a sus
fieles, volvieron a reunirse muchos de los perdedores del PJ.
También pecó el
Gobierno al confiar en los pactos que firmara con los gobernadores, por los
cuales estos se comprometieron a obtener de sus diputados una posición
favorable a las leyes que el oficialismo -en realidad, la República- necesita
con urgencia, al igual que en los acuerdos con los líderes gremiales, a los que
aflojó vanamente la bolsa de recursos. Olvidó así el consejo de un viejo
militante del PJ, con la piel curtida en trenzas políticas: "a nosotros se nos debe cobrar al
contado y pagar en cuotas".
Y quizás la peor fue
no informar con claridad y transparencia a toda la sociedad en qué consistía el
proyecto de reforma previsional, lo cual habilitó al kirchnerismo, a la
izquierda y a los oportunistas de siempre a montarse sobre la natural inquietud
de los jubilados a los cuales, convengamos, cualquier alteración de sus magros
emolumentos preocupa, y mucho.
Pero, más allá de la
ingenuidad, de la torpeza y de la mala comunicación, lo que Argentina está
viviendo en las calles desde que Mauricio Macri asumiera, y también en el sur
del país con el terrorismo mapuche, es literalmente un golpe de Estado.
Ese golpe no se da
solamente en la calle, donde confluyen piqueteros de todos los colores y
nacionalidades (la enorme mayoría de los heridos del jueves son extranjeros)
-pero un único bolsillo- con los grupos tradicionalmente terroristas de la
izquierda radicalizada. Dentro del recinto de la Cámara de Diputados, el
escenario fue mucho peor; se juntaron para ejercer la violencia y el
patoterismo e impedir el funcionamiento de la democracia, a través de los
representantes electos hace sólo dos meses, los delincuentes preocupados por su
libertad, los ladrones de toda laya, los energúmenos representantes de esa
izquierda petardista y los peores tránsfugas del escenario político; allí
estaban Máximo Kirchner, Agustín Rossi, Leopoldo Moreau, Axel Kiciloff, Andrés
Larroque, Nicolás del Caño, Victoria Donda y las grandes figuras del massismo.
Todos ellos, con una
cara más dura que el cemento, no hesitaron en interrumpir una sesión
legislativa, convocada para tratar la reforma previsional, invocando el
imposible respeto al 82% móvil, esa meta que, cuando fue alcanzada por ley
durante el reinado absoluto de Cristina, ella vetó sin contemplaciones,
mientras falsificaba las estadísticas nacionales para ocultar la inflación
galopante que legó a su sucesor. Ver a esa facción canalla, que convirtió por
más de una década el Congreso entero en un recinto donde sólo se levantaba la
mano para aprobar sin discusión todos los disparates que sus jefes imaginaban,
hablar de la "dictadura" de
Cambiemos, que no tiene mayoría en ninguna de las cámaras, no hace más que
confirmar los peores pronósticos. Y más repulsivo fue verlos salir luego,
exultantes y a carcajadas, por haber impuesto su voluntad por la fuerza y haber
ganado una baza para el destituyente "club
del helicóptero".
Es eso lo que
pretenden, que Macri se vaya, y lo conseguirán sin duda si tanto el Gobierno
cuanto los ciudadanos de a pie no lo impedimos, con toda la fuerza de la Constitución
y de la ley. Todos debemos cambiar nuestra forma de pensar respecto a la
seguridad, en especial las jóvenes generaciones a las cuales el kirchnerismo
lavó la cabeza durante toda su gestión. No podemos permitir un minuto más que
los violentos se apoderen de nuestro país y de nuestras calles, y reprimir con
toda severidad y firmeza a quienes, una vez más, quieren arrebatarnos el futuro
para continuar con el latrocinio miserable que nos trajo hasta aquí.
El Juez Marcelo
Martínez de Giorgi archivó, sin siquiera investigarlas, las denuncias que
formuláramos el Dr. Eduardo San Emeterio y yo contra Hebe de Bonafini, Estela
de Carlotto y las organizaciones de pseudo derechos humanos por la
reinvindicación de la guerrilla que expresaran en la Plaza de Mayo el 24 de
marzo último, mientras convocaban a echar a Macri de la Presidencia; sostuvo
que pretendíamos limitar la libertad de expresión. Si, a esta altura estuvieran
procesados, tal vez otro ya sería el cantar.
Aplaudo, sin
restricción alguna, a la Ministro de Seguridad, Patricia Bullrich, por la forma
en que conduce y respalda a las fuerzas bajo su mando, y al Presidente Macri
por sostenerla contra todas las críticas; Lilita Carrió, a quien mucho respeto,
cometió una mayúscula estupidez el jueves cuando criticó por excesivo el
aparato de disuasión montado en torno al Congreso. Porque eso fue, un anillo de
seguridad para evitar que las hordas de encapuchados, armados con hondas,
palos, piedras y bombas molotov pudieran llegar al edificio legislativo, mientras
los efectivos que lo conformaron sufrían todo tipo de agresiones; si estos
mismos terroristas intentaran acciones similares en Cuba, Venezuela, Bolivia,
Rusia o Irán, recibirían algo mucho más definitivo que balas de goma y gas
pimienta.
Diciembre es,
tradicionalmente, un mes de protestas y piquetes, pero ahora estamos
presenciando una gimnasia subversiva y destituyente que, como siempre, busca
obtener muertos para usarlos como ariete contra la República. Raúl Sendic,
fundador de los Tupamaros, sostenía que había que golpear sin descanso a la
democracia burguesa hasta que ésta se hartara y reprimiera, mostrando así al
enano fascista que todas llevan dentro. Eso, nos guste o no, es lo que tenemos
servido en la mesa de fin de año; espero que sepamos lidiar con ello.
Bs.As., 16 Dic 17
Enrique
Guillermo Avogadro
Abogado
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