Por María Lourdes Puente[1]
El viaje que inició desde Ushuaia el ARA San Juan abrió una oportunidad
para los argentinos. Con dolor, aquellos
marinos lograron que mirásemos y redescubriéramos dos amores olvidados: nuestro
mar y la defensa.
La búsqueda del submarino nos desnudó en materia de defensa. En las
asistencias que recibimos descubrimos
cuántas limitaciones tenemos y qué poco soberanos concretamente somos.
Las tantas urgencias de nuestro país, la carencia de amenaza de guerra,
son las explicaciones al olvido de nuestra dirigencia por la defensa, pero
esconden la principal: la falta de claridad en relación con qué, dónde y de qué manera tenemos que defender y proteger con
nuestras FF.AA.
No hay comunidad soberana si no tiene
capacidad de proteger a los suyos. Las FF.AA. reúnen a los hombres de esa comunidad, con vocación de
defenderla de todas las formas de violencia con las que otros actores quieren
apropiarse o afectar sus intereses. La
violencia no desapareció. Los actores con capacidad de daño se
multiplicaron.
Sin embargo, los debates en defensa inundan lo semántico. Si defensa o
seguridad. Si nuevas amenazas o las tradicionales. Si hipótesis de conflicto o
de oportunidad. Podemos darle el nombre que más se ajuste a lo que pensamos,
pero lo que no podemos evitar es que nuestros intereses sean disputados por
otros. El tipo de guerra que hay afuera no podemos elegirla. Tampoco al enemigo
que amenaza esos intereses o al riesgo que los pone en peligro. Pero al brazo
armado de nuestro país en el exterior debemos darle las capacidades para poder
hacerles frente.
No necesitamos inventarle tareas dentro del territorio. Hay tres espacios en el que el Estado no
logra ejercer plena soberanía y requiere, entre otras capacidades, la militar,
a fin de proteger sus intereses. El ciberespacio, que hace vulnerable
sistemas vitales, comunicaciones e información; el espacio exterior, donde el
lugar que hay es cada vez más disputado tecnológicamente, y el mar, cuya
vastedad y proyección hoy nos interpela.
He aquí nuestra segunda oportunidad: el
Mar Argentino. Buscando el submarino redescubrimos su inmensidad, y nuestra
incapacidad de protegerlo todo. De la riqueza de su biodiversidad dan cuenta
los numerosos buques que piden permiso para investigar; de su caladero, el
valor de sus exportaciones y la pesca extranjera en el borde de nuestra milla
200. De la riqueza de su suelo, las empresas petroleras que lo exploran. En ese mar, además está Malvinas y con
Malvinas la proyección hacia la Antártida.
Patagonia y Patagonia Azul, nuestro sur, son un desafío estratégico
que nos convoca. Necesitamos diseñar un plan de desarrollo que incluya ciencia
y tecnología, defensa y producción. El proyecto Pampa Azul se quedó corto,
contempló sólo lo científico. Requiere
ser parte de un plan mayor donde el objetivo no sea la presencia en el mar,
sino su protección y su uso.
Quienes nos disputan el mar nos han demostrado que ellos tienen con qué. Sean quienes fueran esos "ellos". Y nuestras capacidades regionales no alcanzan para decirles que es nuestro, que primero están los nuestros. Aquellos que eligieron un día irse al mar con la vocación de estar al frente si alguien nos amenaza nos abrieron una puerta digna de esa vocación. Demos estos dos debates y encontremos algo que nos una. Y que no sea sólo el dolor por su partida.
NOTA: Las imágenes y destacados no
corresponden a la nota original.
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