“No
siempre uno puede ser leal. Nuestro pasado, por lo común, es una vergüenza, y
no puede uno ser leal con el pasado a costa de ser desleal con el presente”.
Adolfo Bioy Casares
Adolfo Bioy Casares
Alrededor de la
figura del “imputado colaborador” o “arrepentido”, en particular a raíz del
estruendoso fallo del Juez Claudio Bonadio, se ha desatado una polémica
imbécil; a pesar de no poner en duda la efectividad de la institución, se
discute la legalidad de la misma calificándola como una extralimitación de
magistrados y fiscales, una “tiranía de
los jueces”, en pos de la obtención de las pruebas necesarias para combatir
al delito.
Me pregunto qué se
podría haber hecho en la “causa de los
cuadernos”: ¿el Fiscal Carlos Stornelli hubiera debido esperar hasta
obtener algún recibo del pago de una coima o un documento escrito que la
describiera?, ¿o a que algún espontáneo se presentara a pedir perdón por sus
pecados y confesar haber violado las normas del Código Penal? No resulta vano
recordar que, en la Argentina reciente, para el Poder Judicial no sirvieron
como prueba las confesiones de la propia Skanska en la causa de extensión de
los gasoductos y de British Petroleum ante la SEC norteamericana por el caso de
Cerro Dragón, o los miles de mails descubiertos en la computadora de Manuel
Vázquez, testaferro de Ricardo Jaime, que pintaban en vivos colores el proceder
de esa banda de delincuentes.
En Italia, en Brasil
y hasta en los Estados Unidos quedó demostrado que esa voluntad colaborativa
sólo se obtiene cuando las cárceles comienzan a poblarse de imputados, en
especial cuando se trata de personas –altos funcionarios y los más importantes
empresarios, sindicalistas y banqueros- no acostumbrados siquiera a pensar en
la posibilidad de ir presos y tener que pasar muchas noches en recintos “tumberos”; la mera probabilidad de
reducir sus seguras y prolongadas condenas resulta un factor esencial para
desatar las lenguas remisas.
Antes de cambiar de
tema, me pregunto qué hará Bonadio, que seguirá investigando y procesando a
otros partícipes de la asociación ilícita que tan quirúrgicamente describió,
con los hijos transformados en cómplices por sus padres, se trate de Máximo y
Florencia Kirchner, de Martín, Leandro, Luciana y Melinda Báez, de Romina y
Natalia Mercado o de algunos más. La detención de todos ellos resultaría un
gran aliciente para que algunos comiencen a contar la verdad, sobre todo acerca
de la ubicación de los dineros mal habidos, que tan difícil parece encontrar.
La otra discusión
absurda es la que se relaciona con los mal aplicados fueros parlamentarios, que
constituyen a los senadores y diputados en ciudadanos de una casta brahmánica
superior, como si estuviéramos en la India, rodeados de privilegios y
costosísimos asesores, en una sociedad cuya Constitución teóricamente garantiza
la igualdad ante la ley.
El Senador Miguel
Pichetto se ha convertido en el temporario garante del H° Aguntadero, y exige
para otorgar a la Justicia la posibilidad de detener a algún colega una condena
firme. Para quienes no están al tanto de los tiempos procesales requeridos para
arribar a ella, un Tribunal Oral demora más de un año para emitir su sentencia;
ésta debe ser revisada por la Cámara de Casación, que agrega otros dos años al
trámite; y, finalmente, la causa llega a la Corte Suprema, que legalmente
carece de plazos para expedirse.
De todas maneras me
parece que, a medida en que se acerquen los tiempos electorales, esa posición
aparentemente irreductible (¿en defensa propia?) comenzará a bornear
lentamente: el peronismo “racional”,
al que representa, no querrá quedar tan pegado como hasta ahora a Cristina
Fernández, ya objeto de seis procesamientos, que deberá comparecer en distintos
juicios orales en plena campaña. Aún cuando volviera a correr con los colores
de Unión Ciudadana, su sola presencia impactará sobre la imagen del Partido
Justicialista. Por lo demás, de no dejar de protegerla el Senado, Cristina será
candidata y podrá ser la contendiente de Cambiemos en el ballotage, anulando la
posibilidad de otro peronista de llegar a disputarlo; además, perderá en la
competencia y obligará al PJ a seguir peregrinando en el desierto, en peores
condiciones y al menos por otros cuatro años.
La tercera discusión
absurda es la del presupuesto nacional; esa calificación está justificada: la
política demuestra que no está dispuesta a hacer ningún ajuste en su
elefanteásico gasto. Cambiemos, que necesita la aprobación de esa ley pero está
condicionado por tener minoría en ambas cámaras, requiere de la voluntad y de
los votos de los gobernadores, que no quieren resignar ingreso alguno. Por
ello, continúa modificando el proyecto siempre en el mismo sentido: más
impuestos a la producción, a las exportaciones, a los bienes y a los salarios y
jubilaciones; o sea, más presión sobre una economía real cada vez más reducida
por la recesión.
Muchos argentinos se
están comenzando a preguntar si no valdría la pena crear un nuevo partido
político que, sin presentar candidatos propios a cargos ejecutivos y aliado a
Cambiemos, llevara en su plataforma electoral una clara posición a favor de la
austeridad pública, el respeto estricto a la ley, la limitación del Estado a
sus funciones específicas (salud, educación, seguridad y defensa), la reducción
de impuestos y en contra del despilfarro, se trate de la nación, de las
provincias o de las municipalidades.
Volveré sobre este
tema próximamente, para presentar el proyecto de un verdadero programa de
acción, pero adelanto algunas ideas: los diputados y senadores tendrán un
salario (incluyendo todos los conceptos no remunerativos y los viáticos) igual
al de los jueces de Primera Instancia, y sus asesores deberán trabajar
exclusivamente ad honorem; se agruparán las provincias en regiones, de modo tal
que se suprimirán gobernaciones y legislaturas, y la Provincia de Buenos Aires
será dividida en dos, etc.
Me parece que una
formación de ese tipo seguramente recibiría la inmediata adhesión de los nueve
millones de ciudadanos que hoy soportan sobre sus espaldas a los diecisiete
millones que viven y reciben emolumentos del Estado y, además, deben aguantar
la violenta actividad de esos mismos beneficiarios, arreados como ganado a
manifestaciones cuyos reclamos demostradamente ignoran, muchos de ellos recién
llegados al país. El apoyo de este nuevo partido, le daría a Cambiemos el cuerpo
y la fortaleza necesaria en el ámbito legislativo para evitar que continúe
siendo víctima de la extorsión del mismo populismo clientelista que nos ha
llevado a la situación terminal que hoy vivimos.
La última en esta
enumeración de estupideces es la que se vincula a la dolarización total de
nuestra economía. Quienes proponen este camino para terminar con la inflación,
como hicieran Ecuador y varios países menores, parecen olvidar que, aunque
nuestro peso desapareciera, no sucedería lo mismo con nuestra falta de
competitividad, con el déficit comercial ni con el gasto público. Entonces, ¿de
dónde saldrían los dólares necesarios para financiar esos conceptos? Hasta que
no reconvirtamos nuestra industria, reduzcamos sensiblemente nuestros siderales
costos internos, y nos transformemos en exportadores de alta calidad y elevados
precios, una solución así no tendría sentido alguno y, si lo lográramos,
resultará innecesario renunciar a un componente tan importante de la soberanía
económica como es la moneda propia.
Bs.As., 22 Sep 18
Enrique
Guillermo Avogadro
Abogado
E.mail: ega1@avogadro.com.ar
E.mail: ega1avogadro@gmail.com
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