Adhiero a los
conceptos expresados por monseñor Baseotto en su carta del día 8. Él ha sido,
durante años, "voz que clama en el
desierto" para señalar el reemplazo de la justicia por la venganza.
Los "jóvenes idealistas",
como se llamó a auténticos criminales, recibieron "reparación" y toda clase de favores, mientras que militares, policías y civiles
que impidieron que la Argentina se convirtiera en una réplica de Cuba o Vietnam
padecen la muerte en vida o mueren en la cárcel sin proceso ni sentencia. ¡Y aún se sigue llamando a juicio a
presuntos represores después de 40 años! El actual gobierno se pliega al
manoseo de los derechos humanos y agrava la grieta que divide a la sociedad
argentina. En la provincia de Buenos Aires, la gobernadora ha promulgado una ley de la Legislatura que obliga a
sostener que hubo 30.000 desaparecidos. Sabemos, por la investigación
reunida en el Nunca más, que apenas superaron los 8000 casos. La señora
Graciela Fernández Meijide, que merece mi respeto y aprecio, me dijo
personalmente que el número no llegaba a esa cifra. Un horror, igualmente, por
el que cargamos un espantoso karma. El malhadado Proceso continuó el sistema de
aniquilación de los subversivos iniciado por el general Perón en su tercer
mandato, prolongado durante el gobierno de su viuda, Isabel.
En mi opinión, debió haberse declarado el estado
de guerra interno y aplicado consiguientemente el Código de Justicia Militar
con la objetividad de la auténtica justicia, con prudencia, humanidad y
caridad.
Temieron la reacción de ciertas instancias internacionales y el freno de la
llegada de aquellos dólares que constituyeron la deuda externa. Entretanto, la "majestuosa" Justicia sigue
tuerta, o con un ojo destapado.
Héctor Aguer
Académico de número de la Academia Nacional de
Ciencias Morales y Políticas
DNI 4.415.937
NOTA: Las imágenes,
enlaces y destacados nos corresponden a la nota original.
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