Desde sus raíces el peronismo es el poder político que utilizó la metodología de la desaparición de personas para combatir a quienes disentían con su ideología, los hechos se demuestran con la historia y no con un relato de mirada sesgada que solo pretende obtener réditos políticos y financieros como el curro de los derechos humanos que salen de las arcas del estado sin mayores controles, equidad ni justicia.
JUAN
INGALLINELLA, UN MILITANTE POLÍTICO DESAPARECIDO
Brutalmente
asesinado, debió aguantar hasta que no pudo más, quizás sin que una sola
palabra haya cubierto de gloria su muerte, silenciosa y fatal.
acido el 10 de octubre de 1912, Juan Ingallinella vive en la calle Saavedra 667, del barrio La
Tablada en la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, donde tiene su
consultorio. Hijo de inmigrantes italianos, médico, está casado con
Rosa Trumper, una maestra, con quien tiene
una hija de 12 años, Ana María. Atiende gratis en el Hospital de Niños “Víctor J. Vilela” y en su consultorio
particular a los pacientes que son pobres, a los que suele regalarles las
muestras de los medicamentos.
Ingallinella no soslaya ni
esquiva la historia del mundo. Comparte con cantos y banderas rojas el 1º de
Mayo, la fiesta de los trabajadores; con el alma oprimida asiste a la derrota
de la República española; festeja la liberación de París de la irracionalidad
de la violencia nazi; pide por la libertad de Ethel y Julios Rosenberg; adhiere
en forma incondicional a la Unión Soviética en el contexto de la guerra fría
que enfrenta dos sistemas políticos y sociales. A Ingallinella la labor
política lo ocupa tanto como la medicina. Con la
fe puesta en el Partido Comunista, luz y guía en su acción, se opone al
caudillismo conservador, el fraude electoral, la implantación de la enseñanza
religiosa en las escuelas, los despidos de docentes por ser comunistas y las
restricciones a la libertad de prensa; ve en el peronismo el caballo de Troya
del nazismo; se pronuncia a favor de un programa de justicia social y de
prosperidad nacional que lleve bienestar a su pueblo, aunque para eso deba afrontar
constantes adversidades.
En
1943, el golpe militar que derroca al presidente Ramón Castillo declara ilegal
al Partido Comunista. Cuando a principios de 1944, la
policía rosarina detiene y tortura a tres camaradas y al propio Ingallinella;
éste denuncia el hecho y señala a los responsables. Si bien posteriormente el
Partido Comunista es reconocido como organización legal y participa en las
elecciones, sus militantes son objeto de persecución policial, Ingallinella
entre ellos.
Con motivo de la rebelión
militar del 16 de junio de 1955 contra el general Perón, donde es bombardeada
la Plaza de Mayo, la reacción inicial del gobierno peronista es creer que
detrás de la rebelión, están, entre otras fuerzas políticas, los comunistas. No
importa, entonces, que Ingallinella condene lo ocurrido.
Un día después, el 17, la
policía rosarina concurre al domicilio de
Ingallinella y se lo llevan detenido, a él y a un grupo numeroso de personas. Rosa Trumper, acostumbrada a
que su marido esté donde es menester el coraje, prepara unas cobijas, algo de
ropa, un termo con café con leche, unas galletitas, y se dirige a la comisaría
para verlo y dejarle las cosas, pero no puede hacerlo por haber llegado fuera
del horario de visitas. A la mañana del día 18 regresa al destacamento
policial, pero allí se le informa que su esposo había recuperado la libertad.
Los otros detenidos retornan a
sus hogares, pero no Ingallinella. De inmediato se movilizan profesionales,
estudiantes universitarios y vecinos, los trabajadores judiciales van a la
huelga y la Confederación Médica de la República Argentina realiza una jornada
nacional de protesta.
Algo se derrumba. El 20 de julio
de 1955 el interventor federal de la provincia ordena la detención del jefe y
del Subjefe de investigaciones y de otros policías así como el reemplazo del
jefe de policía de Rosario. Con la investigación judicial sale a la luz la
desaparición de numerosas fojas del libro donde quedan registradas las entradas
y salidas de los detenidos. Tiempo después, uno de los acusados rompe el pacto
de silencio y cuenta. Al fin, el ministro de gobierno de Santa Fe admite que el
doctor Ingallinella "habría
fallecido a consecuencia de un síncope cardíaco durante el interrogatorio en
que era violentado por empleados de la Sección Orden Social y Leyes
Especiales”.
La defensa de los acusados
sostiene que no es la picana eléctrica la causante de la muerte de Ingallinella
sino la propia constitución física del mismo porque, de no haber sido así,
deberían haber corrido idéntica suerte los demás detenidos. Esta hipótesis es
rechazada por el juez con basamento en que la muerte de Ingallinella pudo no
haber sido preparada, pero estaba dentro de las posibilidades por haber sido
sometido a salvaje tortura. Finalmente, se condena a quienes fueron autores
materiales del hecho.
Déjame que te cuente. Recordar el
“Caso Ingallinella” no significa
menoscabar la política social peronista, la cual mejoró las condiciones de vida
del conjunto de los trabajadores y estuvo atenta a las necesidades de los
sectores más desprotegidos. Ventilar la muerte del dirigente azucarero Carlos
Aguirre en Tucumán (1949); la huelga general de la FUA a raíz de las torturas
padecidas por el estudiante comunista Ernesto Mario Bravo de Química; y la
huelga nacional de los obreros ferroviarios (1951); la conspiración encabezada
por el coronel José Francisco Suárez (1952); y los otros argentinos que
debieron soportar la picana eléctrica, no significa desconocer el acceso al
sistema de educación pública de vastos sectores sociales, que redujo el
analfabetismo al 3% de la población. Evocar que la tortura tuvo sus centros y
sus especialistas en el gobierno peronista, entre ellos los hermanos Juan
Carlos y Luis Amadeo Cardozo, Cipriano Lombilla y Francisco Amoresano, no
significa ignorar la relación personal directa y cotidiana de la Fundación Eva
Perón con los sectores más humildes creando hogares parta niños y ancianos,
colonias de vacaciones, policlínicos, ciudades estudiantiles, proveyendo de
materiales a hospitales y escuelas, distribuyendo alimentos y construyendo
viviendas populares.
¿Qué han hecho de tu sangre,
amigo mío?
¿En qué rincón de tierra, en qué
pedazo
de la patria tus restos
escondieron?
(…)
Tu nombre vivirá.
Pronunciaremos tu nombre en la
jornada victoriosa.
Cuando se cumpla el rumbo de la
rosa
y el pueblo sea quien gobierne al
pueblo
(…)
Tu estirpe vencerá
(…)
y en las plazas mayores
quemaremos
las picanas eléctricas y el odio.
Poema de Raúl González Tuñón
Juan Ingallinella fue brutalmente
asesinado por un poder que desciende a veces al infierno. Debió aguantar hasta
que no pudo más, quizás sin que una sola palabra haya cubierto de gloria su
muerte, silenciosa y fatal. Tenía 43 años. Al no aparecer nunca su cuerpo, no
tuvo ni féretro cubierto con una bandera roja bordada con la hoz y el martillo
y las siglas del Partido Comunista (PC), ni lágrimas resbaladas por los rostros
de los más emocionados, ni palabras emotivas interrumpidas por los aplausos de
los familiares, amigos y camaradas tributándole el último homenaje.
Por
Ángel Cabaña
Profesor
y Licenciado en Historia. Ministerio De Educación De La Nación.
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