Por
Darío Lopérfido
Alberto Fernández junto a Taty Almeida, Agustín Rossi y Horacio Pietragalla (@alferdez) |
La decadencia intelectual de conspicuos
integrantes de organismos de derechos humanos es imparable. Ante cada
escándalo, parece que más bajo no pueden caer y sucede algo nuevo que supera
nuestro asombro. Aquellas personas que habían
logrado, hace mucho tiempo, respeto, están terminando sus carreras con
patéticas arremetidas autoritarias que harán que pasen a la historia como
miembros de una secta dogmática y no como humanistas, que es lo que uno espera
de gente que dice defender los derechos humanos.
La
señora Taty Almeida, de Madres de Plaza de Mayo, fue junto a un grupo a la Casa
Rosada a reunirse con el Presidente y al término de la reunión afirmó: “Parece mentira volver a esta casa que
estuvo tomada por cuatro años”. El desprecio por el funcionamiento de las
instituciones democráticas que representa esa frase es monumental. La gestión
del anterior gobierno puede gustarle más o menos a cualquier ciudadano, pero
decir que esa administración tuvo “tomada” a la Casa Rosada cuando fue un
gobierno que tuvo un nacimiento y desarrollo legítimo, otorgado por la voluntad
popular, es una expresión digna de
alguien que no tiene un mínimo de sentido democrático. Entre las muchas
expresiones de rechazo que esto generó sobresale la de Matías Reggiardo, que
expresó: “Como nieto restituido por Abuelas de Plaza de Mayo, quiero señalar mi
profundo rechazo y pesar por los dichos de Taty Almeida que pretende desconocer
la legitimidad de un presidente constitucional democráticamente elegido por el
voto popular”.
Como soy un amante de los datos históricos, no
puedo sustraerme al hecho de que el hijo de Taty Almeida desapareció en 1975
durante un gobierno del mismo signo político que el actual.
Al poder estaba el gobierno peronista, en un momento donde el país era rehén
(una vez más) de la violencia de esa organización política. Alejandro Martín Almeida no desapareció
durante la dictadura militar. Entre 1973 y 1976 gobernaba el peronismo
(Cámpora, Perón e Isabel Perón). Este
gobierno es claramente del mismo signo que aquel que gobernaba cuando sucedió
la desgracia de la señora Almeida. Como dato de color podríamos agregar que
hasta había un Cafiero por esos tiempos en ese gobierno y ahora hay otro. O
sea, a esta señora le da mucha felicidad que esté en el gobierno la fuerza
política que estaba cuando desapareció su hijo. Por otro lado, desprecia a una fuerza política (el gobierno anterior)
que no tuvo nada que ver con ese hecho. Ese tipo de deformaciones
históricas y de fanatismo irracional son una de las peores cosas (entre otras
muy perversas) que el peronismo histórico instaló en la Argentina y que en su
etapa última (kirchnerismo) se han visto exacerbadas hasta límites impensables.
Hay un libro fantástico de Aleksandr Solzhenitsyn llamado Un día en la vida de
Iván Denisovich que me hizo acordar a este episodio. Los prisioneros de los
campos de concentración de Stalin no saben por qué se encuentran allí, pero
piensan que, seguramente, Stalin y el Partido tienen razón en haberlos enviado
a ese lugar: el síndrome de Estocolmo de los autoritarismos. Ese mismo que
padece mucha gente en Argentina con el peronismo. En 1974 y 1975, durante el gobierno del mismo signo político que el
actual, hubo más de 2000 desaparecidos en Argentina: los desaparecidos y
tantísimos exilados del peronismo. A su vez, hubo gente asesinada por
Montoneros y la Triple A, organizaciones con lazos con el gobierno imposibles
de esconder. La coalición Cambiemos, que
para Taty Almeida “tomó” la Casa Rosada, nada tuvo que ver con esos hechos
desgraciados.
Si
seguimos buscando datos, encontraremos algunos que hacen aún más inexplicable
la alegría de la señora Almeida. Ese
mismo gobierno justicialista fue el que dictó dos decretos en los que ordenaba
a las Fuerzas Armadas “aniquilar” a los “elementos subversivos”. Usaron la
palabra “aniquilar” en los decretos. Era un gobierno constitucional como el de
ahora y perteneciente al mismo signo político que el actual. Esta semana
Graciela Fernández Meijide (la gran y digna dirigente de derechos humanos de la
Argentina) recordó que el peronismo no
quiso integrar la Conadep (el organismo que presidió Ernesto Sabato en la
vuelta de la democracia y que reunía la información sobre las personas
desaparecidas). Mientras, el Presidente puso una foto en sus redes con Taty
Almeida y escribió: “La memoria no se puede robar, siempre la mantendremos
viva”. Creo que no le conviene la
memoria. Algunos nos acordamos de
todas esas cosas. También nos acordamos de que cuando Alberto Fernández era funcionario de Menem le parecía bien el indulto
que el ex Presidente dictó para militares y terroristas. Pero a los
fanáticos todas esas cosas no les importan. El gran escritor israelí Amos Oz
dice que “el fanatismo es el gen maldito
de la humanidad”. Toda esta gente está tan llena de odio que le es difícil
ver. Alguien dijo alguna vez: “La diferencia entre un ciego y un fanático es
que el ciego sabe que no ve.”
Los
dichos de Taty Almeida fueron después de una reunión con algunos de estos
referentes de “derechos humanos”, entre la que se encontraba Estela de
Carlotto, quien afirmó: “Se habló de
Milagro Sala. Se pidió especialmente por este tema”. Esta semana el
Tribunal Superior de Jujuy confirmó la condena de 13 años de prisión por
defraudación al Estado. Independientemente de la condena, esta semana la
periodista jujeña Rosario Agostini recordó: “Luca Arias recibió una golpiza
tremenda de parte de Milagro Sala y sus ‘muchachos’ tupaqueros. Murió 6 meses
después. Pato Conodorí murió atravesado por una bala cuando ‘orgas’ de Sala
intentaban tomar tierras en Humahuaca. Y sigue la lista de jujeños cuyas
muertes siguen impunes”. Tiene que ser
muy difícil ser víctima de Milagro Sala y que, en Buenos Aires, la secta de los
derechos humanos te ignore y apañe a tu victimario frente al Presidente y que
nadie se ocupe de los verdaderos damnificados.
Del
mismo modo, a los fanáticos no les
importaron los derechos humanos de las familias de los soldados
(conscriptos-civiles) muertos en Formosa en 1975 (en el reg. 29 de Monte) por
un ataque terrorista de la organización Montoneros realizado en democracia. Hay
una causa en la justicia federal por estafa, ya que hay grandes indicios de que
les pagaron a familiares de terroristas cifras millonarias como si estos
hubieran sido víctimas del Estado, cuando en realidad fueron los agresores.
Incluso los nombres de estos terroristas fueron colocados en los muros del
Parque de la Memoria. La mezcla que surge define muy bien al peronismo:
violencia política y corrupción. Como siempre, hay un silencio atronador de la secta en la que se han convertido
Carlotto, Bonafini, Almeida, Pérez Esquivel, Verbitsky y tantos otros. La
causa en cuestión está en el juzgado de Daniel Rafecas. Hay que tener cuidado
porque es un juez amigo de la secta, sancionado por cerrar la causa Nisman sin
mirarla, aquel que hizo una payasada en la causa sobre las presuntas coimas en
el Senado durante el gobierno de De la Rúa (el juicio oral demostró que todo
era una operación política) y el que juzgaba a Boudou en una causa y chateaba
con él acerca de la misma. Lamentablemente, le ofrecen ahora el cargo de
Procurador por ser un empleado disciplinado del PJ.
En
2010 visitó la Argentina Tzvetan Todorov.
Fue un extraordinario filósofo y semiólogo humanista. Padeció el comunismo en
Bulgaria y fue crítico de cosas del conservadurismo extremo. Un hombre
brillante, libre y honesto. También se dedicó a estudiar campos de
concentración. En ese viaje fue invitado a conocer el Parque de la Memoria y la
ESMA, y cuando los kirchneristas pensaban que obtendrían la aprobación de un
gran referente mundial se encontraron con lo contrario e intentaron acallar su
visita. Luego de su visita, Todorov escribió una extraordinaria carta llamada “Un Viaje a Argentina”, cuya lectura
recomiendo y que se encuentra fácilmente en Internet. En su introducción dice: “Una sociedad necesita conocer la Historia,
no sólo tener memoria. En el caso argentino, un terrorismo revolucionario
precedió al terrorismo de Estado de los militares y no se puede comprender el
uno sin el otro”. En otra parte explica: “La memoria colectiva es
subjetiva: refleja las vivencias de uno de los grupos constitutivos de la
sociedad, por eso puede ser utilizada por ese grupo como un medio para adquirir
o reforzar una posición política”. En
2010, con un par de días en Argentina, Todorov entendió que algo estaba mal.
Se había construido un relato y se negaban los hechos. La decadencia actual se
explica con sus dichos. Si no se entiende esto la decadencia será imparable.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
No dejar comentarios anónimos. Gracias!