Por
Mauricio Ortín
Es
falso el dilema que plantea el documental de Netflix sobre la muerte del fiscal
Alberto Nisman. La sociedad argentina no está dividida entre los que afirman
que el fiscal se suicidó y los que sostienen que fue asesinado. No existe
encuesta al respecto y aunque se podía presumir que el resultado de una
apoyaría mayoritariamente la hipótesis del homicidio tampoco semejante dato
agregaría nada a la verdad del hecho. Lo único que vale son las pruebas y el
trabajo científico de los profesionales abocados a la investigación. De allí
que sobra y resulta altamente sospechosa la opinión del presidente AlbertoFernández respecto a que el peritaje de la Gendarmería Nacional respecto a que
es “ridículo” y “sin rigor científico”. Su coincidencia con el que facilitó el
arma asesina, el procesado por partícipe necesario del crimen, Diego
Lagomarsino, es total. Lo notorio del caso no es la división de los argentinos
que inventa Netflix sino el esfuerzo titánico (rayano en el encubrimiento) del
kirchnerismo para instalar la hipótesis del suicidio vía denostar la pericia de
gendarmería. Ello porque sin refutar ni una sola de las conclusiones de la
pericia, los Kollman y Duggan fundan sus especulaciones en presunciones de lo
que sucedía en la psique de Nisman. Por otro lado, creen a pie juntillas la
versión de Lagomarsino; de que le pidió prestada un arma para proteger a las
hijas ¿Por qué habría de pedir un arma si él ya contaba con una idéntica? ¿Acaso
para irse de este mundo haciéndole un daño gratuito a Lagomarsino? Además,
según el registro de llamadas telefónicas acreditadas en la causa Nisman llama
a Lagomarsino para que acuda a su domicilio a las 16:36 horas. Éste se hace
presente a las 17:18 horas y en esa circunstancia, según Lagomarsino, el fiscal
le solicita el arma y, por ende, se puede presumir que la decisión de suicidarse ya
estaba tomada. Sin embargo, después de las 18:00 horas el fiscal se comunicó
por teléfono con Patricia Bullrich y por WhatsApp con el hoy diputado Waldo
Wolff, el periodista Nicolás Wiñazki y con Soledad Castro (su secretaria).
¿Cómo se explica que en esas comunicaciones haya concertado a acciones
conjuntas a desarrollar para lunes en adelante si él ya había solicitado el
arma para suicidarse? Es más, a las 19:00 horas llama a Soledad Castro a su
casa para avisarle que había enviado al custodio Benítez a retirar un sobre. A
las 19:15 Soledad Castro entregó el sobre al mencionado custodio y este se lo
llevó al fiscal. Un suicida no actúa de esa manera.
Foto de las pericias de Gendarmería sobre la muerte de Alberto Nisman |
La
hipótesis del suicidio hace agua por todos lados. La presencia de ketamina, de
golpes, la disposición de las manchas sangre, el borrado de los mensajes del
celular, etc., la refutan ampliamente. El análisis químico del potasio presente
en el humor vítreo de un cadáver, por ejemplo, data el momento de la muerte con
una precisión del 98 %. Pues bien, el resultado de este estudio en Alberto
Nisman dice, categóricamente, que murió a las 02:46 horas del 18 de enero de
2015. Ello hace imposible que haya entrado a Google desde su computadora
personal horas después de muerto. ¿Fue el fantasma de Nisman o sus asesinos de
carne y hueso los que operaron con el ordenador del fiscal cinco horas después?
El presidente Alberto Fernández, los periodistas militantes Duggan, Kollman y
otros, para seguir hablando de suicidio, deberían ocuparse, por lo menos, de
invalidar con fundamentos la pericia científica del potasio en el humor vítreo.
No es que se espere que vayan a contribuir gran cosa con sus conocimientos pero
¿quién sabe? En una de esas valga para
que el hedor haya podrido campante, amaine…
NOTA: Las imágenes, enlaces y destacados no corresponden a
la nota original.
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