El
CECIM La Plata, creyendo que el actual Gobierno lo beneficiará con cargos y
manejo de estructuras del Estado Nacional, vuelve a sus prácticas históricas.
Con
el apoyo de los habituales dispositivos mediáticos controlados por Horacio Verbitsky (al que definen como
su “maestro”), atacaron con acusaciones a dirigentes de la Confederación de
Combatientes de la República Argentina.
Al igual que su maestro, los “lilitos” del CECIM
La Plata carecen de autoridad moral para acusar a nadie.
Desde
su mismo nacimiento como organización, se opusieron a la unidad de los
incipientes Centros de Ex Soldados Combatientes. Jamás promovieron una Ley para
beneficio del conjunto de sus compañeros, sólo para su pequeña rosca de
pequeñoburgueses de la Capital Provincial. E intervinieron, más de una vez,
para restringir derechos, no para crearlos. En especial, contra los combatientes que se desempeñaron como militares
profesionales durante la guerra.
Cuando
les cupo desempeñar cargos, se limitaron a promover agendas ideológicas,
totalmente divorciadas con las necesidades de sus compañeros y de la defensa de
la Causa de Malvinas. Y lo que critican de los demás, ellos lo practicaron en
forma constante, beneficiándose a sí mismos con la designación de familiares y
amigos, a espaldas de las organizaciones representativas del conjunto.
Pero
el peor de sus pecados no reside en sus miserias domésticas. Fueron, son y
seguirán siendo agentes operativos –pagos o no, eso no es lo más importante-,
de la estrategia británica en esta larga postguerra.
Al atacar permanentemente a las Fuerzas Armadas,
resultan funcionales a la estrategia colonialista de diluir sus
responsabilidades como potencia agresora, y “reconvertir” en el relato, un
conflicto de carácter internacional, en un conflicto interno.
Asimismo,
esas operaciones psicológicas de la inteligencia británica -ejecutadas prolija
y tozudamente por los “anti-Héroes del CECIM La Plata-, resultaron instrumentos
fundamentales y concurrentes para el desmantelamiento de nuestras FF.AA., lo
que colocó a nuestro país en virtual estado de indefensión, debilitando nuestro
reclamo en el Atlántico Sur. Porque, al decir de Federico el Grande: “Tratados
que no se basen en cañones son lo mismo que música sin instrumentos”.
Más de un cuarto de siglo después de finalizada la
guerra, promovieron denuncias de maltratos y abusos de los superiores -que
existieron, por supuesto-, tratando de caracterizarlas como “crímenes de lesa
humanidad”, homologables a los cometidos por la dictadura cívico-militar en el
Terrorismo de Estado.
Un
disparate completo, que además de engañar a aquellos ex soldados que sufrieron
verdaderas ofensas de sus superiores, logró engatusar a un par de magistradas
tan ignorantes de la Historia como del Derecho, y que fue enderezado por la
Cámara Nacional de Casación Penal y, finalmente, por la Corte Suprema de
Justicia de la Nación, que fallaron en contra de sus pretensiones. Pese a lo cual, insisten con sus engaños en
la actualidad, reeditando el festival mediático, sin destino judicial auténtico.
La
consecuencia más grave de su accionar, es que por primera vez en la postguerra
un magistrado argentino se pronunció a favor de la tesis británica que el
conflicto armado fue consecuencia de una decisión del Estado argentino (más
allá de quién gobernase en ese momento, ya que en el Derecho Internacional
Público esto carece de relevancia). Es decir, que el CECIM La Plata fue
determinante para obtener un fallo del sistema judicial nacional, a favor de la
tesis colonialista británica.
No
integro la Confederación de Combatientes, por dos razones: la primera, es que
no milito en la actualidad en ninguna organización de ex soldados combatientes;
la segunda, sus actuales dirigentes (Rada y Robles, fundamentalmente), no
sienten simpatía por mí. Seguramente, si tuviéramos oportunidad de conversar,
coincidiríamos en muchas cosas, y en muchas otras, no. Pero hay algo que tengo
claro: el bien común se conquista con organización y con unidad. Si uno no está
de acuerdo con los dirigentes actuales, lo que tiene que hacer es involucrarse
y tratar de cambiar desde adentro lo que le parece mal.
Mi
límite, como creo debería ser el límite de cualquiera que haya peleado por su
Patria, son los traidores. Como decía el Gral. San Martín:
“Lo
que no puedo concebir es que haya americanos que por un indigno espíritu de
partido se unan al extranjero para humillar a su patria y reducirla a una
condición peor que la que sufríamos en tiempos de la dominación española. Una
tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer”.
Durante
esta larga postguerra, he recibido palos de muchos lados. Pero del CECIM La
Plata, supongo que entre operaciones de prensa y falsas denuncias en los
pasillos políticos, habré soportado no menos de cien. La verdad, es que perdí
la cuenta. Como decía el Gral. Perón: “que hablen mal, pero que hablen”. A lo
que yo agregué en mi intimidad: “que hablen mal, mientras no tengan razón”. A
pesar de lo cual, carezco de rencor u odio. Mi descripción de su accionar es
objetivo; estos pibes son dañinos de verdad.
Espero
sinceramente que el actual Gobierno de la Nación no repita el error de imponer
a dedo a integrantes del CECIM La Plata en lugares de representación de los ex
soldados combatientes de Malvinas. No sólo porque no nos representan, sino
porque han sido los que más perjuicios han provocado sobre la memoria de
quienes brindaron sus vidas en la defensa de Malvinas, sobre los familiares de
los Héroes, sobre los ex soldados combatientes, y sobre la Causa de
recuperación de nuestros territorios.
Sería
ideal que, como acontece con otros sectores de la vida nacional, se abriera un
diálogo amplio y plural, y que los espacios de representación de los veteranos
de guerra sean ocupados por las expresiones mayoritarias, incluyendo a su vez a
las minorías.
Nadie
puede arrogarse la propiedad de esos espacios, pero sí es necesario hacer
respetar las auténticas representaciones democráticas. Y, por sobre todas las cosas, brindarles las herramientas a quienes velan
por el auténtico Bien Común. Difícil, pero no imposible.
NOTA:
Las imágenes y destacados no corresponden a la nota original.
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