lunes, 20 de enero de 2020

EL CECIM LA PLATA ES LA PRINCIPAL HERRAMIENTA DE LA ESTRATEGIA BRITÁNICA EN EL MUNDO DE LOS COMBATIENTES EN MALVINAS Y CARECE DE TODA AUTORIDAD MORAL PARA DENUNCIAR NADA


El CECIM La Plata, creyendo que el actual Gobierno lo beneficiará con cargos y manejo de estructuras del Estado Nacional, vuelve a sus prácticas históricas.

Con el apoyo de los habituales dispositivos mediáticos controlados por Horacio Verbitsky (al que definen como su “maestro”), atacaron con acusaciones a dirigentes de la Confederación de Combatientes de la República Argentina.


Al igual que su maestro, los “lilitos” del CECIM La Plata carecen de autoridad moral para acusar a nadie.

Desde su mismo nacimiento como organización, se opusieron a la unidad de los incipientes Centros de Ex Soldados Combatientes. Jamás promovieron una Ley para beneficio del conjunto de sus compañeros, sólo para su pequeña rosca de pequeñoburgueses de la Capital Provincial. E intervinieron, más de una vez, para restringir derechos, no para crearlos. En especial, contra los combatientes que se desempeñaron como militares profesionales durante la guerra.

Cuando les cupo desempeñar cargos, se limitaron a promover agendas ideológicas, totalmente divorciadas con las necesidades de sus compañeros y de la defensa de la Causa de Malvinas. Y lo que critican de los demás, ellos lo practicaron en forma constante, beneficiándose a sí mismos con la designación de familiares y amigos, a espaldas de las organizaciones representativas del conjunto.

Pero el peor de sus pecados no reside en sus miserias domésticas. Fueron, son y seguirán siendo agentes operativos –pagos o no, eso no es lo más importante-, de la estrategia británica en esta larga postguerra.

Al atacar permanentemente a las Fuerzas Armadas, resultan funcionales a la estrategia colonialista de diluir sus responsabilidades como potencia agresora, y “reconvertir” en el relato, un conflicto de carácter internacional, en un conflicto interno.

Asimismo, esas operaciones psicológicas de la inteligencia británica -ejecutadas prolija y tozudamente por los “anti-Héroes del CECIM La Plata-, resultaron instrumentos fundamentales y concurrentes para el desmantelamiento de nuestras FF.AA., lo que colocó a nuestro país en virtual estado de indefensión, debilitando nuestro reclamo en el Atlántico Sur. Porque, al decir de Federico el Grande: “Tratados que no se basen en cañones son lo mismo que música sin instrumentos”.


Más de un cuarto de siglo después de finalizada la guerra, promovieron denuncias de maltratos y abusos de los superiores -que existieron, por supuesto-, tratando de caracterizarlas como “crímenes de lesa humanidad”, homologables a los cometidos por la dictadura cívico-militar en el Terrorismo de Estado.

Un disparate completo, que además de engañar a aquellos ex soldados que sufrieron verdaderas ofensas de sus superiores, logró engatusar a un par de magistradas tan ignorantes de la Historia como del Derecho, y que fue enderezado por la Cámara Nacional de Casación Penal y, finalmente, por la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que fallaron en contra de sus pretensiones. Pese a lo cual, insisten con sus engaños en la actualidad, reeditando el festival mediático, sin destino judicial auténtico.

La consecuencia más grave de su accionar, es que por primera vez en la postguerra un magistrado argentino se pronunció a favor de la tesis británica que el conflicto armado fue consecuencia de una decisión del Estado argentino (más allá de quién gobernase en ese momento, ya que en el Derecho Internacional Público esto carece de relevancia). Es decir, que el CECIM La Plata fue determinante para obtener un fallo del sistema judicial nacional, a favor de la tesis colonialista británica.

No integro la Confederación de Combatientes, por dos razones: la primera, es que no milito en la actualidad en ninguna organización de ex soldados combatientes; la segunda, sus actuales dirigentes (Rada y Robles, fundamentalmente), no sienten simpatía por mí. Seguramente, si tuviéramos oportunidad de conversar, coincidiríamos en muchas cosas, y en muchas otras, no. Pero hay algo que tengo claro: el bien común se conquista con organización y con unidad. Si uno no está de acuerdo con los dirigentes actuales, lo que tiene que hacer es involucrarse y tratar de cambiar desde adentro lo que le parece mal.

Mi límite, como creo debería ser el límite de cualquiera que haya peleado por su Patria, son los traidores. Como decía el Gral. San Martín:

“Lo que no puedo concebir es que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempos de la dominación española. Una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer”.

Durante esta larga postguerra, he recibido palos de muchos lados. Pero del CECIM La Plata, supongo que entre operaciones de prensa y falsas denuncias en los pasillos políticos, habré soportado no menos de cien. La verdad, es que perdí la cuenta. Como decía el Gral. Perón: “que hablen mal, pero que hablen”. A lo que yo agregué en mi intimidad: “que hablen mal, mientras no tengan razón”. A pesar de lo cual, carezco de rencor u odio. Mi descripción de su accionar es objetivo; estos pibes son dañinos de verdad.

Espero sinceramente que el actual Gobierno de la Nación no repita el error de imponer a dedo a integrantes del CECIM La Plata en lugares de representación de los ex soldados combatientes de Malvinas. No sólo porque no nos representan, sino porque han sido los que más perjuicios han provocado sobre la memoria de quienes brindaron sus vidas en la defensa de Malvinas, sobre los familiares de los Héroes, sobre los ex soldados combatientes, y sobre la Causa de recuperación de nuestros territorios.

Sería ideal que, como acontece con otros sectores de la vida nacional, se abriera un diálogo amplio y plural, y que los espacios de representación de los veteranos de guerra sean ocupados por las expresiones mayoritarias, incluyendo a su vez a las minorías.

Nadie puede arrogarse la propiedad de esos espacios, pero sí es necesario hacer respetar las auténticas representaciones democráticas. Y, por sobre todas las cosas, brindarles las herramientas a quienes velan por el auténtico Bien Común. Difícil, pero no imposible.


NOTA: Las imágenes y destacados no corresponden a la nota original.

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