Ciudad de Buenos Aires, 26 de agosto de 2020
Señor Jefe del Ejército:
Me dirijo a usted como máxima autoridad de las FFAA. No lo hago ni ante el ministro de defensa ni ante el presidente de la República porque considero a ambos enemigos de las FFAA y responsables de lo que en estas líneas he de denunciar ante usted. Son enemigos porque ideológicamente representan el pensamiento de quienes en los años 70 mediante el terrorismo, el secuestro y asesinatos sembraron de sangre al pueblo argentino. Desde que están en el poder no han cesado en su espíritu de venganza hacia quienes los derrotaron en el campo de combate subversivo que ellos mismos instalaron, y mediante una justicia corrupta que manejan a su antojo han procesado, enjuiciado y condenado prevaricadoramente a un sinnúmero de jefes, oficiales, suboficiales de las FFAA, de seguridad, policiales, penitenciarias y civiles que los combatieron en defensa de valores y principios. Es por ello que no sólo no les reconozco ningún tipo de autoridad sino que, al igual que ellos, los sigo considerando enemigos.
Debo aclararle al señor Jefe del Ejército
que estas líneas corren bajo mi total y absoluta responsabilidad y tienen
carácter personal. Por lo tanto sólo me representan a mí y a nadie más, más
allá de que, seguramente muchos camaradas de lucha compartirán alguno o la
totalidad de mis dichos.
Escribo cartas de lectores y artículos
desde hace muchos años. Y en ellos siempre tuve muy presente no criticar al
Ejército del que me siento partícipe pese a haber sido destituido por haber
sido uno de los protagonistas del pronunciamiento militar del 3 de diciembre de
1990. En efecto, nunca, a pesar de no compartir un sinnúmero de políticas
institucionales, sobre todo, las seguidas con los camaradas en prisión, he
hecho mención a la conducción de la Fuerza, salvo en una oportunidad que, hastiado
de tanta injusticia me dirigí a todos los camaradas de la institución con una
carta que titulé “¿Hasta cuándo
camaradas… Hasta cuándo?” La misma estaba motivada en el intento de
suicidio de un oficial que, sabiendo que lo iban a detener injustamente por los
hechos ocurridos durante la guerra contra la subversión, tomo esa trágica
determinación. Y la carta era un grito de “hasta
cuándo van a permitir esto”…
Hoy, más hastiado todavía, vuelvo a
escribir esta carta de lectores pero dirigida a usted en su condición de Jefe
del Ejército Argentino. Lo hago de esta forma, es decir, pública y mencionando
sólo su cargo, porque tengo especial interés que la sociedad argentina tome
conocimiento sobre tanta injusticia y tanto dolor.
Acaba de morir el señor coronel del
Ejército Argentino don Ramón Abel Recio, un camarada que, como la casi
totalidad de los presos por causa de la guerra contra la subversión, cumplía
una injusta e ignominiosa prisión en el penal militar de Campo de Mayo luego de
transitar por diferentes cárceles comunes del interior de país.
El coronel Recio, como los demás camaradas
en prisión, son parte del Ejército Argentino, no son parte de “una película en blanco y negro” que
debe ser olvidada. El poder político corrupto, ha logrado mediante la guerra
psicopolítica llevada a cabo desde el poder, hacerle creer a los oficiales y
suboficiales de la actualidad que: “con
ellos no es la cosa”, “que ellos no
son responsables de lo ocurrido en los ’70”, “que esa época no tiene nada que ver con el Ejército actual”.
¡Mentira señor general! ¡Mentira!… ¡¡¡El
coronel Recio también es el Ejército Argentino…!!! Y hoy acaba de entregar su
vida en prisión, contagiado de un virus del que este gobierno apóstata y
corrupto protegió a todos los integrantes de su banda, e incluso a su mano de
obra integrada por peligrosos delincuentes comunes, dejándolos ir a sus
domicilios. Los jueces, cómplices, corruptos y delincuentes le negaron ese
permiso a un hombre de honor como el coronel Recio al igual que lo hicieron con
tantos otros que se están muriendo en la cárcel.
Sé que mis palabras son duras pero no por
ello carentes de verdad, todo lo contrario. Tampoco pretendo con ellas una
actitud golpista, simplemente se trata de recordarle a usted y a los
integrantes del Glorioso Ejército Argentino y Sanmartiniano que los hombres que
combatieron a la subversión terrorista y apátrida en defensa de valores y
principios y no cometieron delito alguno, también SON el Ejército. Ruego a Dios
y a su Santa Madre que tome las mismas como el sentimiento más profundo de un
ex jefe del Ejército Argentino que también, pese a haber sido destituido y
privado del uso del uniforme de la Patria, se sigue sintiendo un soldado.
¡Por
Dios y por la Patria!
Hugo Reinaldo Abete
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