Por Mauricio Ortín
Después del #18F, ya nada será igual y lo saben
propios y extraños. El hecho de que la marcha haya sido convocada por una parte
del poder judicial, y repudiada por la otra, es el mejor señal de la fractura irreparable
que ha tenido lugar en el seno de la de la justicia federal. El evento, negro
sobre blanco, exhibirá en la vidriera pública a los fiscales y jueces serviles
al kirchnerismo frente a los jueces y fiscales que –por fin- han asumido el
mandato constitucional de constituirse en un poder independiente. El #18F más
que una marcha constituye, de hecho, la celebración de un nuevo y tácito pacto entre,
por un lado, los argentinos que se movilizarán y, por el otro, los jueces y
fiscales que se puedan recuperar del poder judicial de la Nación. Los primeros,
con su presencia militante, legitimarán a los segundos y estos, a su vez, se
comprometerán a servir exclusivamente a la Constitución Nacional y, por ende, a
investigar, denunciar y juzgar a los funcionarios corruptos responsables de la
peor decadencia de la historia de la República. Ello implicará, como es obvio,
empezar por la propia casa separando la paja del trigo. La muerte del fiscal
Nisman, si es que de verdad vamos a honrarlo como se merece, así lo reclama.
Ahora bien, hablemos claro, se trata de un acto
estrictamente opositor ¡Qué duda cabe! ¡Desde cuando es mal visto oponerse a la
“justicia” podrida a la que nos
somete el kirchnerismo! o ¡en razón de qué causa debemos seguir tolerando que
Eugenio Zaffaroni, el emblema de la “justicia”
kirchnerista, desde ese pedestal erigido sobre prostíbulos y negaciones de
habeas corpus a desaparecidos nos dé clases de Derecho por la televisión
oficial! y, por otro lado, ¡qué tiene de malo protestar contra la “justicia” pestilente de Oyarbide y
compañía! O, ¡por qué tengo que admitir como conformes a Derecho a esos
mamarrachos impresentables conocidos como “juicios
por crímenes de lesa humanidad”!
A la marcha del #18F yo voy porque quiero ser
firmante de ese pacto. A lo mejor no
todo está perdido y los argentinos nos damos una nueva oportunidad para recuperarnos
moralmente. Y, aunque así no fuera, yo
voy porque es lo mínimo que puedo hacer por Alberto Nisman Mas, pase lo que
pase el #18F, la deuda con el fiscal asesinado será por siempre, impagable.
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