lunes, 16 de febrero de 2015

TAPÉMONOS LA NARIZ, PERO VAYAMOS

por José Luis Milia

La marcha del 18F tiene para muchos, no sé si para los organizadores, una connotación más aparte de homenajear al Fiscal Nisman. Estoy seguro de que una gran mayoría espera que esta marcha sea el día a partir del cual se empieza a recuperar la República.

La República está postrada por dos causas, la mentira conceptual de un relato mafioso que emana del gobierno y sus secuaces, y la cobardía de los argentinos siempre prestos a venderse por treinta denarios.

Si queremos que esta recuperación sea un proceso en serio y no una falsa mejoría cabría empezar a usar la verdad como la única moneda de cambio que nos puede sacar de este marasmo; por ello, habría que hacerle a los fiscales que han llamado al pueblo a acompañarlos en esta manifestación de recuerdo y homenaje al Fiscal Alberto Nisman, la siguiente pregunta, y esperar de ellos una respuesta fiel: ¿qué diferencia hay entre el criminal que apretó el gatillo de la pistola que mató a Nisman con aquel que, en 1974 asesinó al juez Jorge Quiroga?

Raúl Argemi y Marino Amador Fernández
fueron los asesinos de juez Jorge Quiroga

Cualquier persona decente tiene la respuesta: no hay ninguna diferencia. El aún desconocido criminal no solo mató al fiscal sino que su objetivo final era envolver a la sociedad en una telaraña de terror. Ergo, ese asesino es entonces tan terrorista como quien asesinó al Juez Jorge Quiroga o como el que puso la bomba en la AMIA. Ha cumplido su función. Hay miedo en la sociedad argentina.

Lamentablemente, y de acuerdo a la respuesta, no nos podemos quedar en una sola pregunta, nuevas preguntas fluyen ya que si no hay diferencias, si lo que se hizo en 1974 es lo mismo que estamos sufriendo en 2015, ¿por qué ningún fiscal de los que hoy lloran a un colega no se opusieron a que la placa que recordaba al Juez Quiroga fuera retirada? También hay respuesta para esto, y aunque a muchos no les guste, tiene que ver con una palabra de regusto áspero pero cierto: cobardía.

La placa decía:
"Jorge Vicente Quiroga. Secretario, Fiscal y Juez de la Nación. Administró Justicia con prontitud ejemplar. Integró la Cámara Federal en lo Penal hasta su disolución el 26 de mayo de 1973. Fue asesinado por delincuentes terroristas el 28 de abril de 1974".

Cobardía ante la descalificación que las arpías que se sienten dueñas de los derechos humanos les hicieran por tener una actitud valiente.

Cobardía ante la posibilidad de que la “ideología” dominante les hiciera saber que el “proyecto” había dejado de contar con ellos.

Cobardía -durante doce años- ante las actitudes de un gobierno que pretendió usar a la justicia como aval de sus decisiones más espurias.

Porque esa cobardía, tan intrínseca en ellos que no la saben ocultar, los hizo parte a ellos -los organizadores, los fiscales acongojados de hoy- del circo que persiguió despiadadamente a los hombres que combatieron a asesinos y terroristas como quien mató hoy a Nisman, como quien mató hace cuarenta y un años al Juez Quiroga.

Porque la cobardía, intrínseca en ellos, también los hizo partícipes necesarios del vejamen que otros caguetas, aún más cobardes que ellos le infringieron a la Constitución Nacional -los payasos que integraban hasta fin del año pasado la Corte Suprema, con la sola y dignísima excepción del Juez Fayt- convirtiendo a los procesos penales de “lesa humanidad” en una afrenta al artículo 18 de ella, y transformando a cada uno de estos procesos en un festival de mentiras, testigos falsos, negación de la presunción de inocencia, maltrato a los acusados y prevaricación.

Los argentinos estamos acostumbrados a votar tapándonos la nariz, las elecciones de octubre no será la excepción y a esta marcha podemos ir en las mismas condiciones, pero ir, porque por su trascendencia el 18F se ha convertido en una marcha por la República, quizás en una de las últimas oportunidades que nos quedan de salvarla y, pese a que en ella se encuentren personajes siniestros y cagones impenitentes, es también el recuerdo a alguien -más allá de estar o no de acuerdo con él- que jugó su vida.

José Luis Milia



NOTA: Las imágenes y destacados no corresponden a la nota original.

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