Por María Lilia Genta
Tuve que dejar pasar
veinticuatro horas, después de enterarme de que el Papa Francisco recibirá a
Hebe de Bonafini, para, con el alma en paz, poder contar una lejana entrevista
con Monseñor Jorge Mario Bergoglio en la Curia de Buenos Aires.
Por aquel entonces
había ocurrido un hecho bastante llamativo: las “madres” habían logrado que
durante el Viacrucis celebrado aquel año, nada menos que en el Coliseo en Roma,
les dedicaran una estación a su “martirio”.
Sonia de Fernández
Cutiellos, madre del segundo jefe y heroico defensor del Cuartel de La Tablada,
Teniente coronel Horacio Fernández Cutiellos muerto en combate (1989) y yo,
hija de Jordán Bruno Genta, filósofo católico asesinado por el ERP 22 de agosto
cuando salía de su casa para asistir a misa un domingo de octubre de 1974, a
raíz de aquel episodio romano pedimos una audiencia a Monseñor Jorge Mario
Bergoglio, nuestro obispo. Nos acompañaron en esa entrevista dos amigos de
nuestros muertos.
Monseñor Bergoglio
nos recibió con gran calidez y comprensión ante nuestro desconcierto por lo
sucedido en Roma. Era más que evidente que alguien en el Vaticano había
“acordado” con las “señoras” este homenaje universal. Fue entonces cuando
Monseñor, demostrando que conocía muy bien a las “señoras” y a su líder, nos
contó lo ocurrido, un tiempo antes, en vísperas de una fiesta patria en la
Catedral de Buenos Aires: un grupo de “madres”, encabezado por Hebe, había
ocupado el templo catedralicio con la intención de pasar allí la noche e
impedir el Tedeum que se celebraría al día siguiente con la presencia de Carlos
Menem a la sazón Presidente de la República. El entonces Cardenal Quarracino no
estaba en Buenos Aires o estaba enfermo (no recuerdo bien este detalle) por lo
que le tocó a Monseñor Bergoglio afrontar semejante problema. Obrando con gran
habilidad política pidió la presencia de la Policía pero con la condición de
que enviaran solamente personal femenino y sin armas. Esas mujeres policías,
jóvenes y fuertes, con los mejores modales, fueron convenciendo a las “damas”
que debían retirarse de la Catedral. Aunque hubo protestas, finalmente acataron
la orden policial; todas a excepción de una, Hebe de Bonafini. Nos contó Monseñor
que ante la obstinada resistencia de la susodicha fueron necesarias seis
policías para sacarla, por fin, en andas, a la calle, mientras blasfemaba
vociferando. También nos dijo Monseñor: Creo ser un hombre que tiene “calle”,
creía que había escuchado todo y de todo, pero les aseguro que de la boca de
esa señora salieron frases horribles, de una grosería que me era desconocida y
que creo difícil volver a escuchar. Estas no fueron cosas que me contaron que
Bergoglio dijo; las oí directamente de sus labios.
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