“El
que justifica al impío, y el que condena al justo.
Ambos son igualmente abominación a Jehová.”
Proverbios 17:15
Ambos son igualmente abominación a Jehová.”
Proverbios 17:15
Mucho se ha escrito
en estos días sobre la visita de la “madre” Bonafini a Su santidad Francisco;
en general, todos hacen hincapié en lo que Hebe dijo sobre Jorge Bergoglio,
antes y después de haber sido elegido Papa. Que las palabras salidas de la
cloaca bonafiniana, tanto las referidas a la persona de Jorge Bergoglio S.J.
como a la de Su Santidad Francisco, sigan teniendo vigencia en nuestras diarias
invectivas se debe exclusivamente a que evitamos tener en cuenta que puede
existir el arrepentimiento en el ofensor y que el perdón es una cualidad del
ofendido, y que recibir a putas, malhechores y blasfemos que se sentían
abrumados por el pecado fue el camino que Nuestro Señor Jesucristo indicó a sus
pastores ya que él fue quien primero lo recorrió. Si bien a nosotros,
imperfectos como somos, nos duele esto, es porque estamos lejos de entender
que: “…habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por
noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.” (Lucas 15:7)
Bien, hasta aquí lo
referido a Francisco, Papa y pastor de la grey católica; otra cosa es
Francisco, Papa y figura política que para desgracia nuestra y también de él,
no nació en Azerbaijan sino en Buenos Aires, más precisamente en el barrio de
Flores y del que, hasta en la mínima tarea de lavarse los dientes le hemos
endilgado, porque él lo permitió, una connotación política.
No ha tenido,
Francisco, en tanto relevante figura de la política nacional, que lo es -no nos
hagamos los distraídos diciendo que su lugar solo es el mundo- la mínima
consideración hacia sus compatriotas que no sabemos si ha sido usado, si se ha
dejado usar o si efectivamente, a partir de sus acciones, podemos suponer que
se ha aferrado a una parte de esa Argentina dividida desde hace mucho y que, dado
el poder que como persona influyente tiene, ha decidido que profundizar “la
grieta” es el camino correcto para que la Argentina tenga un futuro decoroso ya
que quizá piense que una parte de los argentinos sobran en esta concepción
política.
Personalmente no me
interesa si lo recibe a Macri con una sonrisa o a pura “cara e’ culo”; este es
un juego de taitas y el presidente ha hecho lo imposible para despegarse de su
“infortunada” frase en la que prometía acabar con el curro de los derechos
humanos. Sí me interesa saber de que lado de la grieta que está ayudando a
extender- a conciencia o sin darse cuenta- el Papa se encuentra. Porque la
grieta no solo se refiere a más o menos pobreza, hambre y oportunidades
actuales, esta zanja es mucho más antigua y es de ella que vienen nuestros
desencuentros. Si bien podríamos suponer que, mirando con suspicacia las
acciones de cada uno, el presidente y el Papa quieren expresar su indiferencia
frente a esto. Uno, el presidente, se exime de reconocer que él y su familia están
vivos o no exiliados, porque cuarenta años atrás unos hombres le plantaron cara
a quienes querían una patria socialista. El otro, recibiendo a quienes recibe,
parecería que le duele que esa patria socialista solo se haya quedado en una
tibia matanza sin haberse concretado en los hechos; pero lo cierto es que a
ninguno de los dos parece importarles que hay ancianos que, por haber combatido
a la subversión que atacó a la República en los setenta, estos mueren en
abandono de persona en los penales federales, ya que parecería que ambos tienen
el mismo gesto de mirar al costado frente a esto. También es menester decir que
si bien debemos considerar en este año de la misericordia con más justeza el
arrepentimiento y el perdón de los hombres, el Papa arrastra el agravante de
haber recibido a putas, ladrones, terroristas y funcionarios corruptos que,
creemos, ni siquiera se han acercado al camino de la contrición.
Jose Luis Milia
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