jueves, 6 de diciembre de 2012

NAZISMO Y DESCALABRO MORAL

5 DIC 2012


Lic. Gustavo Adolfo Bunse  




Ya importa poco…  si existe alguien que se ocupe del país.
Ya importa poco… si habrá algún milagro que nos ataje en la caída.



En un terremoto… nadie se tiene que preocupar por toda la vajilla de cristal que empieza a estrellarse contra el piso. Ni siquiera podrá verse a  alguien que quiera tratar de volver a un edificio a buscar un medicamento que le toca tomar en media hora. 

El centro de gravedad de todo el escenario es una especie de ruleta rusa en la que puede salir el disparo en cualquier momento…  Una injusticia metafísica que nos toca vivir.

Un terremoto psicosocial, que nos obliga a estar a bordo de un tren en algo muy parecido a un descarrilamiento interminable.

Ese tren… lleva el germen de nuestro destino:

La malignidad… de una crispación extravagante, llovida sobre cada uno de nosotros… como si fuera una suerte de obligación defensiva en la que se debe tomar partido por las salvajadas.

O se está a favor de las salvajadas, aceptando todo… o se debe decir que uno no lo acepta y que se declara en contra… pasando en forma automática a ser un enemigo del Estado (como que el gobierno de ese Estado lo conduce como un armamento de su propiedad)

Quien esto escribe… quisiera pensar que esta mujer… y la cáfila de depredadores que la rodea… padecen alguna confusión muy seria o acaso un desorden de valores… como consecuencia natural de algún  golpe traumático… profundamente espiritual, psicológico o incluso afectivo.   Pero no.

Los síntomas o signos de sus conductas y de sus prácticas morales públicas, ofrecen una formidable evidencia de que se trata… en todos los casos… de su propia determinación… lamentablemente deshonesta.

No puede ella, premiar a un enorme depredador como Rafael Correa, socio pleno de Mahmud Ahmadinejad y de las FARC que financiaron todas sus campañas políticas según documentación encontrada por las Fuerzas Colombianas en varios combates.

Y premiarlo con los galardones especiales para quienes defienden la libertad de prensa… viéndolo alegremente justificar dos masacres que fueron crímenes de lesa humanidad con 114 muertos en total. 

No puede hacer eso.

No.  No sin antes convertirse en una aliada, cómplice, encubridora y suscriptora firme de esa argumentación absolutamente nazi.

Ella y el difunto prócer de la fantasía… con una premeditación casi científica… y con fines perfectamente prefigurados, fueron quienes diseñaron, articularon compusieron y decidieron el formato de esta catalepsia a través de una gran farsa.


Las soluciones que se adoptan en el Gobierno son precisamente las que indica la versión ó el rumor que fue engendrado en el pueblo mismo, como si fuera el más lógico escenario esperable para un momento determinado luego de navegar todos en lo irresoluto.


Son las claves primarias del descalabro moral.

La incertidumbre y el descreimiento, convierten a la sociedad en una masa refractaria que se aísla y se “protege” hasta de la verdad más pura … esquivando, sin distinciones… lo que viene y lo que va.

Y así, por ejemplo una “desmentida”…. se toma como confirmación, y una “proclama” como el aviso del próximo engaño.

Un “gesto político” como burda señal justamente de lo contrario a lo que se diga… o a su sentido normal.

Todos… se obligan, como una trágica defensa… al fariseísmo, a la apostasía y al cinismo. Un pueblo de ácratas[1]… que reacciona luego de un modo que es una función directa de su mansedumbre… y de su instinto de conservación.

Pero el instinto de conservación colectivo no existe en una Nación sin Estado y sólo han de prevalecer allí las conductas individuales como estigma de los bordes confusos de la tolerancia y la dignidad.

En cualquier país del mundo más o menos serio, un  grave caso como el de Amado Boudou…  arrasaría con el gobierno. 

Obligaría a renunciar  al susodicho y…  seguramente, empujaría a que… cualquier parlamento decente,… se rindiera postrado ante las evidencias de este gran desfalco organizado desde el poder.

Y  su socia plena,  en el cargo de la primera magistratura,…  tendría que regurgitar su retórica plañidera, pero ante un tribunal de jueces honestos…  para que explique como rayos ha hecho para ignorar completamente y no ser cómplice natural de la saga criminal de este asalto a las arcas de la Nación.

Es autora del descalabro moral…  y ahora se auto incrimina en un nazismo que ya supera lo retórico y el idioma de los gestos

Es que ella… está flotando aún en esa nube de impunidad que  se acostumbró a respirar cerca del ladrón difunto. Su escenario inmediato es una apuesta muy compleja y peligrosa.

Todo lo que se ha venido improvisando,  postergando y simulando en la  Argentina… todo lo que se ha artificializado y todo lo que se barrió bajo la alfombra, prefigura un escenario que la obliga a subir interminablemente la apuesta de la mentira.

Los errores estratégicos son tan groseros que  resulta inconcebible que ningún asesor se los advierta. La única explicación es que nadie se anima a señalarlo por el clima de terror que aún cunde en “palacio”.

En este paroxismo de la mentira y de la incertidumbre… tenemos derecho a creer en cualquier rumor  y en cualquier versión…  porque la mitómana que nos conduce… no nos dice nada y lo poco que nos dice, es mentira.

Y tenemos derecho… a sostener  que el odio  nazi que ella  tiene por quienes pensamos diferente…  es señal absoluta acerca de que el descalabro moral…  es su objetivo personalísimo.

Lic Gustavo Adolfo Bunse

gabunse@yahoo.com.ar



[1] Acracia (del griego α-, a "no", y κράτος, kratos "autoridad") designa una concepción que niega la necesidad de que exista cualquier clase de autoridad. Usada ampliamente como sinónimo de anarquía, la raíz del concepto no es la misma: mientras anarquía alude a la ausencia de un gobierno o Estado que dirija la sociedad, acracia supone la ausencia de coerción.

En este sentido etimológico la palabra acracia amplía la idea de anarquía señalando no sólo una sociedad organizada anti-estatalmente sino además un orden social basado en el principio de no invasión, en que las normas sociales de convivencia sean resultado de acuerdos voluntarios, y donde se rechace la legitimidad de cualquier imposición por la fuerza. Las palabras ácrata (adjetivo) y acracia probablemente se originaron durante el siglo XX.

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