domingo, 2 de diciembre de 2012

Una epopeya inútil

Río Negro - 30Nov12 - Opinión

Editorial


La convicción, es de suponer sincera, de la presidente Cristina Fernández de Cristina y sus incondicionales de que una proporción mayúscula de sus propios problemas y los del país se debe a nada más que la hostilidad de los medios del Grupo Clarín los ha llevado a tratar el 7D como si esperaran que, en el día así denominado en la jerga en boga, el panorama político argentino se transformara por completo, que en adelante un aluvión de buenas noticias modificara radicalmente el sentir de la gente. Aunque el país se ve abrumado por problemas concretos de distinta índole, los kirchneristas se las han arreglado para persuadirse de que les será dado solucionarlos –mejor dicho, borrarlos– mediante un zarpazo certero contra la empresa periodística más grande del país. Puesto que el 7D el gobierno logrará a lo sumo la suspensión, por un rato, de algunos programas televisivos, sería realmente asombroso que el triunfo supuestamente épico pronosticado por el oficialismo tuviera un impacto positivo en el clima imperante. Por el contrario, los ya enojados por la gestión llamativamente torpe y por la soberbia del gobierno de Cristina lo tomarían por un intento de amordazar a los críticos que por algún motivo cree influyentes, lo que, huelga decirlo, lo desprestigiaría todavía más. Pero si, como muchos prevén, no sucede nada, el gobierno sufriría una nueva derrota, ya que ha apostado tanto a que la eventual instrumentación de la ley de Medios para que perjudique a Clarín, dejando a salvo a los medios amigos, le permita marginar a los reacios a ayudar a difundir el cada vez más estrafalario "relato" oficial.


La obsesión de los kirchneristas con los medios periodísticos es atribuible al desprecio que tantos "militantes" oficialistas sienten por la ciudadanía. La creen conformada por sujetos ignorantes, personas incapaces de pensar de manera independiente que se limitan a obedecer las órdenes que les envían los diarios, las emisoras de la radio o los canales televisivos. Aunque a esta altura el fracaso abismal de sus propios esfuerzos, subsidiados por miles de millones de pesos aportados por todos los contribuyentes, por crear un imperio mediático en condiciones de competir con el Grupo Clarín u otras empresas debería haberles enseñado que es un error sobreestimar la influencia de la prensa en su conjunto, ya que a pesar del escaso entusiasmo del grueso de los medios independientes en octubre del año pasado la presidenta se vio reelegida por una mayoría impresionante, distanciándose de todos sus rivales, siguen persuadidos de que en la propaganda está la clave del éxito político.


Se equivocan, claro está. Aun cuando consiguieran monopolizar todos los medios de comunicación, los kirchneristas no podrían impedir que la ciudadanía se enterara de los errores que cometen a diario a menos que impusieran una dictadura feroz equiparable con la de Corea del Norte. Por cierto, las protestas gigantescas que esporádicamente se celebran en contra de la inoperancia sistemática del gobierno no se deben a la prédica de Clarín y otros medios sino a factores como la inflación al parecer irrefrenable que perjudica a casi todos, la inseguridad que, huelga decirlo, es mucho más que "una sensación", el deterioro evidente de los servicios públicos, episodios bochornosos como el supuesto por la detención en un puerto ghanés de la fragata "Libertad", el cepo cambiario que imposibilita el ahorro y, desde luego, las declaraciones disparatadas de ciertos funcionarios y las arengas que pronuncia la presidenta por la cadena nacional.


De todos modos, ya es demasiado tarde para que el gobierno tenga posibilidad alguna de verse beneficiado por el desmantelamiento parcial del Grupo Clarín que se ha propuesto. El gran enemigo de la gestión de Cristina no es un medio determinado. Es su propia tendencia y aquella de sus partidarios más vehementes a privilegiar lo ideológico, es decir lo abstracto, por encima de todo lo demás. Parecería que están tan ocupados perfeccionando su extraño "relato" que no tienen tiempo para los asuntos concretos, de ahí la presencia en puestos estratégicos del gobierno de tantas personas ambiciosas pero nada idóneas que se destacan por su presunta lealtad hacia la presidente y que han aprovechado la oportunidad que se les ha brindado para hacer gala de su propia impericia.







Carlos Manuel Acuña
para diario Río Negro

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