Dado lo visto y mostrado en el Día de la Memoria, es evidente que un sector de la población no aprendió nada… es hora que la sociedad se manifieste mediante el método democrático que elija, ¿qué es lo quiere hacer con el pasado, el presente y el futuro de la nación?
No se puede continuar manteniendo
una mirada hemipléjica de la historia reciente y violenta de los años ’70 y
menos juzgando y castigando a “un solo demonio”.
por Agustín Laje (*)
Cuando los rencores del pasado se
utilizan para legitimar determinadas políticas e ideologías del presente, las
enseñanzas de la historia caen en saco roto y el peligro de repetir errores y
horrores se vuelve inminente. En efecto, la pasión intrínseca a ese oximoron
conocido como “memoria colectiva” se interpone a la sobriedad, rigurosidad y
templanza del estudio de la historia, y acaba por reproducir en el hoy
conductas y pensamientos del ayer. Es lo que estamos viviendo, en pocas
palabras, los argentinos de la era kirchnerista.
Estuve en la marcha del pasado 24
de marzo que se hizo en conmemoración por el 37 aniversario del último golpe
cívico-militar. Fui ahí una suerte de infiltrado, pues no comparto la versión
reduccionista y maniquea de la historia que en ese evento se difunde, ni
comulgo con la violencia simbólica que opaca por completo una supuesta defensa
de los Derechos Humanos que, en los hechos, se degenera en una oxidada
manifestación de ideologías extremistas. Mi intención era, más bien, tener un
contacto directo y personal con los acontecimientos que allí se desarrollaban
para interpretar las motivaciones, creencias y expectativas de los aunados.
Tanto lo que observé en ese acto
de la ciudad de Córdoba, como lo que luego mostraron los medios nacionales y
pronunciaron los referentes de los organismos de Derechos Humanos, me han dado
la certeza de que si algo evidenció el pasado 24 de marzo, eso fue que el
“Nunca Más” -como slogan que señalaba la necesidad de evitar repetir el
sangriento pasado- ha sido una rotunda y descarada estafa.
El eje del relato setentista
configurado por el kirchnerismo está puesto sobre la impugnación de la llamada
“teoría de los dos demonios”, frente a la cual no han podido mejor cosa que
imponer una maniquea “teoría del demonio único”. Pero si creer que la reducción
de lo vivido en los años `70 a un conflicto entre militares y guerrilleros es
una forma de simplificar la realidad, sostener que la complejidad de la
historia se explica únicamente a partir de las responsabilidades militares, es
directamente faltar a la verdad.
La “teoría de los dos demonios”
liberó de culpas a la sociedad civil y a la clase política. Borró de la
historia sus responsabilidades, que fueron muchas. La “teoría del demonio
único” completó el trabajo, no sólo borrando de la historia las
responsabilidades de las organizaciones terroristas (21.644 atentados entre
1969 y 1979 según datos de la Causa 13 y miles de víctimas), sino que además,
les devolvió la legitimidad que necesitaban para hacer su reaparición en la
historia.
Si algo destacó en los distintos
actos del 24 de marzo que acaba de pasar, eso fue la cantidad de banderas de
Montoneros que se enarbolaban en lo alto. Varios muchachos -algunos encapuchados,
cubriendo sus rostros y cargando amenazantes palos- las sostenían, con la
entusiasta complicidad de los concurrentes, que los felicitaban. El logo de la
organización guerrillera, conformado por una tacuara cruzada por un fusil, no
había sido reemplazado por uno menos belicista que, al menos, fuese más
apropiado para una supuesta marcha “por los Derechos Humanos”. Ya no se
mantienen ni las apariencias. La lógica marcial era lo que predominaba con
claridad, ante un amenazante “Volvimos” y una serie de cánticos en los cuales
el público se reivindicaba como “soldados de Perón” (tal como se identificaban
los Montoneros de los `70 en algún momento).
Debe recordarse que Montoneros
fue una peligrosa organización terrorista declarada ilegal nada menos que por
un gobierno constitucional y peronista el 6 de septiembre de1975, a través del
decreto 2452. Este grupo se cobró la vida de varios cientos de personas:
militares, policías, sindicalistas, políticos, empresarios, obreros y hasta
niños y ancianos. La organización recibió entrenamiento militar en Cuba por
instructores castristas, y en Medio Oriente por la Organización de Liberación
de Palestina (OLP). Fue considerada, por todo esto, como la banda terrorista de
mayor peligrosidad de toda América Latina en el Siglo XX.
La exacerbación de la “teoría del
demonio único” y el uso político y económico de la memoria, lejos de
conducirnos a un genuino “Nunca Más”, ha ido generando las condiciones
necesarias para la reaparición de Montoneros en la vida política actual. Cuando
Estela de Carlotto dijo por la radio Rock & Pop, horas antes de la marcha
del 24 de marzo, que “lo malo fue el terrorismo de Estado y lo bueno, una
generación que dejó la vida y nos dejó la democracia… lo que ellos hicieron fue
hermoso”, no sólo estaba legitimando con su maniquea palabra el resurgir de una
organización que hizo del terrorismo su argumento político, sino que estaba
faltando groseramente a la verdad. En efecto, tal como se desprende de los
datos de la Causa 13 (Juicio a las Juntas Militares), el 52% de los atentados
del terrorismo subversivo fueron perpetrados durante períodos democráticos. Su
lucha -“hermosa” para Carlotto- no era por la democracia, sino por la
instauración de un régimen dictatorial similar al castrista, tal como lo confesaban
en sus propios documentos y publicaciones.
Para alegría de esa abuelita tan
afecta a los viajes en primera clase y la estadía en lujosos hoteles de cinco
estrellas, la organización Montoneros se ha reagrupado principalmente en
Mendoza y en Córdoba, y se está preparando también en Buenos Aires. Hay algunos
antecedentes recientes que vale la pena repasar: intentos de La Cámpora por
traer de España a Mario Firmenich para homenajearlo; publicación de una revista
de Montoneros llamada Repensar. Visión y proyección de la experiencia
montonera; intentos de reorganización en septiembre de 2010, cuando el cuñado
de Firmenich, Guillermo Martínez Agüero, dijo a La Voz del Interior que “No
hemos enterrado las armas… creemos que es una opción para cuando las condiciones
lo hagan necesario”; y la celebración del “Día del Montonero” el pasado 7 de
Septiembre, organizado por agrupaciones kirchneristas, son algunos precedentes
de lo vivido este 24 de marzo.
¿Planean volver a practicar la
“lucha armada”, es decir, el terrorismo? Martínez Agüero respondió, en esta
oportunidad, casi en idéntico sentido que en 2010: “Creemos que es una opción
para cuando las condiciones así lo hagan necesario, como ya ocurrió con las
FARC o con el Subcomandante Marcos, por ejemplo. Las armas están; ni se
entierran ni se desentierran”. En Córdoba se pegaron, durante el acto del
llamado “Día de la Memoria”, carteles que rezaban: “Y ahora vamos a enseñar a
esos mierdas lo que es TERRORISMO”. Por supuesto, nadie firmaba la amenaza.
La historia enseña a los pueblos
a no repetir sus errores, pues empuja a todos los actores a efectuar su mea
culpa, algo que aquí nunca ocurrió. En Argentina se compró con entusiasmo un
relato setentista que ahora nos está empujando al borde de revivir épocas de
sangre, con el visto bueno de los organismos de Derechos Humanos, que
utilizaron la idea de un “Nunca Más” para llegar a un “Otra Vez” que es, en
definitiva, ese intimidante “Volvimos” que rezaban las pancartas montoneras del
24 de marzo pasado.
(*) Es autor del libro Los Mitos
Setentistas, y director del Centro de Estudios LIBRE.
NOTA: Las imágenes y negritas no corresponden a la nota
original.
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