martes, 16 de abril de 2013

LA “CORPO” POLÍTICA UNIDA ¿JAMÁS SERÁ VENCIDA?


No nos sobra tiempo. Ni siquiera podemos esperar al 18 de abril. Vivimos exigiendo a unos ineptos logreros -políticos de cualquier parte del espectro que nos han defraudados sistemáticamente desde hace años- que se junten. ¿Es que somos tan estúpidos que no sabemos que esto es imposible lograr? No porque sean dogmáticamente puros, no porque basen su obcecación en estúpidas frases que hablan del decoro de romperse antes que doblarse sino porque son parte del sistema. Prefieren conservar sus microscópicos espacios de poder vendiendo su alma, ya que el honor lo perdieron hace mucho y creen que nos pueden seguir comprando con vidrios de colores y espejos mal azogados.

Dejemos de pensar en ellos. Una vez dijimos “que se vayan todos” y bien a la argentina, esa del animémonos y vayan, los dejamos quedarse. No volvimos a creer en ellos pero ninguno de nosotros quiso hacerse cargo del trabajo sin saber que en las sombras se movían aquellos que, ideologías aparte, le habían encontrado el gusto a los sesenta millones “robados” a Bunge y Born, a la venta de perejiles a tanto el peso vivo, al cambio de un servicio de inteligencia -clandestino- a otro apadrinado por una Fuerza y que en su avaricia vieron que el camino era asaltar intendencias y gobernaciones como entrenamiento para llegar al premio mayor, la República.


Aunque la mayoría de los argentinos lo ha repetido hasta el cansancio, todos, oficialistas y oposición son basuras no reciclables. Enanos mentales que creen que defienden su potrero  diciendo mi límite es tal o cual pensando que quizás otro ignorante le dé su aprobación. Mentirosos que se autodenominan progresistas creyendo que es progreso que una chica aborte luego de una noche de joda simulando algo tan grave como una violación o que una mascarada de disfrazados pretendan el nombre de matrimonio a algo que con una mera unión civil se solucionaba, al menos en los papeles. Mientras tanto todos estos canallas sin distinción de marcas pues ni uno de ellos es orejano nada hicieron para al menos saber qué destino tenían los 96.000 millones de dólares que, en retenciones y antes de impuestos, le entregó el campo al ejecutivo desde 2003. Que les importaba si ellos, la oposición, son unos planeros de lujo abrazados a las patotas oficialistas que son hoy un remedo de la Sociedad de Beneficencia de épocas pretéritas.
Todos, oficialistas y oposición, agachan la cabeza ante el uso como papel higiénico de las páginas de la Constitución que hace el poder ejecutivo. De ellos no se espera otra cosa  que -sea a favor o en contra- reacciones grandilocuentes, huecas frases maniqueas y vestiduras rasgadas, total en el Congreso, compraventa corrupta que ellos diseñaron, no hay cornadas entre castrados.


Y nosotros seguimos lamiendo la coyunda que nos ata a ellos y somos incapaces de reaccionar. ¿Quién de ellos se hizo cargo cuando el Obispo de La Quiaca dijo que en el País mueren, antes del año de vida, por hambre y desatención una cantidad calculada en ocho chicos por día?, ¿y quién de nosotros se le plantó a alguno de estos especuladores para exigirles que actuaran? Seamos sinceros, bien comidos y abrigados a nosotros sólo nos sacó  un “¡qué horror!” Y seguimos en lo nuestro sin permitirnos pensar que desde hoy al 27 de octubre 1.584 chicos se habrán muerto en esas condiciones.

Si queremos cambiar digamos de una vez las cosas como son. Y las cosas “como son”, es que siempre hemos empujado a otros para que hicieran el trabajo sucio. Lo hemos hecho con los militares cuando algo no nos gustaba, y cuando estos dejaban de gustarnos volvíamos al abrazo taimado de políticos cuyo coeficiente intelectual solo daba para acomodar bolsillos. Volvimos a pedirles, cuando las papas quemaron, ayuda a los militares rogándole encarecidamente que sembraran de patíbulos la República y cuando dejaron de servirnos los amontonamos en campos de concentración porque “algo habrían hecho”.


Mirémonos a nosotros mismos aunque la cara se nos caiga de vergüenza. Asumamos que nada, excepto nuestro bienestar, nos importa un carajo. Seamos conscientes que reaccionamos por el bolsillo o por miedo. Aceptemos que también nosotros hemos sido “planeros” porque a diferencia de los marginados embrutecidos a fuerza de mal vino y paco a nosotros, dada nuestra calidad racional, nos compraron con las cuarenta cuotas de un plasma. Cuotas que, y esto es necesario decirlo cuantas veces sea necesario, llevan consigo sangre de jubilados al ser respaldadas por la ANSES.


Es obvio que nadie que razone mínimamente puede creer que esta es una década ganada, eso solo pervive en la desbocada imaginación de la presidente y sus corifeos aplaudidores, pero también es cierto que si no fuera por la inseguridad, la inflación, la falta de inversiones y el desempleo que se viene, muchos harían fuerza para creer en este relato, como muchos los hicieron en octubre de 2011, pese a que el agua -que no es la de La Plata, Saavedra o Santa Fe sino el agua de la realidad- hace mucho tiempo que viene disolviendo los pies de esta entelequia llamada “la década ganada”.

Pero tratemos, al menos, de ser serios, si bien esta es una década perdida que lleva como agravante el haberla perdido en condiciones inmejorables que nunca antes, salvo en una ocasión, se dieron para la economía del País; esta década es, y no lo olvidemos, una tercera parte de treinta años perdidos, treinta años en los que los payasos que hoy se llaman oposición u oficialismo tuvieron activa participación. En realidad hoy no está naufragando un “modelo”, hoy están naufragando treinta años de inseguridad jurídica, gestiones torpes, pícaros de barrio incapaces de hacer una O con el culo e ideologías mostrencas que pasaron de moda por su ineficacia en todo el mundo, salvo en la Argentina.


No me importa que la oposición se junte o aluda a límites pueriles para hacer buena letra. ¿Por qué me tiene que importar si uno de sus referentes que se llena la boca hablando de democracia es vicepresidente del Grupo Parlamentario de Amistad con Cuba? Si seguimos creyendo en ellos la Argentina está condenada; unámonos nosotros, porque para esto, las dos únicas preguntas que deberíamos contestarnos son: ¿Somos o no capaces de darles la espalda a la única “corpo” que desangró el País? Y, si por una vez nos animamos, ¿es tan difícil ponernos de acuerdo en las cosas que hacen al desarrollo de un estado moderno: Federalismo real, Educación, Salud, Defensa, Seguridad y Justicia Social?

JOSE LUIS MILIA

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