El Gral. Videla
estaba en la primera línea institucional cuando el país se enfrentaba a una
guerra civil incipiente, por el desorden y la ineptitud de un gobierno incapaz
de ejercer coherentemente sus atribuciones constitucionales.
Hasta el hartazgo se intentó que los líderes civiles de
entonces sacaran al país del peligro tan temido. Ellos declararon "que no
tenían soluciones" y reclamaron implícitamente a las FF.AA. que tomaran el
poder para evitar el baño de sangre casi inevitable, entre "jóvenes idealistas" que buscaban crear la Cuba
del sur y quienes se hubiesen opuesto a esos designios.
Una pobre ama de casa transformada de pronto en Presidente de un país, oscilaba entre la
paranoia y la desesperación, encerrada entre presiones y obligaciones que no
estaba en condiciones de gestionar.
El General no pudo
eludir su responsabilidad histórica. Estaba él y solo él con su prestigio de
hombre probo y militar de ejemplo y honor. Tuvo que enfrentar a lobos de
adentro de las instituciones y cerdos cipayos de afuera y traidores interesados
de toda laya...
Durante el ejercicio de la máxima responsabilidad ciudadana
no cambió un ápice sus convicciones de honradez, austeridad y decisión.
Nunca abusó de sus prerrogativas; más bien eludió
sistemáticamente todo exhibicionismo inconducente.
Fué el benemérito responsable de parar la guerra con Chile
cuando ya casi las hostilidades estaban a punto de comenzar, producto del
mesianismo de algunos de sus pares. Tampoco compró la guerra por Malvinas que
se le quiso vender luego de superado el otro conflicto. Estuvo dispuesto a
entregar el poder en el segundo semestre de 1.979, considerando que el objetivo
de derrotar a la subversión, había sido alcanzado.
No lo dejaron; por eso se fué cansado de tantas presiones
inconducentes. Nunca, en ese lapso había declinado sus responsabilidades.
Y así procedió enfrentando los tribunales políticos y la
cárcel miserable que le impusieron sus enemigos de antaño. Hasta su muerte fué
digna enfrentando los sufrimientos, los ultrajes y las carencias de todo tipo
con el mismo estoicismo y coraje que lo habían caracterizado durante su carrera
militar y pública.
Hoy un coro de mercaderes del micrófono; dirigentes
oportunistas porque es moda, otros confundidos; olvidados, distraídos y
narkotizados compiten por denostarlo ampliamente y la opinión pública casi
indiferente asiste a esta competencia de indignaciones simuladas, especialmente
angustiada por su realidad quemante y su
futuro imprevisible.
Queda por reflexionar sobre su acción de gobierno y lo que
siguió luego de su partida. Sería un tema muy largo que prefiero dejar para
otro momento.
Francisco Cervo.
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