miércoles, 22 de mayo de 2013

EL HOMBRE Y SUS CIRCUNSTANCIAS.




El Gral. Videla estaba en la primera línea institucional cuando el país se enfrentaba a una guerra civil incipiente, por el desorden y la ineptitud de un gobierno incapaz de ejercer coherentemente sus atribuciones constitucionales.

Hasta el hartazgo se intentó que los líderes civiles de entonces sacaran al país del peligro tan temido. Ellos declararon "que no tenían soluciones" y reclamaron implícitamente a las FF.AA. que tomaran el poder para evitar el baño de sangre casi inevitable, entre "jóvenes  idealistas" que buscaban crear la Cuba del sur y quienes se hubiesen opuesto a esos designios.


Una pobre ama de casa transformada de pronto  en Presidente de un país, oscilaba entre la paranoia y la desesperación, encerrada entre presiones y obligaciones que no estaba en condiciones de gestionar.

El General no pudo eludir su responsabilidad histórica. Estaba él y solo él con su prestigio de hombre probo y militar de ejemplo y honor. Tuvo que enfrentar a lobos de adentro de las instituciones y cerdos cipayos de afuera y traidores interesados de toda laya...

Durante el ejercicio de la máxima responsabilidad ciudadana no cambió un ápice sus convicciones de honradez, austeridad y decisión.

Nunca abusó de sus prerrogativas; más bien eludió sistemáticamente todo exhibicionismo inconducente.


Fué el benemérito responsable de parar la guerra con Chile cuando ya casi las hostilidades estaban a punto de comenzar, producto del mesianismo de algunos de sus pares. Tampoco compró la guerra por Malvinas que se le quiso vender luego de superado el otro conflicto. Estuvo dispuesto a entregar el poder en el segundo semestre de 1.979, considerando que el objetivo de derrotar a la subversión, había sido alcanzado.

No lo dejaron; por eso se fué cansado de tantas presiones inconducentes. Nunca, en ese lapso había declinado sus responsabilidades.


Y así procedió enfrentando los tribunales políticos y la cárcel miserable que le impusieron sus enemigos de antaño. Hasta su muerte fué digna enfrentando los sufrimientos, los ultrajes y las carencias de todo tipo con el mismo estoicismo y coraje que lo habían caracterizado durante su carrera militar y pública.


Hoy un coro de mercaderes del micrófono; dirigentes oportunistas porque es moda, otros confundidos; olvidados, distraídos y narkotizados compiten por denostarlo ampliamente y la opinión pública casi indiferente asiste a esta competencia de indignaciones simuladas, especialmente angustiada por su realidad quemante y  su futuro imprevisible.

Queda por reflexionar sobre su acción de gobierno y lo que siguió luego de su partida. Sería un tema muy largo que prefiero dejar para otro momento.

Francisco Cervo.


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