Carlos Alberto
Montaner es tal vez el pensador latinoamericano de mayor influencia en este
momento, al leer su participación en el Foro
del socialismo del siglo XXI y sus repercusiones en la libertad de prensa,
es imposible no caer en el paralelismo con los gobiernos del matrimonio Kirchner,
especialmente el último de la actual presidente.
Como él mismo expresa el debate sobre el totalitarismo y la
libertad, ya lleva muchos siglos en la humanidad, nosotros hemos sufrido sus
efectos durante décadas… pero nunca como en estos últimos diez años.
El kirchnerismo no ha dejado de lado ninguno de sus
principales temas, intentó de todo para imponer su relato y eternizarse en el
poder. Hoy gracias a la voluntad popular que se manifestó en las PASO, redujo
el poder delegado en las elecciones de 2010 de un escandaloso 54 % al realista
26 %, solo resta que se confirme en octubre y el cambio final debe de arribar
en 2015. Por el bien institucional del país, es necesario que la presidente
culmine su mandato y al termino del mismo rinda cuenta de su gestión y la de
sus funcionarios.
Sinceramente,
Pacificación Nacional
Definitiva
por una Nueva Década
de Paz y para Siempre
EL LENGUAJE Y EL
TOTALITARISMO
By Carlos Alberto Montaner
El opositor jamás es una persona que tiene una opinión
diferente. El adversario es siempre un canalla guiado por los peores intereses.
Gracias por invitarme a colaborar con este foro (*) sobre la
libertad de expresión.
No voy a entrar en los asuntos concretos de Venezuela porque
aquí hay expertos que conocen el tema mucho mejor que yo.
En realidad éste es un viejo debate que comenzó hace muchos
siglos.
Tal vez en el siglo XIII, en la Universidad de Oxford,
cuando unos franciscanos defendieron la idea de que las autoridades religiosas
no tenían el monopolio de interpretación de la realidad.
Hasta ese momento reinaban el método y la visión
escolásticos. Todas las verdades ya habían sido descubiertas por las
autoridades de la Iglesia y al conjunto de la sociedad sólo le correspondía
verificar lo que ya se había establecido.
El totalitarismo es la expresión actual de aquel monstruoso
ataque a la razón.
Los venezolanos que, durante al menos 40 años, disfrutaron
de un lenguaje político plural, hoy contemplan, justamente horrorizados, cómo
el régimen chavista, que es una expresión del totalitarismo, va adueñándose de
todas las palabras.
Me explico. Un régimen totalitario no es sólo aquel que
acapara todas las empresas e instituciones.
Antes de llegar a ese punto, el régimen totalitario debe
construir una especie de tela de araña verbal para sujetar al conjunto de la
sociedad.
Por encima de todo, el régimen totalitario es el que impone
por la fuerza un relato único, una sola voz de mando, una indiscutible
interpretación de la realidad.
La cúpula totalitaria lo sabe todo, es dueña de verdades
absolutas y a partir de ese convencimiento genera un tipo de relación
autoritaria que somete a la sociedad a los caprichos de la dictadura.
¿Cómo se forma parte de la dictadura? Quiero decir, más allá
del voto ritual en las elecciones amañadas, ¿cómo se manifiesta la adhesión al
totalitarismo?
Muy sencillo: suscribiendo el relato y repitiendo el
discurso oficial.
Los regímenes totalitarios son dictaduras corales. El coro
tiene que estar afinado. Quien emite una nota discordante es un disidente.
Si su disidencia consiste en aportar una interpretación
distinta del pasado, es un revisionista.
Si su disidencia es un juicio severo sobre alguna lacra del
presente, es un hipercrítico que actúa movido por oscuros intereses económicos.
Si la disidencia radica en predecir un futuro diferente, la
acusación es desviacionismo.
Para lograr la unanimidad del discurso, para conseguir el
coro perfecto, el régimen totalitario arma jaulas institucionales.
El presidente o sus portavoces seleccionan y desacreditan
públicamente a los enemigos de la unanimidad.
El parlamento legisla para crear reglas que castigan a estos
temerarios que disienten.
Los tribunales se encargan de convertir esas reglas en
sentencias.
Las fuerzas del orden público castigan a las voces rebeldes
que han roto el perfecto afinamiento del coro.
Los medios de comunicación durante el proceso, han difamado
y desacreditado al adversario.
Cuando ya está exiliado o preso, si no lo han liquidado
físicamente, esos medios salen al campo de batalla para rematarlo moralmente.
El acto final es darles el tiro de gracia moral a los
heridos.
Los llaman terroristas, fascistas, agentes de la CIA,
burgueses despreciables que medran con la pobreza de los necesitados. Cualquier
ofensa es conveniente y útil para sus planes.
El lenguaje de los medios de comunicación al servicio del
totalitarismo tiene que ser siempre descalificador.
El opositor jamás es una persona que tiene una opinión
diferente. El adversario es siempre un canalla guiado por los peores intereses.
Quien se opone es un mal nacido, un tipejo al servicio de
poderes extranjeros.
Ese lenguaje de odio es esencial para poder destruir
físicamente a los adversarios. Hitler llamaba gusanos a los judíos que se
proponía exterminar.
Fidel, Raúl y los medios de comunicación de ese régimen
totalitario llaman del mismo modo a los cubanos que se le oponen.
La agresión siempre comienza por el lenguaje.
La consecuencia de este clima de inmensa hostilidad verbal,
seguido de instituciones totalitarias dedicadas a construir sociedades corales,
es la desaparición gradual de la rebeldía y el oscurecimiento de la realidad.
La verdad oficial sustituye a la verdad real.
Las personas, aterradas, comienzan a repetir mecánicamente
el discurso oficial. Eso es lo seguro.
Aprenden a callar sus verdaderos criterios y a esconder sus
emociones para poder sobrevivir.
Pero hacen algo todavía más grave: enseñan a sus hijos a
mentir. Los convierten en mentirosos para que no corran peligros ante la saña
del estado totalitario.
Cuando eso sucede ya es muy difícil zafarse el nudo
dictatorial.
El mecanismo es diabólico: una vez que la persona asume el
relato oficial y repite el discurso de los amos del poder, se desata el proceso
de la disonancia.
Quien la padece vive la incomodidad tremenda de creer una
cosa, decir otra y hacer, cuando puede, algo diferente.
La disonancia, esa incoherencia moral lastima profundamente.
Los seres humanos están sicológicamente predispuestos para la coherencia, para
decir la verdad.
Lo he repetido muchas veces: ¿están conscientes quienes me
escuchan de las reacciones fisiológicas que ocurren cuando mentimos?
Nos sudan las manos y las axilas, nos cambia la voz, se
dilatan las pupilas, el corazón se acelera, la piel se enrojece. Hay toda una
reacción fisiológica, como si el organismo se rebelara.
Y es que se rebela. Se rebela tanto, que al cabo del tiempo,
esa rebelión se somatiza como una gran tristeza, como una pena infinita.
Entonces ocurre el fenómeno psicológico que espera y beneficia
a la dictadura: surge una de las variantes del Síndrome de Estocolmo.
Es tanto el miedo, es tan grande el pesar, que se presenta
una especie de docilidad voluntaria, incluso de afecto por el que nos hace
daño.
En ese punto, se ha cerrado la última reja de la jaula. Los
totalitarios han domado a sus víctimas con el lenguaje.
Naturalmente, las consecuencias de ese terrible fenómeno son
la pobreza material creciente de la sociedad y la pobreza moral, también
creciente.
Del empobrecimiento que produce la falta de libertad, no hay
que hablar. Lo conocemos todos.
El empobrecimiento moral es otra cosa. Es la anomia, que
dicen los sociólogos. Sometidos todos a unas reglas absurdas y falsas,
secretamente se va gestando una sociedad sin normas, en la que todo vale. Eso
es la anomia. Algo así como la ley de la selva.
Es asombroso que ese devastador proceso comienza cuando nos
roban las palabras, pero es así. Lo hemos visto mil veces. Por eso es tan
dañino el totalitarismo.
Carlos Alberto Montaner
El Diario Exterior
(*) El socialismo del siglo XXI y sus repercusiones en la
libertad de prensa. Foro organizado por la Asociación de Periodistas
Venezolanos en el Extranjero. Miami Dade College. CLACI. 6 de septiembre del
2013.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
No dejar comentarios anónimos. Gracias!