Josefina González se
postula segunda tras la lista que encabeza Jorge Obeid, por el Frente para la
Victoria. Sus padres secuestraron, torturaron y asesinaron al mítico soldado
argentino.
Por David Rey
Cierto que muchos
hijos suelen adoptar los modos, las costumbres y hasta la manera de hablar de
sus padres; es normal que así sea. Es el caso, notable, de Josefina González,
segunda candidata a Diputada Nacional por el kirchnerismo, quien evidentemente
embebió la impronta de sus progenitores, es decir, los
terroristas-secuestradores-carceleros del Coronel Argentino del Valle
Larrabure. <<El trato de los ‘detenidos’ siempre fue con respeto>>,
ha dicho para el diario “Página 12”, y aclara: <<Les dieron cigarrillos,
los trataron bien y estuvieron pendientes para darles lo que
necesitaban>>. No se pueden quejar, en fin.
Luego de pasar 372
días secuestrado (“detenido”, según J. González) en una “cárcel del pueblo” –
una celda subterránea disimulada en una casa de familia – Larrabure fue hallado
sin vida y con claros signos de haber sido torturado y asesinado. Sus crueles
secuestradores fueron los integrantes del Ejército Revolucionario del Pueblo
(ERP) Amorosa Brunet de González y sus padres Dardo Tosetto y Ruth González,
hoy sorprendentemente recordados como víctimas en el Muro de la Memoria, en
Buenos Aires. Todo pareciera indicar, incluso, que los familiares de estos
terroristas habrían cobrado la indemnización que el Estado destina para las
“víctimas de la represión” de la última Dictadura Militar.
No se trata de cargar
tintas contra Josefina González, puesto que ella no tiene absolutamente ninguna
responsabilidad al respecto del proceder delincuencial de sus padres, más bien
es otra víctima de lo mismo. No obstante, “la Tana” (como se hace llamar
justamente en “homenaje” a su padre) no manifiesta pudores al momento de
incurrir en una retórica reivindicatoria del terrorismo subversivo que asoló
nuestro país desde el año 1969 a poco más de 1979.
Al respecto
del oportuno repudio de Arturo Larrabure (hijo del Coronel Larrabure) a que los
secuestradores, torturadores y asesinos de su padre figuren en el Muro de la
Memoria en calidad de víctimas, la “Tana” ha respondido con increíbles
evasivas: <<Me parece que no tiene mucha lectura sobre lo que pasó […].
Lo único que el Estado me puede dar hoy es un juicio para los que le hicieron
esto a mis padres: ellos sí tienen la posibilidad de tener una defensa, cosa
que mi familia y todos los que figuran en ‘ese monumento’ [sic] que indigna
tanto a Larrabure no tuvieron>>. Sería extraño que Arturo no tenga “mucha
lectura” sobre lo que le pasó a su propio padre cuando contaba con sólo quince
años (por lo que incluso ha escrito el libro “Un canto a la Patria”).
Convengamos que, entonces, los Larrabure no han tenido mucha defensa que
digamos.
Quizás sea ella la
que se privó de algunas lecturas al respecto. Dice que su familia “no tuvo la
posibilidad de tener una defensa”. Sin embargo, el encargado de abolir esa
defensa no fue tanto el Proceso Militar como el gobierno democrático de Héctor
Cámpora, quien a poco de asumir anuló la Cámara Federal Penal, acaso el único
organismo jurisprudencial con competencia para abarcar la tipificación de los
delitos imputables, por caso, a los secuestradores de Larrabure. Vale aclarar
que lo mismo se dio por influjo de las bandas terroristas de entonces. Es
decir, fueron los propios padres de J. González quienes se encargaron de
asegurarse que nadie los defienda, máxime si los jueces de dicha cámara fueron
asesinados por la guerrilla o, por miedo a lo mismo, tuvieron que exiliarse.
<<Fue una mujer
muy idealista, decidida a llevar adelante sus ideales aun cuando la
incomodaran>>, dice la “Tana” respecto de su madre, y la verdad que no
habrá sido muy “cómodo” haber mantenido secuestrado un año entero al Coronel
Larrabure.<<Todo el mundo se acuerda de sus ojos>>, señala,
elevándola al olimpo de los mártires consagrados; lástima que por culpa suya no
haya muchas personas que recuerden los ojos del Coronel Larrabure, quien
falleció asesinado pesando 50 kilos menos y con 3,50 grados de alcohol en
sangre (coma alcohólico), lo que torna ridícula la hipótesis del suicidio (amén
de que lo mismo, por supuesto, no atenúa la gravedad del crimen, como pretende
la feligresía progresista).
Es, pues,
verdaderamente una pena que Ruth González haya desaparecido; ¿quién mejor que
ella para contar cómo eran los ojos de Larrabure cuando entonaba el Himno
Nacional mientras lo torturaban o cuando lo desmoralizaban con simulacros de
fusilamiento? Menos mal, empero, que las víctimas del ERP fueron “bien
tratadas” y contaban con “cigarrillos” – según cuenta Josefina “Tana” – para
digerir el hecho de estar “detenidos” en cárceles subterráneas (¿por qué, para
qué, con qué derecho?).
Consultado por este
medio al respecto de qué piensa sobre la candidatura a diputada de la hija de
quienes fueron los carceleros y asesinos de su padre, Arturo Larrabure me diría
que <<sé bien que no corresponde a los hijos cargar con las culpas de sus
padres, pero no es aceptable que sirva como fundamento para postularlos a
prominentes cargos públicos la sangrienta trayectoria de quienes combatían
contra la democracia y despreciaban el sagrado valor de la vida. Sus padres no
luchaban contra ninguna dictadura; pretendían derrumbar el gobierno
constitucional de María Estela Martínez de Perón para ellos imponer una
dictadura comunista>>.
También diría que los
padres de Josefina González <<debieron merecer un juicio justo que
respetara la ley y la vida>> y que <<quisiera algún día dialogar
con ella para que pueda comprender el dolor de los otros hijos, ese que se
silencia, se ignora, se menosprecia, convirtiendo a sus padres en meros
objetos, sin valor alguno>>, aunque <<ignoro si en su alma reina o
no la lógica de violencia que abrazaron sus padres. Es imprescindible que lo
esclarezca a los ciudadanos que pretende representar>>.
Conclusión
La candidatura a
diputada por parte de Josefina González no debiera sorprendernos toda vez que
desde el año 83 hasta la fecha ha ido ocurriendo una verdadera “terrorización”
de todas las dependencias gubernamentales y políticas (tal como con Cámpora en
el 73), en el sentido que los miembros de las facciones terroristas –
derrotados en la guerra por las fuerzas legales – han conseguido otro medio
para enquistarse en el poder. Si ellos llegaron, no debiera extrañarnos que sus
hijos también lleguen.
Pero hay una
interesante diferencia: Josefina González no es una terrorista. Es – a pesar
del lugar desde donde ella lo mira – una víctima directa de aquella instancia
histórica que cambió la vida del país. Ella es víctima de injusticias varias
(que, como ella sabe, la conminaron a crecer sin la suerte de contar con una
familia propia), por ende está autorizada mejor que nadie a tener un propio
criterio al respecto de lo que ella misma tuvo que sufrir. No obstante, si
consideramos que Josefina ambiciona representar a los ciudadanos nada menos que
como diputada, sería sumamente loable que pudiera “despegarse” de ciertos
vicios setentitas ostensibles en sus palabras.
Ella, a diferencia de
los terroristas que ocupan cargos, no posee ningún crimen que limpiarse ni
ninguna mentira que sostener. Por lo mismo es que no tiene ninguna obligación
de negar un asesinato comprobado por la misma Corte Suprema de Justicia (que
dictaminó que el Coronel Larrabure fue estrangulado – la candidata dice que se
suicidó) ni mucho menos en llamar “detenidos” a quienes estuvieron secuestrados
por terroristas en procura no sólo de exculpar a estos últimos sino – lo que es
más grave – de legitimar un proceder criminal tipificado, nada menos, como de
lesa humanidad.
Debiera Josefina aceptar
la invitación al diálogo que le ofrece Arturo Larrabure y así demostrarle que
ella, al igual que él, no es soldado de ninguna causa perdida sino estratega de
un futuro exento de tristes resabios y odiosas venganzas. Si, como ha dicho,
puede comprender “mejor que nadie” el hecho de crecer sin padres, pues miles de
familias argentinas víctimas de la subversión estarían dispuestas a recibirla,
escucharla y confiar en ella. La Fe de muchos argentinos estaría puesta en ese
gesto de grandeza que tanta falta nos hace.
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