Por Mauricio Ortín
LOS FISCALES QUE SE NOS PARECEN
A pedido de los querellantes, los jueces Fátima
Ruiz López, Daniel Morín y Federico Díaz, ordenaron descolgar el crucifijo de
la sala donde se lleva a cabo el juicio. La decisión tiene como antecedente el
planteo, en el primer juicio por delitos de lesa humanidad en Jujuy, del
entonces abogado querellante –hoy fiscal federal- Juan Manuel Sivila, quien, al
respecto, alegó:
![]() |
Juan Manuel Sivila |
“Tan insidiosamente el terror habita
todas nuestras prácticas cotidianas, que inclusive aquí hemos llevado adelante
todas estas audiencias bajo el signo de la tortura, me refiero a la imagen de
esa persona torturada, allí arriba del estrado”.
Pues bien, dado que el acto de descolgar el crucifijo y el alegato que lo
justifica, prima facie, comporta un formidable shock simbólico para una sociedad
mayoritariamente cristiana, resulta pertinente analizar, primero, lo dicho por
el fiscal y, luego, lo hecho por los tres jueces. En realidad, el texto de
Sivila de tan explícito no amerita ningún esfuerzo interpretativo, sin embargo,
a la luz de sus posibles implicancias no es ocioso detenerse en él. Sivila, muy
suelto de cuerpo y en medio de un juicio, sostiene, por lo menos, tres
afirmaciones polémicas; a saber, que “el
terror habita todas nuestras prácticas cotidianas” de manera insidiosa; que
una prueba de ello es que el propio juicio se ha llevado adelante “bajo el signo de la tortura” y que
dicho signo es la imagen de Jesucristo en la cruz. Como es evidente, el fiscal
no se anda con chiquitas a la hora interpretar el significado del principal símbolo
cristiano; no así, en cambio, cuando se trata de fundamentar académicamente sus
dichos polémicos; los cuales, más bien, parecen responder a prejuicios
ideológicos de intolerancia religiosa.
Si, como dice el fiscal, Jesús en la cruz, simboliza al terrorismo y, además,
el terror por medio del signo “habita
todas nuestras prácticas cotidianas” de manera insidiosa, entonces
(emulando al Tribunal Federal de Jujuy) sería deber del Estado y de todo hombre
de bien rechazar y combatir la malsana
costumbre de exhibir el signo “insidioso”
de la “tortura y el terror”. En tal
sentido correspondería, por ejemplo, legislar para impedir que, por lo menos,
en las oficinas públicas los ciudadanos presuman de su fe cristiana ostentando
el “ominoso” símbolo colgando de sus
cuellos y/ o coartar la atávica costumbre de persignarse con la señal de la
cruz cada vez que pasan por frente de una iglesia. ¡Ni hablar! de los “excesos” fuera de toda proporción como,
por ejemplo, el deambular por la ciudad en procesión multitudinaria con el
Señor del Milagro a cuestas. Incluso, el nombre de la constelación estelar, “la Cruz del Sur” debiera ser
cuestionado. Llamarla, por ejemplo, “la X
del Sur” enmendaría su sesgo terrorista actual (Drácula, agradecido). Como
se puede apreciar la jurisprudencia sentada por los “descolgadores de crucifijos” podría afectar en forma directa a
millones de fieles; los que, además de ofendidos, bien podrían sentirse que son
objeto de persecución política.
Ahora bien, dadas las consecuencias posibles a las que conduciría la citada
interpretación, de la cruz y su significado, es una obligación preguntarse: ¿Tiene razón el fiscal Sivila? ¿Simboliza
la crucifixión lo mismo que la cruz esvástica?
Sucede que, desde hace dos mil catorce años son miles de millones los
que, contrariamente a Sivila, no ven en la cruz al torturador sino al
torturado, como tampoco al odio sino al amor ¿Asistirá la razón, tal vez, a
estos últimos? En mi profana y modesta opinión (más allá de que esa no fuera su
intención) la interpretación “siviliana”
es un verdadero disparate ideológico; el cual, además, podría obrar como un
peligroso incentivo del odio religioso.
Las generalizaciones suelen ser injustas; pero cuando, por un lado, en cantidad
y calidad tenemos este tipo de funcionarios en el Estado y, por el otro, la
respuesta ciudadana es la indiferencia, no parece arbitrario afirmar que los
argentinos (los cristianos, primero) tenemos los fiscales, jueces y políticos
que se nos parecen.
NOTA:
Las imágenes no corresponden a la nota original.
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