El pasado domingo contamos que el
sábado 2 de agosto, se había llevado a cabo el Festival Internacional de Novela Policial BUENOS AIRES NEGRA, donde el
crimen real se mezcla con el crimen de ficción, en el mismo había
participado Raúl Argemi[1], nuestro amigo José María Sacheri enfrentó a uno de los asesinos del juez Jorge Vicente Quiroga… tal vez con
la esperanza de averiguar datos sobre el asesinato de su propio padre, el
recordado profesor de filosofía Carlos
Alberto Sacheri.
A pesar de su
negación Raúl Argemi es un asesino, delito ya prescripto, por el cual fue juzgado, condenado,
encarcelado y amnistiado… podemos afirmar que conoce el protocolo de la
violencia de los años ’70, esa cruel guerra que “nos quitó la humanidad a todos los argentinos”, las bombas,
secuestros, asesinatos, torturas y distintas formas de violencia pasaron a ser
partes de nuestras vidas… hasta las tomábamos como normales. Habíamos perdido
la humanidad, el fin justificaba los medios… vieja frase atribuida a Maquiavelo
y significa que gobernantes o el pueblo han de estar por encima de la ética, de
la moral y de las leyes vigentes para conseguir sus objetivos o llevar a cabo
sus planes.
Esta premisa es
defendida por la doctrina del Bien Superior y se opone frontalmente a la
doctrina cristiana que declara exactamente lo contrario: El fin no justifica los medios.
En una clara muestra
que hemos aprendido la lección de nuestra triste historia, José María Sacheri nos invita a la reconciliación y a una amnistía general para todos los argentinos. Porque
como dice y demuestra en su libro el
escritor historiador Juan Bautista “Tata Yofre”: ¡FUÍMOS TODOS!
Sinceramente,
Pacificación
Nacional Definitiva
por
una Nueva Década en Paz y para Siempre
DR.
JOSÉ SACHERI: IMPRESIONES DE MI BREVE CHARLA CON RAÚL ARGEMÍ
lunes, 4 de agosto de
2014
Jamás se me hubiese
pasado por la cabeza escribir unas líneas sobre lo que iba a hacer, e hice,
anteanoche: ver a un ex guerrillero
que integró el mismo grupo terrorista “ERP 22 de agosto”, que el 22 de diciembre de 1974, asesinó a mi
padre, Carlos Alberto Sacheri, patriota y católico con mayúsculas, profesor
de filosofía, y padre de siete hijos, con sólo 41 años de edad, delante de su
mujer, sus siete hijos y tres amiguitos.
Pero con la recepción
de algunos llamados, elogios y agradecimientos del “nuevo” facebook, todos inmerecidos, me parece mejor explicar lo
que pasó, que guardarlo sólo para mí. Por comentarios me enteré que había
alguien que había filmado en forma absolutamente precaria dos personas
conversando a bastante distancia, y no puede escucharse nada (obvio, pero yo no
lo sabía). Agradezco en primer lugar a los amigos que me acompañaron en este
pequeño acto inusual. Como así también a todos los que elogiaron, o felicitan,
o difunden inmerecidamente el hecho que aunque no haya sido sencillo, tampoco
es nada extraordinario.
Hace unos cuatro
años, con la misma idea de acercarme al “enemigo”
de los 70´, fui con menos miedos y prevenciones a ver a un sacerdote que había
sido del llamado Movimiento de
Sacerdotes para el Tercer Mundo, y muy tristemente, pude constatar que ya
en el año 2010, seguía viendo el mundo y la Argentina con las mismas anteojeras
y enormes parcialidades que en los 60´ y 70´. Esa vuelta salí muy, muy
lastimado espiritualmente y me costó más de una semana reponerme de aquel resentimiento.
No fue así anoche. De allí que anoche -los amigos que me acompañaron, pueden
dar algo de fe al respecto- fui con temor a pasar por una situación que podía
llegar a ser muy desagradable, y que podía llegar incluso a una violencia
(verbal o física) grave. Afortunadamente mis prevenciones no eran ajustadas. Yo
sabía que Argemí no había
intervenido materialmente en la muerte de Papá, pues él ya estaba preso desde
seis meses antes de la misma. Argemí me
pareció un tipo frontal, y sin demasiadas vueltas.
Conversamos unos
10/15´, con lo que obviamente no entramos en ningún tipo de cuestión con una
mínima profundidad. Lo primero que le
dije es que a mi padre lo había matado el grupo guerrillero “ERP 22 de agosto” (el mismo grupo
se llamó también “ERP 22” y “ERP 22 L”), y que él había integrado ese grupo. Él
me dijo que no recordaba la muerte de Papá, y es posible… Fueron tantas, las de aquellos años que es perfectamente posible que no
la recordara…, pero ni se escapó, ni puso obstáculo alguno en seguir hablando.
Como también le dije, para no ir tan violentamente como cuando lo mataron a Jorge Vicente Quiroga, que él había “tenido la desgracia” (tomado en sentido
estricto del término “desgraciado”
que hasta no hace tanto se usaba respecto de aquel que había asesinado) de
matar al Juez Quiroga. Me escuchó
atento, y aunque también me pareció que no comprendió todo lo que le fui
diciendo por ser algo sordo, me reconoció
expresamente haber estado en el ERP 22, a la vez que me dijo que no había
estado en la muerte del Juez Quiroga (28 abril 1974), por la que fue
detenido el 21 de junio de 1974, condenado judicialmente, y cumplió diez años
de prisión, siendo liberado en 1984. Mi propósito central no era hablar de sus
hechos o muertes, sino el acercarme para hablar más distendida y tranquilamente
en otro momento. Me contestó algo así como: “En esa (muerte) no tuve nada que
ver.”; lo que para mí fue positivo, pues me pareció que podía estar
reconociendo que en alguna otra muerte, sí había estado. Esto verdaderamente
sin ningún tipo de interés judicial de sonsacarle ningún tipo de dato o
reconocimiento pues, a la vez que no es mi función, no soy tan zonzo como para
pensar que Argemí no ha pasado por
una experiencia parecida y no va a reconocer al primer tipo que lo encara, una
cuestión de tamaña gravedad. De hecho
todos estos delitos están verdaderamente prescriptos, y no existían en aquellos
años los mal llamados “delitos de lesa
humanidad”, mal que le pese a casi todos nuestros jueces federales.
Enseguida me ofreció
su número de celular para poder conectarnos y hablar tranquilamente, pero
cuando llegó el momento de dármelo, casi tan torpe como yo, no sabía cómo
dármelo y me ofrecía una tarjeta. También me dijo que no hablaba con gente
ajena a los hechos de aquellos años, pero que para conmigo el tenía una “responsabilidad social”, lo que me
pareció un buen principio. No muchas, pero algunas veces me ha tocado estar con
ex guerrilleros, que aún en el gravísimo rol que desempeñaron, reconocen lo que
hicieron, y hasta en un par de casos, con conciencia del mal que produjeron, y
hasta cercanos al pedir perdón. También Raúl
Argemí se refirió al Perdón, y al arrepentimiento, y le llegué a decir lo
importante que es esa cuestión. No la cerró, aunque le parecía un poco al cuete,
pues:
“Un arrepentimiento o un perdón no resucita a ningún muerto”. La charla
fue más que razonable. Y me pareció ver en él, un respeto importante por la
parte destinataria de lo que él de algún modo había contribuido a cometer: un gran dolor.
Espero estar en lo
cierto. Dentro de lo difícil y la tensión que implicó para mí el saber que iba
a hablar con alguien que -al menos hasta donde puede saberse-, mató al único juez de toda la historia
argentina asesinado por razones políticas, la charla fue afable y como para
seguirla... Creo que va a seguir para bien, aunque nada de esto es fácil…
Alguien puede preguntarse con razón: ¿Para
que fue éste tipo a ver a un guerrillero que integró el mismo grupo que mató a
su padre? La primer respuesta es: que mi
conciencia me impedía dejar pasar la posibilidad de hablar con quién mató, o no
como me dijo ayer, a Jorge Quiroga, e indirectamente a mi padre. No cabía
en mí la posibilidad de no hacerlo, sin inculparme por muchísimo tiempo de
cobarde e impío (en el sentido de la piedad paterna).
Y encararlo a Argemí implicaba decirle y “recordarle” lo que pasó, y también -lo
que efectivamente ocurrió- que él tuviera, y tuviéramos ambos la posibilidad de
hablar después de 40 años de tantas muertes. La respuesta más cerebral puede
parecer ingenua, y creo que no lo es. Si una buena cantidad de guerrilleros o “Argemís”
se animaran a decir que lo que ocurrió
en los 70´ fue un baño de sangre entre hermanos, producto de una gran
locura colectiva, y que como argentinos
debemos mirar para adelante, sin olvidar la historia de lo ocurrido, esta
parte del problema argentino del resentimiento fraternal, se acercaría a una
solución. Hoy espontáneamente, le contesté a un amigo, al preguntarme cómo
hacía eso, que si este tan grave problema no se hace con “la zurda” que tiene mucha gente honesta, probablemente no se
solucione… Si muchos Argemís demuestran su arrepentimiento, o más aún, piden
perdón, el resentimiento, que algunos vienen sembrando y cultivando desde hace
tantos años, se limitaría muchísimo, y comenzaría a ser sepultado como
corresponde a toda guerra entre hermanos. Si quienes tomaron las armas -la
mayoría de los cuales, no quiere saber nada con este enorme negociado de los
derechos humanos- se pusieran de acuerdo
en que esto fue una guerra entre hermanos, en la cual como en toda guerra, hubo
errores y horrores, la única solución para ello es una amnistía (sea de
derecho, o de última, de hecho). Con lo que para todos los argentinos -no
solamente para “los militares” - se
elimina un enorme grano de pus para todos, especialmente para los más jóvenes y
pequeños. Y tal vez así, podamos
acercarnos un poco a la Paz que Dios nos quiere regalar y, parece una tragedia
que nos marca, nos negamos a abrazar y guardar...
Dr. José María Sacheri
FUENTE: http://horaciopalma.blogspot.com.ar/2014/08/dr-jose-sacheri-impresiones-de-mi-breve.html
[1] Escritor argentino,
actualmente radicado en su país de origen, luego de 12 años en España. Es autor
de novela negra. Su obra ha ganado diversos premios, el Hammett entre ellos, y
se ha traducido al francés, italiano, holandés y alemán.
A las dos y media de la tarde de un 28 de abril de
1974, Argemí venía en moto con Marino Amador Fernández por las calles
frenéticas del centro de Buenos Aires. Desandaban la calle Viamonte esquivando
gente y autos. En la esquina de Montevideo casi chocan contra el auto de un
juez, que les tomó la patente.
Tal vez iban distraídos pensando en los datos que
les había cantado, bajo tortura, el Dr. Carlos Alberto Bianco, al que tenían
secuestrado desde hacía varios días. La moto hizo una maniobra extraña y frenó
justo a la altura del 1506 de la calle Viamonte. Desde calle Paraná venía
cruzando, puntual, el juez Jorge Vicente Quiroga. Él también iba aquella tarde
al 1506 de Viamonte a visitar a su amigo Rébori.
Marino Amador Fernández y Raúl Artemí lo sabían perfectamente.
Lo dejaron pasar, y entonces Artemí o Fernández, o los dos, se bajaron de la
moto, sacaron sus metralletas Halcón como por arte de magia, y lo acribillaron
con 14 balazos a quemarropa… con esos balazos el ERP intentaba vengar a sus
camaradas enjuiciados por Quiroga. Si bien el neopresidente Cámpora los había
indultado a todos.
Quiroga cayó en agonía, los asesinos subieron a la
moto y salieron a toda velocidad mientras la gente huía despavorida. Quiroga se
desangra en la vereda, y agonizará dos horas más tarde en el hospital Rawson
antes de convertirse en mártir de la justicia argentina.
El testigo del auto frena, y le pasa a la policía
la patente de la moto… y con ese dato, la policía de Perón llegó en pocas
semanas hasta la calle Fragata Sarmiento 1071 en Ramos Mejía. Allí encontraron
un rastrojero robado, preparado con una bomba de 3 kilos de trotyl, un
indicador eléctrico mecánico de activación, una ametralladora Halcón cargada,
una falsificadora de credenciales, papeles del ERP, miles de proyectiles y un
cuaderno con los datos de un funcionario judicial secuestrado: el Dr. Bianco.
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