Hace ya más de una
década, una crisis de representatividad política produjo un quiebre que minó la
confianza en las instituciones y encendió un clamor de la ciudadanía. “Que se vayan todos” fue la consigna de
la sociedad. Ahora atravesamos otra crisis. No volvamos a enunciar las mismas
consignas de entonces para, como en el mundo de Lampedusa, algo cambie para que
todo siga igual. Cumplamos con nuestra mínima responsabilidad como ciudadanos y
sepamos, ahora y en el futuro discriminar entre corruptos y honestos, mendaces
y sinceros, hipócritas y veraces, obsecuentes e insumisos. Sobre todo,
recordemos los nombres, las caras y los personajes que aceptaron acrítica e
interesadamente todas las órdenes, elucubraron y aprobaron leyes infames,
justificaron lo injustificable, aplaudieron dócilmente y ayudaron a diseñar un
relato que terminó por liquidar seres humanos e instituciones. Mantengámonos
atentos para evitar que se reciclen y sean aceptados por los múltiples espacios
políticos que ya se están preparando para suceder al que fue responsable del
desastroso presente. Que quienes los cobijen reciban también nuestro repudio.
Proclamemos ahora: “Que no vuelvan nunca”.
Si no lo hacemos, no
pretendamos “Ser Nisman”, ya que
seguiremos siendo sólo “Quienes no
supieron evitar que Nisman muera”.
Manuel Jorge
Parcansky
LE 4.190.256
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