Por Mauricio Ortín
Alberto Nisman no era un tontito ingenuo. Tampoco un “pobre muchacho”, como lo calificara el “gran jurista” que alquilaba sus
departamentos a proxenetas. No le confiaron la causa de la AMIA (el mayor
atentado terrorista en la historia de la Argentina) porque “justo pasaba por ahí”. Tuvo otras causas pesadas y ya había
denunciado a otro presidente. La
denuncia que lo llevó a la muerte o por la que lo asesinaron acusaba a la presidente de la Nación Cristina Kirchner,
al canciller Héctor Timerman, a Luis D’Elía , a Fernando Esteche y a dos
agentes de los servicios de inteligencia argentinos. ¿Es casualidad que
veinticuatro horas antes de presentar sus pruebas ante la Comisión de Diputados
apareciera muerto? ¿A quién perjudicaba el fiscal con su denuncia? Un
indicio-respuesta es la reacción explosiva del kirchnerismo por el anuncio de la presentación del fiscal en
la Comisión de la Cámara Baja que preside Patricia Bulrich. Primero,
resolvieron no asistir quitándole importancia; luego, llegar en masa y
boicotearla haciéndola pública para que el fiscal no pudiera hacer mención de
los nombres de los implicados. Diputados del riñón K amenazaron al fiscal con “salir con los botines de punta” y otras
lindezas. La prensa, la oficialista y la
oficiosa, se sumó a la campaña anti-Nisman. A priori, sin conocer el texto
de la denuncia, la calificaron de farsa, cuento, etcétera.
Plan A y ¿Plan B?
El objetivo del Plan A, no cabe duda, fue que Nisman desistiera de presentarse en la
Comisión. Está claro que el fiscal expresó su voluntad irrevocable de
asistir. La pregunta es: ¿Existía un
desesperado Plan B? Si a alguien perjudicaba que un fiscal se muriera en la
víspera, antes de explicar a la oposición legislativa su denuncia contra la
presidente, ese alguien era Cristina
Kirchner. Más, si a alguien perjudicaba un fiscal de la Nación presentando
pruebas del encubrimiento (hasta ahora
supuesto) por parte del gobierno de los asesinos del mayor atentado terrorista
perpetrado en la Argentina esa, también, es Cristina Kirchner. La conmoción mundial por lo sucedido a Alberto Nisman no se debe a su
condición de fiscal, sino a la sospecha
de que haya sido la presidente de la Nación la responsable de su muerte.
Para colmo, lejos de disipar dudas, Cristina
las alimentó publicando dos cartas lamentables desde todo punto de vista. En la
primera se juega por el suicidio del
fiscal y sugiere que la denuncia es una maniobra orquestada por el Grupo
Clarín. En la segunda, apuesta por el homicidio
de Nisman, quien fue engañado para
hacer la denuncia y luego asesinado en el momento oportuno para, así, cargarle
la muerte al gobierno. ¡Ella es la
verdadera víctima!
Como no podía ser de otra manera, la claque de
gobernadores y funcionarios salió
presurosa a sostener esta última carta-Facebook de la presidente. Así
lo hicieron en ese acto entre obsceno y pusilánime en el que denunciaron a los
medios de prensa, a los servicios de inteligencia, a los jueces y fiscales “opositores” (no así a los “oficialistas”) que atacan a Cristina con el objeto de destituirla
porque no toleran todo el bien que ella le hizo al país. Allí estaban en
primera fila los gobernadores Fellner,
Urribarri, Urtubey y, atrás de un florero, Scioli; por supuesto, los
abonados de La Cámpora; también, Landau,
Rossi, Recalde, Fernández y otras gemas
del collar K.
Kamikazes
¿Es que, de repente, descubrieron su vocación de
kamikazes políticos? Se preguntará uno. Para nada. Sucede, más bien, que sus destinos están atados al de Cristina
como a la primera pieza lo están las otras en un efecto “dominó”. La verdadera amenaza viene ahora del Poder Judicial. De los fiscales y jueces que se
potencian ante la opinión pública frente a Cristina
porque han entregado un mártir. Gils
Carbó también está en la mira y del mismo modo los fiscales, para cubrir la retirada. Nadie cree en una maniobra destituyente a
ocho meses de dejar un poder que se cae a pedazos. Si bien el vasallaje K
percibe que “algo huele a podrido en la
Argentina”, ella no. Se comporta como una emperadora con poder vitalicio
mientras Jorge Lanata, como una
telenovela, revela por capítulos las grabaciones de la SIDE que le dejó Nisman. Todos los días tendremos el
espectáculo gratuito donde parientes, amigos, funcionarios, jueces,
empresarios, piqueteros y periodistas afines al kirchnerismo son mostrados en
el trasfondo donde se cocina la política. Son
960 horas de grabaciones telefónicas en manos de uno de los más grandes
maestros del periodismo show.
Retirada en ojotas
La madre de las batallas para el kirchnerismo es por
retener, no ya todo, sino algo del Poder
Judicial. Gils Carbó
intentó un ataque a fondo tratando de imponer sus fiscales. Le fue mal, aunque
no tanto, en el primer escarceo. Más,
parece que los fiscales de Gils Carbó -acostumbrados a los
políticos opositores locales- nunca previeron el efecto demoledor de aquel que
se juega la vida. Grave
error. Alberto Nisman fue un
optimista que creyó que frente nuestra decadencia moral otra Argentina era posible. Y, aunque una golondrina no hace verano, consuela el alma mirar el
cielo y ver volar, entre tanto carancho, una que otra.
NOTA: Las imágenes y destacados no corresponden a la nota
original.
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