miércoles, 28 de enero de 2015

ONTOLOGIA DE LOS ARGENTINOS DE PRINCIPIOS DEL SIGLO XXI

Ensayo breve
Por Eduardo Ramos

Cuando escribo, lo hago con la premisa de jamás exudar resentimiento, ni exhibir angustia victimizante alguna, me resulta -esto último- un recurso vergonzoso muy utilizado especialmente por los mediocres que se tildan de intelectuales y solo constituyen un amasijo de malvados. Pero escribo porque me resulta maravilloso que personas como yo -intelectualmente anémicas- lo hagan en un intento de superación, de crecimiento individual, de aprendizaje que no deja nunca de ser un buen ejemplo. Aclaradas estas tres cuestiones intentaré abordar la cuestión ontológica argentina, empresa titánica y ejercicio que lleva mis posibilidades al borde del precipicio. Para comenzar con la serie de afirmaciones que para muchos podrían resultar temerarias diré, que el argentino es básicamente irracional, emocional, visual, oportunista y personalista. Que carece de inteligencia colectiva que, en su egoísmo nunca colabora con el bien común; al contrario: suma problemas y nunca aporta soluciones; aporta críticas. Como nunca arriesga por su egoísmo y por  ignorar que la mayoría de las veces el miedo es más dañino que el suceso; no logra consolidar valores. Ni bueno ni malo, ni muy varón, ni muy mujer, así llegamos a la tragedia argentina.

Si pensamos que el hombre es un animal mamífero, agresivo, predador fácilmente encontraremos la respuesta a su apetencia permanente a ser visto y escuchado, su tendencia a invisibilizar u ocultar a los otros, de ellos  dirá: no existe, no lo conozco, no sé quién es; especialmente si son competidores y actúan en desmedro de su pretenso protagonismo, de su existencialismo, de su trascendencia. Y si no logra invisibilizar a la competencia procurará desacreditarla con los adjetivos más canallescos posibles.

Bañado en la brea de su ignorancia, el argentino se cree poderoso -en su materialismo que lo esclaviza- sin entender que el poder se gesta en la conducta ética y  también sin saber que la inteligencia se mide con la vara de la humildad, anda por la vida con gesto altivo y la nariz apuntando a las estrellas, como todos mantuviéramos con él una deuda eterna; y vota presupuestos con la mano estirada debajo de la mesa para recibir la coima.

Tanta desconformidad me motoriza y debo expresarla porque el aislamiento es una tortura sutil que permanentemente agrede la mente sin que pueda verse, entonces escribirla la empuja fuera de mi mente, eso es catarsis. Respeto y responsabilidad son las columnas iniciales para levantar el edificio de una nueva República y los principales problemas de los argentinos (me incluyo siempre) son el atraso crónico y la mediocridad… y los miedos egoístas. Volviendo al respeto y a la responsabilidad, quiero agregar que se trata de requisitos excluyentes (con la honestidad no basta, hay que tener coraje) y no de cualidades, en Argentina siempre sobraron los recursos, pero con tristeza debo recordar que también generalmente sobraron ladrones y faltó el coraje para denunciarlos y encerrarlos.

En algunos argentinos de principios del siglo XXI, lo que veo en este quinquenio a punto de finalizar, es su impotencia y su incertidumbre, por allí y por algún súbito “disparador llave” creen visualizar el cambio tan deseado y se ilusionan algunos con que la noche de la República se termine de una buena vez. Decía Ghandi que la felicidad se encuentra cuando lo que uno dice, piensa y hace están en armonía, si Gahndi tenía razón, eso creo, inmediatamente me doy cuenta que los argentinos somos una tropilla de infelices.

Tengo en claro que  en mi década de ausencia se potenciaron los defectos de los argentinos, pero asimismo sé que estos provienen de mucho más atrás, cuando el relativismo comenzó a cuestionar los valores absolutos. ¿Y si en las guerras era válido matar al enemigo, por qué no matar por razones políticas? Si una es la continuación de otra por distintos medios…

Abandonamos al General Don José de San Martín y al Doctor René Favaloro por Maradona y Messi, los semidioses futbolistas encarnan la épica del mundo globalizado. Decía Sartre que el hombre es una posibilidad, yo agregaría: una posibilidad maravillosa o insignificante; ¡quiero creer! Que esta crisis de maldad y estupidez en la que, como decía Alberdi: “La pobreza se vende y la ignorancia se equivoca” precede a una nueva era y como las cosas son lo que somos: cambiemos y luego imaginemos lo que queremos. Este texto ha sido mi visión de la realidad, ello significa que hay otras visiones, que también deben ser escuchadas.

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