Junio 3, 2015 por José
Benegas
DESTRUCCIÓN DE
VALORES
Gramsci y la
“violencia de género”
Argentina es un país
gobernado desde hace 12 años por un grupo que, desde el vamos, tenía en su
haber la desaparición de mil millones de dólares de una provincia. Un
gobernador que llegó a la presidencia favorecido por un presidente provisorio
(Duhalde) para evitar la llegada de Carlos Menem a su tercera presidencia,
había sacado fuera del país ese dinero y nunca más se supo de él. Llegó a
presidente con el 22% de los votos después de que Menem renunciara a participar
en la segunda vuelta electoral. El gobierno de Kirchner, seguido después del de
su mujer, se dedicó a construir un imperio propio al rededor del estado.
Administró el país como si fuera un botín. Para eso se alió a la primitiva
izquierda violenta del peronismo, reavivando juicios de derechos humanos, a
costa de tirar por la borda todo tipo de garantías constitucionales. También
fue apoyado en eso por todo el país “bienpensante”,
porque el valor máximo de la corrección política era estar contra Menem y
Kirchner ofrecía la vuelta al estatismo más acérrimo. Practicó una receta
estrictamente populista para acrecentar su poder. Es decir, la explotación de cualquier
debilidad para legitimar el poder absoluto y la expoliación masiva en favor de
su grupo.
Parte importante del
método político kirchnerista ha sido favorecer al delito. No solo el propio,
sino el común. Instalar jueces que propician que los delincuentes son víctimas
de la sociedad y que luchar contra el delito es luchar contra los pobres. Suena
absurdo para cualquiera, pero esto que acabo de decir es bastante textual, no
se trata de una exageración. Toda protesta por el delito callejero era tomada
por un gran aparato de propaganda como fascismo. El kirchnerismo fue la primera
banda política en tener su propia agrupación de delincuentes en las cárceles,
llamada “Vatayón militante”, así, con
V.
Esto último es
también parte de una metodología gramsciana de destrucción de valores (incluida
la V). No porque detrás haya una utopía socialista, sino el interés de una
banda por tener todo el poder y el control y quedarse con los recursos. Nada
tiene que valer, porque el individuo debe ser sometido a unas condiciones en
las que no pueda confiar en su propio juicio. Eso lo hace fácil de manejar.
Otra parte de la
metodología es la creación y utilización del mito, al que llaman “relato”. Los “derechos humanos” son el mito que incorporaron, bajo el cual justificaron
todo tipo de defraudaciones al fisco. Convirtieron a las Madres de Plaza de
Mayo en una empresa constructora de viviendas y produjeron un desfalco de unos
trescientos millones de dólares. Bonafini al identificarse con los derechos
humanos era intocable. Podía emitir cheques sin fondos que los jueces no se
atrevían a tocarla. Esa era justo el tipo de impunidad que Kirchner vio que
podría lograr subiéndose a la ola izquierdista. Para Kirchner la “ideología” era una cobertura para
robar, como lo es para todos sus seguidores hoy, ninguno de los cuales hace
referencia a ideas, sino sólo conflictos donde ellos son buenos y quienes se
oponen son malos. Es decir, populismo.
Los medios fueron
controlados mediante la pauta oficial, las amenazas y el uso de los organismos
de inteligencia. Durante los primeros años del kirchnerismo la política fue
prohibida de hecho en la televisión abierta y ya promediando su mandato,
también en la televisión por cable. La información se despolitizó como en los
años de gobiernos militares. Solo después de romperse la relación de la banda
de Kirchner con el grupo Clarín, volvió de a poco el periodismo. A partir de
ahí, Kirchner comenzó un plan de conquista cultural comprando personajes de la
farándula para que lo defendieran de cualquier cosa, e incorporando jóvenes sin
escrúpulos con grandes sueldos para realizar trabajos partidarios con dinero
del estado. Armó su propio sistema de propaganda para reemplazar a Clarín. Su
propósito fundamental era denostar a los adversarios para mantener al país en
conflicto permanente. A esto le llamó la propaganda “revalorizar a la política”, aunque era precisamente lo contrario a
lo que habían hecho. Retiraron la política y después la reemplazaron por grupos
de fanáticos que carecen de opinión propia o de ideas. Nada más toman partido
en el momento que se los indica el poder, contra aquellos que les indica el
poder.
Volviendo a la
seguridad, el índice de delitos creció exponencialmente. La policía fue
instruida para no recibir denuncias de modo de manejar las estadísticas. La
sociedad así se mantenía atemorizada y anulada políticamente y entretenida con
los conflictos preparados por el estado. Todo fue reemplazado por peleas de la
farándula decadente.
El populismo requiere
utilizar el resentimiento. El estado es el que pone fin a las “injusticias sociales”. Entonces
mientras a un argentino se lo puede matar en la calle en nombre de la lucha de
clases, nadie puede decirle a otros cosas discriminatorias como hacer alusión a
su peso, estatura etc. El gobierno administrativamente sanciona toda
discriminación de modo estricto, reitero, mientras avala los crímenes. La razón
es que la discriminación alude a actividades antipáticas de la población
pacífica, donde el gobierno puede meterse para dividir. No produce ningún
efecto en el comportamiento antipático, no es lo que le interesa. Sino mantener
disciplinada a la sociedad y acostumbrada a que el gobierno produce las
consignas y la sociedad obedece.
La introducción ha
sido larga para llegar a la cuestión del título, la llamada “violencia de género”. La ley en
cuestión fue sancionada en el año 2009, pero en plena campaña electoral de este
año 2015, el estado ha iniciado una campaña para que en todos los programas de
televisión y radio se convierta en el monotema la llamada “violencia de género” y el “femicidio”[1].
Cualquiera diría siguiendo los medios argentinos que de repente los hombres
se han puesto a matar mujeres y de modo no menos repentino, al gobierno le
empiezan a importar los crímenes. Pero en realidad es todo lo contrario.
Primera aclaración.
El Código Penal argentino sanciona al homicidio, como no podía ser de otra
manera. El homicidio no hace ninguna referencia de género, es sólo el idioma
castellano. Se sancionan del mismo modo las muertes de varones y mujeres. En
segundo lugar, uno de los agravantes del homicidio es la “alevosía”, es decir la debilidad de la víctima aprovechada por el
victimario. No importa si uno u otro son varón y mujer. La alevosía incluye
cualquier evidente desproporción. Con ello abarca también el delito contra los
niños.
La introducción del
género es una forma de colectivizar la responsabilidad e introducir la idea de
que lo importante no es matar sino a quién matar. A su vez expandir la noción
de que los hombres matan a las mujeres y no que determinados individuos son
responsables de actos criminales y como tales deben ser castigados. La
responsabilidad se diluye en un conflicto político general. Así como cuando
matan a alguien en la calle para robarle el reloj, se trata del ejercicio de la
lucha de clases, cuando un hombre mata a una mujer, se trata del conflicto
entre el género masculino, contra el femenino. Se expande una culpa general,
quién no se adose a la campaña también entra en el sector de los sospechosos.
Hay que obedecer, seguir las consignas oficiales y la de cualquiera que grite
desigualdad, de otro modo uno se coloca en el lugar de “feminicida”.
A su vez cuando
empieza a importar si el muerto es varón (instrumento de la lucha de clases) o
mujer (víctima de todo el género masculino), el homicidio en si pierde valor.
Se lo reemplaza por una lucha igual de inventada que la de clases para promover
el resentimiento y el poder del estado. Se reemplaza el problema de justicia
que hay detrás del crimen, por el problema de “igualdad de género” que hay en el programa político oficial. La
destrucción de la justicia como valor que da más protagonista al tirano como
protector.
La ley en si mezcla
los delitos cometidos contra la mujer, que ya tenían recepción legal, con la
igualación forzada, la creación de organismos culpabilizadores que no tienen
nada que ver con la lucha contra el crimen y el otorgamiento de poder a la
mujer que es estigmatizada como débil, con independencia del pensamiento
retrógrado, para que pueda utilizar al estado cada vez que se vea contradicha o
enfrentada sin violencia por un hombre. Los hombres matan a las mujeres porque
no hay igualdad, ese es el mensaje.
La sociedad rendida
no enfrenta nada de esto. El plan es muy eficiente en la destrucción de valores
y el sembrar divisiones creando pequeños déspotas que le van indicando a los
demás cómo deben pensar o comportarse. A su vez la educación enseña a alejarse
de las abstracciones y los significados de las cosas. Parece dar lo mismo
luchar contra la violencia familiar de cualquier tipo, que convertirlo en una
lucha de géneros. Todo tiene que dar lo mismo para que la oveja en lugar de
sentirse esclava se sienta protegida. Quién lo denuncie contará con poco
respaldo. Mi problema es que no lo puedo evitar.
Todo delito debe ser
combatido sin convertirlo en instrumento de objetivos políticos. Esa no es una
lucha colectivista, es la protección del individuo, contra la agresión de otro
individuo o de un grupo.
________________________________
[1]
¿Cómo se denomina al acto
de matar a un bebé de sexo femenino gestándose en el vientre materno?
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