por Ricardo Angoso
@ricardoangoso
Matar moscas a cañonazos es algo
parecido a lo que ha hecho el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, para
atajar los supuestos problemas que se presentaban en la frontera
colombo-venezolana. La brutalidad habitual de Maduro a la hora de enfrentar una
crisis se puso de nuevo de manifiesto y esgrimiendo nuevas conspiraciones,
ahora en clave paramilitar, cerró unilateralmente la frontera, expulsó a miles
de colombianos de una forma ignominiosa, por decirlo de una forma diplomática,
y dio al resto del mundo un espectáculo dantesco nunca visto hasta ahora en el
continente.
A la irracionalidad chulesca,
burda y ordinaria de Maduro, se le vino a unir el consabido carácter negligente
e incompetente del presidente colombiano, Juan Manuel Santos, más conocido como
Juanpa. Respondió tarde, de una forma pusilánime y se mostró tibio y débil
frente al sátrapa de Caracas, quien aprovechando que se encontraba ante un
diplomacia poco rotunda y contundente, personificada por esa canciller de la
eterna sonrisa que es María Ángeles Holguín, aprovechó la ocasión para pescar
en río revuelto y cerrar los límites fronterizos.
Dicen los expertos que Maduro
obró así para desviar la atención de su pueblo
acerca de los verdaderos problemas por los que atraviesa el país, sumido
en la más grave crisis social, política, moral y económica del último medio
siglo. Venezuela se está literalmente hundiendo en un mar de ineficacia,
corrupción, criminalidad, improductividad, escasez de alimentos e inflación. Y
es que Venezuela quizá ya se ha perdido para siempre, no tiene arreglo, pero
esa es otra historia para otro momento. Venezuela tiene elecciones en diciembre
y muchos pronostican que, de ser limpias, la oposición democrática derrotará a
la barbarie chavista. Ojalá.
Diosdado Cabello |
La arremetida de Maduro contra
Colombia tiene más que ver con la delincuencia común y el narcotráfico. A las
luchas conocidas en el interior del régimen entre la Guardia Nacional
Bolivariana y el ejército por el control del tráfico de drogas, el contrabando
de gasolina y los negocios criminales, ahora hay que añadir el malestar y la
tensión que se ha generado en el círculo de Diosdado Cabello por la extradición de dos narcos colombianos
-Gersaín Viáfara y Óscar Hernando Giraldo- a los Estados Unidos, donde podrían
declarar en contra del máximo líder y ofrecer nuevas pistas y pruebas a la
justicia norteamericana de cara a desentrañar la trama venezolana del
narcotráfico, que dicho sea de paso, apunta claramente a la cúpula de Caracas.
Gersaín Viáfara Mina, alias Eliseo o Última sombra y Óscar Hernando Giraldo Gómez |
Cabello puede acabar sus días
como el dictador panameño Manuel Antonio
Noriega, antiguo capo del narcotráfico y urdidor de toda suerte de tramas, que
fue arrestado, procesado y condenado por la justicia norteamericana en su
momento, pero esa posibilidad, cada día más documentada en Estados Unidos, es
también lo que le hace más peligroso: no tiene ya nada que perder y morirá
matando. Cabello nunca abandonará pacíficamente el poder y hará todo lo posible
por mantenerse en el mismo al coste que sea. Solo podría esconderse en la ratonera
de oro de La Habana y, desde luego, ese no es su destino preferido.
LA DIPLOMACIA COLOMBIANA, INCOMPETENTE Y POCO FIRME EN LA DEFENSA DE
SUS CIUDADANOS
María Ángeles Holguín |
Luego está la otra crisis, la de
la diplomacia colombiana. La canciller, María Ángeles Holguín, en vez de
denunciar con vehemencia, firmeza y serenidad las violaciones de los derechos
humanos sufridas por miles de sus compatriotas, prefirió mirar para otro lado,
exhibiendo por enésima vez su sonrisa dentífrica, y ofreciendo la otra mejilla
a su par venezolana en Cartagena, en una rueda de prensa barroca cuando menos y
nada constructiva en términos de resolución de la crisis. En las relaciones
internacionales no se puede estar en misa y repicando al mismo tiempo, sino que
te toca tomar partido, saber de qué lado estás y defender la esfera de
intereses del país que supuestamente tienes que defender, pero nada de eso ha
ocurrido en esta crisis y el papel del tándem Santos-Holguín ha dejado mucho
que desear. Su incompetencia, junto con su escaso conocimiento en la gestión de
los conflictos, ha dejado en una situación de absoluta debilidad e indefensión
a Colombia.
Por no hablar del papelón del
expresidente colombiano Ernesto Samper, ahora Secretario General de Unasur,
quien se ha puesto absolutamente del lado de Maduro y ha defendido abiertamente
las tesis de Caracas acerca de la supuesta intromisión de grupos paramilitares
en los asuntos internos venezolanos. Samper podía haberse callado, pero
nuevamente salió en defensa de una cuadrilla de vulgares rufianes y
delincuentes, como es la mayor parte de los dirigentes venezolanos que comulgan
con las ruedas de molino de la mayor estafa acontecida en este continente en
los últimos veinte años: el socialismo del siglo XXI. Samper, fiel a sus jefes,
ha preferido el embuste a la verdad; la barbarie a la solidaridad con los suyos
La crisis ha vuelto poner sobre
la mesa escasa profesionalidad de la diplomacia colombiana, copada y
caracterizada por la presencia de enchufados, lameculos, aduladores, pelotas y
paniaguados sin mayor mérito que el de ser amigos de la jefa, y la soledad
terrible del presidente Santos en la escena continental, por mucho que él se
empeñe en lo contrario y se piense una suerte de destino en lo universal
elegido para la gloria. Nadie, absolutamente nadie, ha apoyado a Colombia en
esta crisis, la soledad en el panorama internacional de esta nación vuelve a
mostrar a las claras el fracaso de la política exterior colombiana, que el
presidente Santos siempre ha tildado de "exitosa".
Mentira.
Palacio de San Carlos |
Pero las crisis ofrecen grandes
oportunidades para el cambio. Esta auténtica tragedia humanitaria en la
frontera, ya con casi diez mil damnificados y otros millones de colombianos
viviendo con auténtico terror en el interior de una Venezuela agónica y
abatida, vuelve a poner de actualidad la necesidad de articular y vertebrar una
nueva diplomacia para Colombia, conformada por profesionales formados,
instruidos y con conocimiento de los temas. De lo contrario, si el amiguísimo y
la improvisación siguen reinando en el Palacio de San Carlos, la sede de la
Cancillería colombiana, no habrá nada que hacer y el ejecutivo de Bogotá irá de
fracaso en fracaso, como le ha ocurrido en esta crisis.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
No dejar comentarios anónimos. Gracias!