Decía Aristóteles que la demagogia constituye el vicio que
degenera a la democracia, al utilizar la mentira como sistema para conquistar
al pueblo.
El populismo, a su vez, se nutre de la demagogia y es su
moderna y más peligrosa herramienta. Consiste en tener grandes sectores de la
población en la marginalidad o la pobreza.
Y en comprar sus voluntades, mediante dádivas o prebendas.
Tales son los planes sociales, que exigen, como condición, no contar con otros
trabajos formales.
Y, si bien tales planes pueden servir como un beneficio
transitorio para épocas de crisis sociales o económicas, la tendencia del
populismo es transformarlo en permanente.
Como a la pobreza y a la marginalidad. Porque, en su
filosofía perversa, encuentra más fácil comprar con poco a muchos, para
tenerlos sometidos a la dádiva oficial, que generar condiciones genuinas de
trabajo para todos.
A tal facilismo político, netamente oportunista, contribuye,
en gran medida, la falta de educación, que acentúa la pobreza y la marginalidad.
Pero el dilema del populismo sobreviene, cuando tanta
pobreza y marginalidad se suman a la insuficiencia gubernamental y al gasto
público desmedido.
Se genera así estancamiento e inflación y todo resulta más
caro, especialmente para los que menos tienen. Afloran la inseguridad, el
desempleo y la corrupción.
Aparece el flagelo de la droga, estrechamente vinculado a la
corrupción misma. Y aquí es donde el populismo se ve en un dilema de hierro. O
se sincera con tantos a quienes engañó, y rectifica sus prácticas; o persiste
en la falsedad y el engaño, pero cada vez con menos para distribuir y
resultando incapaz de satisfacer las promesas realizadas.
Los recientes hechos en Tucumán exhiben, en su desnudez, la
falacia del populismo en su versión electoral. Pero no es la única.
También los “Qom” en Formosa, las inundaciones bonaerenses,
por falta de obras hidráulicas o la práctica feudal en muchas provincias, son
otras graves muestras de lo mismo.
El dilema del populismo, sin embargo, no controvierte
solamente a sus protagonistas principales: políticos venales y sectores
marginales. Termina por afectar a la sociedad toda.
Y así nuestro país todo, en la crucial hora de los comicios
que se avecinan, enfrenta también una decisión trascendente: elegir de una vez
y ojalá que para siempre, un futuro de seriedad para la Nación y su pueblo,
dentro de una auténtica democracia republicana, ámbito necesario para todo
progreso espiritual o material; o bien continuar con el populismo degradante,
que nos iguala con los países más atrasados e hipoteca nuestro futuro y sobre
todo, el de nuestros hijos.
Es hora, pues, de una reflexión decisiva.
Ricardo R. Balestra
Abogado – Doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales
Master en Economía, Universidad Ludwig II de Baviera
ex Director Nacional de Provincias
ex Director de Inversiones Extranjeras
Diputado Nacional (M.C) (1973-1976 y 1983-1985)
ex Decano de Derecho (UMSA)
ex Director de Doctorado (UMSA)
Presidente
International Law Association, Rama Argentina
Presidente Partido Demócrata de la Ciudad de Buenos Aires
Septiembre, 2015
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