Foto Demian Alday |
La Plata, 21de jun/16
Sr. Magistrado de la
Corte Interamericana de Derechos Humanos, dependiente de la Organización de
Estados Americanos, Dr. Eugenio Raúl Zaffaroni, le ofrezco humildemente mis
disculpas...
Quien escribe estas
líneas no ostenta doctorados honoris causa, premios internacionales ni
reconocimientos masivos de colegas y alumnos de todos los continentes.
Este humilde abogado
se formó con aficionados y principiantes (sus acólitos los llamarían
dinosaurios) del Derecho Penal, tales como Sebastian Soler, Ricardo Nuñez,
Carlos Fontán Balestra, José Peco, Guillermo Ouviña, Carlos Creus, Ricardo
Levene, Jorge Frías Caballero, entre otros, quienes no pudieron ver la luz que
Ud. encontró en su prolífica carrera, que hoy se corona ocupando un sillón en
el máximo Tribunal de Justicia continental.
Debido a mis severas
limitaciones intelectuales nunca pude entender sus sabios postulados respecto
del delito como "creación
política". Respecto del proceso penal como una "farsa de los poderosos", quienes le quitaron a los
particulares el "conflicto"
y la posibilidad de resolverlo entre ellos. Respecto de la cárcel, como una
institución que "no sirve para
nada". Respecto de la situación
del Estado, quien no está "legitimado"
para imponer sanciones. Respecto de la pena como otro "hecho político" para llenar de pobres e indigentes las "agencias" policiales y
penitenciarias, para "saciar"
las ansiedades de las clases dominantes frente a la "sensación de inseguridad"... Entre otras de sus
genialidades.
Pese a mis denodados
esfuerzos, no logré conseguir estampitas de Michel Foucault, de Thomas
Mathiesen, de Nils Christie, de Louk Hulsman, para decorar mi despacho, mí
portafolios, mi agenda y hasta la funda de mi celular... Seguramente, no
concurrí a las tiendas adecuadas.
Debo pedirle perdón,
porque cometí el pecado mortal de sumar mi voto a dos campañas de impugnación a
su candidatura a la CIDH -la primera en
la plataforma "change.org"
y la segunda en la presentación internacional que realizó el foro "Usina de Justicia" al que
pertenezco.
Debo pedirle perdón,
porque dije en innumerables oportunidades que sus teorías son -a mi entender-
pseudo doctrinas berretas que han perturbado severamente el juicio crítico de
los funcionarios que deben impartir Justicia en nuestro país... Evidentemente,
como dicen sus adláteres, no entendí nada!
Debo pedirle perdón,
porque sostuve públicamente que muchos de sus maravillosos fallos fueron
absurdos. Por ejemplo, en el juicio a un encargado de un edificio que forzó a
una niña de 7 años a una “fellatio”,
se adujo que la luz apagada era un atenuante. En otro fallo brillante se
resolvió que un robo a mano armada perpetrado con un arma blanca no es
considerado delito porque “un cuchillo no
es un arma”. En otro de sus iluminados fallos se dictaminó que un auto
estacionado es una "cosa perdida o
abandonada por su dueño" (ya que el propietario no estaba presente) y
por ende el delincuente no habría incurrido en robo, sino en "apropiación indebida".
Podrían citarse más, pero será el último fallo referenciado el posterior al
allanamiento de un laboratorio de droga donde se requisaron elementos
probatorios como balanzas, droga, un molino y los dediles, ocasión en que
dictaminó que aquel no debía ser considerado un local de venta de droga puesto
que no se encontraba en el lugar comprador alguno...
Perdón!!! Me siento
tan avergonzado por no comprender estas genialidades, que me moviliza la idea
de recursar una y otra vez Derecho Penal, Parte General; Derecho Penal, Parte
Especial y Derecho Procesal Penal, y de
comprarme todos sus libros, incluyendo el "Derecho
Penal Militar" -si logro hallarlo- para aprender como un genio puede
cambiar de opinión y, aun así, mantener sus ideales.
Le pido disculpas, oh
Maestro! Ojalá mi limitada inteligencia -algún día- pueda comprender su
sabiduría y su legado...
Dios quiera que pueda
sumarme a la inmensa legión de sus seguidores y adoradores y, finalmente, ver
la luz!
Así sea.
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