Estimada Sra.
Magdalena:
Luego de tantos años,
he llegado a la lamentable e indeclinable decisión de abandonar mi costumbre de
escucharla a través de sus programas de radio. Sé que esto la tendrá
absolutamente sin cuidado, ni siquiera tratará de indagar quién es semejante
impertinente que a Ud. se dirige y qué es lo que quiere transmitirle.
Es por eso que
recurro a este tipo de mecanismo en la esperanza de que tal vez lleguen a Ud.
mis pensamientos.
Estoy sorprendido de
cómo una periodista culta y de amplio bagaje de conocimientos históricos,
jurídicos y políticos, puede mantener una posición de odio y venganza durante
tantas décadas, al punto que le impiden analizar -como correspondería a un
periodista que se tilde de tal- la
verdadera historia argentina del último medio siglo.
Su visceral rechazo a
la teoría de los dos demonios, al original prólogo de Ernesto Sábato en el
Nunca Más, la negación del probado hecho de que vivimos una guerra, iniciada
por las organizaciones terroristas a quienes el Presidente Perón ordenó
aniquilar, en fin, tantas cosas que nos diferencian…
Yo soy un simple
ciudadano pero no estoy en defensa de ninguno de los combatientes, sólo busco
la concordia, y usted es una periodista que toma partido por uno de los bandos.
Qué raro ¿No?
Yo admiro al Dr.
Favaloro quien sentado a su lado en la CONADEP presentó su indeclinable
renuncia al comprobar que sólo se juzgaría a uno de los bandos, justamente el
que, aunque con excesos y abusos reprochables, se dedicó a cumplir la orden de
defender la Patria de los intentos de transformarnos en una Cuba sudamericana o
un satélite de la entonces URSS, ignorando por completo los aberrantes crímenes
de los terroristas vernáculos que, en definitiva, fueron el motivo de la
represión.
Comprendo y
desapruebo los excesos cometidos por ambos bandos enfrentados durante aquella
guerra. Pero pasaron más de tres décadas y muchos argentinos, yo entre ellos,
seguimos esperando que la paz y la concordia se asienten en nuestra Patria. Por el contrario, otros
argentinos, en ancas de espurios negociados o de ciegas posturas, siguen en su
intento de dividirnos en el odio, en la venganza, en la injusticia.
Y me llama la
atención el hecho que ninguno de los periodistas progres Nac & Pop que
tanto abundan en nuestro suelo, se haya dedicado a analizar la aberración
jurídica que consiste en aplicar el Estatuto de Roma en forma retroactiva, pese
a la clara prohibición que, en tal sentido, surge de su propio articulado.
Tampoco escuché a periodista vernáculo alguno alzar la voz intrigado por el
hecho de que, pese a tal aberración jurídica, las querellas por crímenes de
Lesa Humanidad y Genocidio, así como la cárcel sólo se aplique a los
representantes del Estado, o sea las fuerzas armadas y de seguridad, cuando el
propio estatuto aclara que también serán pasibles de ser imputados de tales
delitos los integrantes de las organizaciones terroristas.
No sólo el Estatuto
de Roma, también lo citan con claridad meridiana las distintas decisiones del
Comité Internacional de la Cruz Roja y los Derechos Humanos en el sentido de
que: “El derecho internacional
humanitario, como parte del derecho de la guerra o del derecho de los
conflictos armados, tiende a garantizar a las personas puestas fuera de
combate, o que ya no participan en las hostilidades, una protección y un trato
humano... los convenios humanitarios se aceptan más ampliamente que los
convenios sobre los derechos humanos.”
Y usted vocifera su
negativa a que ancianos octogenarios la quienes se encarceló sin fundamento
jurídico, bajo acusaciones de falsos testigos, con fiscales corruptos y jueces
prevaricadores, lleven una década encarcelados, muchos sin sentencia, habiendo
muerto cientos de ellos por falta de atención médica.
Me extraña señora
Magdalena que su odio continúe intacto. Usted perdió un hijo víctima de un
infarto, yo perdí el mío víctima de la cruel leucemia. Ambos podrían en la
actualidad haber salvado sus vidas gracias a los avances de la medicina, pero
ya es tarde para ellos…
Con esa triste
experiencia no comprendo cómo puede usted seguir guardando odio en sus entrañas
al punto de vibrar negando la excarcelación que les correspondería no sólo por
razones humanitarias, también la ley y la jurisprudencia así lo disponen, pero
nuestros jueces y nuestros funcionarios son rengos y tuertos.
Lo que no soporto es
que también lo sean nuestros periodistas.
Saludo a Ud. atte.
Juan
Manuel Otero
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