"Y es
desfile de fantasmas el pasado
que me espanta, y me anuda la garganta
y me llena de temor". Armando Tagini
que me espanta, y me anuda la garganta
y me llena de temor". Armando Tagini
Más allá del sideral
papelón que protagonizó el Juez Marcelo Martínez de Giorgi al convalidar la
inaudita exigencia de Hebe de Bonafini de ser interrogada en la sede de su
fundación, en lugar de comparecer en Tribunales como cualquier mortal y, de
paso, ser humillado, insultado y desafiado por esa energúmena, la reunión que
mantuvieron Cristina Fernández y Daniel Scioli, tiñó la semana política.
La imagen de ese
encuentro, profusamente distribuida, conmovió al Partido Justicialista, que
está intentando desvergonzadamente desprenderse, cual serpiente, de la piel
kircherista que utilizó durante más de doce años, como antes hiciera con el
menemismo, con el duhaldismo y con tantos otros ismos que los precedieron, tan
pronto éstos fracasaron. Tampoco lo ayudan en esa ciclópea tarea los violentos
episodios periodísticos protagonizados por Guillermo Patotín Moreno en
televisión, o el video que lo muestra rascando el fondo de la olla que él mismo
vació sin misericordia.
Sin embargo, la
fotografía sólo demostró la enorme preocupación que embarga -¡también ella!- el
ánimo de la ex Presidente y del ex Gobernador, de lejos el peor que tuvo la
Provincia de Buenos Aires en toda su historia, unidos sólo por el espanto. Y no
es para menos: la Justicia se acerca a ambos a pasos agigantados. En el caso de
la noble viuda, la actividad del Juez Claudio Bonadío en el affaire del
memorandum con Irán, que irremediablemente la llevará al procesamiento por
traición a la patria y encubrimiento del terrorismo, constituye el hecho más
grave, frente a un mundo tan golpeado por incesantes atentados, ya que la
transformará en un paria internacional.
Por su parte, a don
Lancha lo acechan las investigaciones sobre la inmensa fortuna que construyó,
robando caudales públicos, mientras el territorio que gobernó se hundía en la
miseria y carecía de los servicios públicos más elementales, para no hablar de
las terribles inundaciones que se llevaron la vida de una cantidad aún no
determinada de bonaerenses. Bien podría haberse unido a la foto Anímal
Fernández, hoy nuevamente imputado por similares razones.
Claro que no están
solos; los acompañan los ya innumerables miembros de la asociación ilícita que
saqueó el país, sin dejar en él nada en pie, que están ahora investigados,
detenidos o procesados por esas buenas almas que imperan en Comodoro Py, otros
que tratan con igual desesperación de cambiar de piel, después de tanto tiempo
de resultar cómplices necesarios, por interés o cobardía, del monstruoso
latrocinio.
El kirchnerismo tuvo
un éxito inmenso: hasta verse obligado a entregar el poder, consiguió que la
crisis en la que sumió a la Argentina -infinitamente peor que la del 2001- no
fuera percibida por la ciudadanía; a que lo lograra contribuyó la nueva
administración que, dubitativa, se resistió por meses a informar a la población
en qué estado encontró cada área del Estado y, cuando finalmente lo hizo, fue
mediante un relatorio que no tuvo difusión alguna.
Cuando digo que la
gravedad de la situación que heredó Macri resulta incomparable con el país que
entregó De la Rúa en 2001, me baso en que, en aquél momento, cuando estalló la
convertibilidad después de haberla mantenido con pulmotor y endeudamiento desde
1998, el verdadero sufrimiento correspondió a la clase media ahorrista, ya que
la depresión económica había producido mucho antes el cierre de empresas y la
pérdida de empleo, con la consecuente reducción del consumo. Quedó así ociosa
una gran capacidad industrial y energética; recordemos que, entonces, Argentina
no sólo era autosuficiente en la materia sino que exportaba a los países
vecinos, para lo cual se habían construido y redes de alta tensión gasoductos a
Chile, Brasil y Uruguay. El entonces Presidente, Duhalde, devaluó fuertemente y
comenzó la reactivación apoyada, precisamente, en aquellas capacidades ociosas;
en 2003, cuando don Néstor llegó al poder, ya el país había salido del "infierno" y, además, su
gestión fue beneficiada por el marcado incremento en el precio de nuestras
commodities, en especial la soja.
En cambio hoy, los
abrojos que dejó el pasado siguen prendidos ya que no solamente perdimos el
autoabastecimiento de energía sino que nos hemos convertido en grandes
importadores -todos aquellos conductos debieron invertir el sentido de sus
flujos- y no existe capacidad ociosa industrial por la falta de inversión
productiva y el irracional aumento del consumo, fogoneado por el populismo
kirchnerista. El colmo fue el congelamiento de las tarifas energéticas -gas y
luz- y del agua corriente, una medida demencial que, justificada en 2001, fue
mantenida a rajatabla hasta el final; el calificativo se debe a que a los
subsidios aplicados para evitar el colapso del sistema responden nada menos que
por el 85% del enorme déficit fiscal.
Las bombas que dejó
la gestión anterior explotaron al unísono y, sobre el natural descontento de la
población ante los inevitables ajustes que se ve obligado a realizar el
Gobierno para intentar reencausar la economía y aprovechar la leve brisa
favorable que llega desde el exterior -la situación de Brasil mejorara y hay
una renovada apetencia por los países "emergentes"-
han aparecido algunas serias amenazas al devenir democrático de la República,
con el doble objetivo de desestabilizar a Mauricio Macri y a María Eugenia
Vidal y de generar miedo por las derivaciones carcelarias de los procesos de
corrupción sobre los jerarcas del desfalco.
Lo que vimos la semana
anterior, cuando se quiso llevar a Bonafini a declarar y apareció una pared
humana de delincuentes para impedirlo (¿dónde están los fiscales que debían
imputarlos por encubrimiento?), logró preocupar al Gobierno por las eventuales
derivaciones de la detención de Cristina Kirchner, algo que todos -incluida
ella misma- consideran harto probable. Los mensajes mafiosos que recibió la
Gobernadora pretenden hacerla desistir de la audaz limpieza de la Policía de la
Provincia de Buenos Aires que encaró para desarmar esa gigantesca cueva de
narcotraficantes, proxenetas, empresarios del juego, secuestradores y ladrones
de toda laya.
En estos días, las
organizaciones kirchneristas han retomado la calle con la excusa de protestar
contra las políticas correctivas del desmadre que dejaron sus jefes, y
seguramente éstos no cejarán porque les va en ello la libertad propia, de sus
hijos y las fortunas mal habidas. En el cómputo de asistentes a las marchas -un
caso emblemático fue el día de San Cayetano- sumaron a quienes tienen legítimos
reclamos por la pobreza o la falta de trabajo pero, cuando se tomó conciencia
del fin real y aparecieron pancartas y pañuelos blancos, el número se
transformó en infinitesimal, como ocurrió ayer en Mar del Plata, donde sólo
eran trescientos, aunque por cierto muy agresivos.
Eso confirma que la
ciudadanía está dispuesta a realizar el esfuerzo que se le pide -sobre todo,
porque la alternativa eran Scioli y Anímal- pero, en contrapartida, exige el
fin de la impunidad de los funcionarios, de sus cómplices privados y de los
jueces corruptos. Si no recibe rápidamente señales positivas en esa demanda, la
paciencia se acabará porque le resultará insoportable contemplar el libre
pavoneo de los causantes de tantos males, aunque la responsabilidad sea de toda
la sociedad, que prefirió mirar para otro lado, y votarlos, mientras los
bolsillos estaban artificialmente tranquilos.
Bs.As., 13 Ago 16
Enrique
Guillermo Avogadro
Abogado
E.mail: ega1@avogadro.com.ar
E.mail: ega1avogadro@gmail.com
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