Es una mentira que el
avestruz esconde la cabeza en la arena frente al peligro, pero ha servido este
mito para exponer aquellas actitudes humanas en las que el miedo provoca
conductas estúpidas. Ejemplos sobran y hasta podríamos reírnos -cuando no nos
toca de cerca- de esta fábula zoológica. En términos futbolísticos, que es en
realidad la única materia que nuestro presidente domina, podríamos asimilarla a
“patearla afuera”.
Decir hoy que él no
sabe cuál es el número de desaparecidos, nos muestra un presidente con la
cabeza “en la arena”. Un simple
pedido de informes a sus dos referentes en el gerenciamiento del negocio
denominado “el curro de los derechos
humanos”, Garavano y Avruj, le
hubiera dado, al menos, una cifra aproximada, pero como ésta está muy lejos de
los cinco dígitos prodigiosos, 30.000, el presidente optó por el pueril “no sé”.
Si por casualidad
fuera verdad que el presidente de “todos
los argentinos” no sabe cuántos desaparecieron, cuántos cayeron en
enfrentamientos, cuántos fueron asesinados por sus propios cumpas y cuantos
viven hoy una plácida y tranquila vida en otras latitudes usufructuando los
dineros que recibieron por matar a otros argentinos o por lo menos por haber
justificados esos crímenes deberíamos aceptar que la frase, hoy dejada en el
desván de las mentiras: “se va a acabar
el curro de los derechos humanos” era, simplemente, “fulbito pa’ la gilada”.
El presidente ha
bajado el telón a otro sainete de circo criollo. No le conviene que se menee
mucho este tema porque tampoco él escapa al estigma de los políticos y
periodistas argentinos que aún hoy se les untan de mala manera sus calzones
cuando una “madre” o “abuela” los malmira. Además está
también la tan cacareada apertura global; negarles a los políticos del mundo la
pintoresca costumbre de venir a tirar flores al río para homenajear a la misma
estirpe de mierda que sume a sus países en el terror les quitaría a estos la
posibilidad de mostrarse “progres”,
total a quien les importa, al norte del ecuador, cuantos tipos mató el
terrorismo en estas latitudes.
La demanda de
transparencia con la que el presidente nos aburre desde diciembre pasado no ha
creado, ni siquiera, un clima diáfano en la República, como mucho ésta transita
por una neblina sin luces de posición ni GPS, quizás porque ha quedado sentado
que su banda, ni bien pisó las alfombras del poder, se dio cuenta que en este
país es provechoso no escarbar mucho en cierto tipo de corrupción santificada
por la izquierda.
Ya no quedan dudas
que, más por pavor que por convencimiento, el presidente se ha adscripto al
mágico axioma que formuló el maestro Néstor Kirchner: “la izquierda te da fueros”.
José
Luis Milia
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