jueves, 13 de octubre de 2016

DILEMAS DE LA INDEPENDENCIA

12 de octubre 2016

Francisco Sotelo

El BICENTENARIO de la Independencia, como hace seis años el de la Revolución de Mayo, generaron en el país la inquietud por una visión madura de los dos siglos de vida nacional, más allá de la simbología, las añoranzas escolares y las historietas revisionistas. Entre los muchos trabajos serios sobre la formación del país se cuenta "Los dilemas de la Independencia", presentado en Salta por su autor, Vicente Massot, en el Centro de Estudios Salta, acompañado por Alejo Caro, Alejandro Patrón Costas, Mauricio Ortín, entre otros miembros de esa entidad.


Vicente Massot es doctor en Ciencia Política y profesor titular de Historia en la Universidad Católica Argentina. Director del diario La Nueva Provincia, y autor de libros polémicos como "Matar y Morir. La violencia política en la Argentina (1806-2011)" sus posiciones lo han ubicado en un lugar controversial, para muchos, excesivamente cercano a la visión de la última dictadura.

En "Los dilemas...", Massot no elude la controversia pero el contenido del libro, en toda su extensión, se ajusta a una línea inobjetable, la de mostrar a los próceres de la Independencia como hombres, absolutamente humanos, que construyeron el país en medio de controversias internas y sin tener la visión clara del futuro, un futuro desde el cual hoy analizamos lo que ocurrió como una epopeya.

Eran estadistas, eran ciudadanos del Reino de España, improvisaron campañas militares y fueron concretando, paso a paso, la independencia, el orden y, finalmente, la organización. Massot hace honor a su perfil de intelectual polémico cuando sostiene que "el 25 DE MAYO de 1810 no nació la Patria y el 9 de julio de 1816 no fuimos independientes".

Hay un elemento que puede captar el historiador pero que ignora el divulgador. La narración de lo que hoy vemos como "epopeya" es el resultado del trabajo historiográfico impulsado por Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López. La construcción del "mito de los orígenes" no es una mentira, sino una narración que otorga sentido.

La Independencia aparece pensada en el marco de la crisis de la corona española, como una respuesta a la situación que plantea la usurpación del hermano de Napoleón Bonaparte, y cuando las provincias se encuentran con que cuatro siglos de imperio español no habían dado lugar a una legitimidad alternativa para un caso como ese: tras la farsa de Bayona, el imperio no reconoce a Bonaparte. Massot describe entonces las peripecias de una BUENOS AIRES atribulada, en la que la soberanía ha regresado al pueblo. La discordia en el seno de la Junta de Gobierno tiene su máxima expresión en el enfrentamiento entre Cornelio Saavedra y Mariano Moreno. Las "provincias desunidas de Sudamérica" padecen diferencias de fondo relacionadas con la forma de ejercer el poder ante la "vacatio regis".

La Junta era un gobierno municipal que pretendía erigirse en "hermano mayor" de los otros gobiernos municipales y tomar decisiones, para después hacer consultas. En su libro, Massot pasa revista a una década de dilemas y tensiones, que terminaron concretando una revolución que en sus inicios no aparecía como rupturista, pero que lo fue, y que luego deriva en un largo proceso en que las pulsiones se tensan entre monarquía y república, autonomía o independencia, federalismo y unitarismo. El retorno de Fernando VII al poder, su reivindicación del absolutismo monárquico y el fracaso de la gestión de Belgrano y Sarratea que le proponían una monarquía constitucional decidieron el dilema de la Independencia. "El fatídico año 20, en el que desembocó el proceso independentista, fue el epitome de las luchas civiles nacidas al conjuro de la revolución de Mayo. La disolución del poder central primero y la dictadura rosista después pusieron al descubierto las limitaciones de la élite rioplatense".

El libro se ajusta a una década, pero invita a conocer y aprovechar toda la experiencia histórica, eludiendo el vicio del "anacronismo" que pretende reconstruir e interpretar los hechos con parámetros de la experiencia política del siglo XXI. Invita, además, a pensar en las luchas de aquellos años como un modelo de conflicto entre visiones distintas, de concepciones del Derecho, por encima de las polémicas triviales y las pugnas mezquinas de poder a la que nos hemos habituado.


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