"La probabilidad
de perder en la lucha no debe disuadirnos de apoyar una causa que creemos que
es justa". Abraham Lincoln
El miércoles por la
noche, ese maloliente aguantadero en que se ha convertido el Congreso por obra
y gracia de los representantes que hemos elegido durante años, confirmó la
validez de esa descalificación y dio una nueva prueba de cuánta impunidad se
garantiza en la Argentina a los corruptos; en especial, a aquéllos que
conservan muchas "carpetas"
y pueden transformarse en delatores, comprometiendo tanto a sus mandantes ex
presidentes cuanto a sus cómplices de toda laya, sean gobernadores, intendentes
o empresarios. Con la difusión de la lista de quienes votaron en contra de la
exclusión de la Cámara del máximo operador de los Kirchner, la última esperanza
de condena social se cifra en los votantes, ya que muchos de los "protectores" de ese impar
delincuente se presentarán ahora buscando la reelección.
Por el contrario, la
exposición en que se encontraba obligó a la Sala de feria de la Cámara Federal
de Apelaciones en lo Criminal, integrada por Jorge Ballestero y Eduardo Freiler
(un tipo auténtico: es un ladrón y parece un ladrón), a abstenerse de liberar a
Víctor Manzanares, el eterno contador de los Kirchner y, sobre todo, de
desplazar al Juez Claudio Bonadío de la causa "Los Sauces"; en la medida en que el segundo no tiene
prurito alguno en demostrar su fidelidad a Cristina Fernández y sus personeros,
seguramente esa inacción se debió al prudente disenso del primero, preocupado
por la negativa repercusión que hubiera tenido cualquier otra resolución.
Ahora, la decisión sobre ambos temas deberán adoptarla, ya como Sala I y con el
concurso de Leopoldo Bruglia, al regreso de sus vacaciones; es probable que
entonces los fallos resulten contrarios a los intereses de la mafia que nos
gobernó durante una década.
Para que eso suceda debe tener éxito la concentración del 3 de
agosto; ésta es la última llamada, ya que faltan sólo cinco días y le ruego
extreme la difusión. El lugar elegido hace tiempo está aún en obra, y deberemos
manifestarnos con banderas y velas sobre las calles Talcahuano, Lavalle,
Tucumán, Libertad y, también, sobre la Diagonal Norte, ya que las plazas
propiamente dichas se encuentran valladas.
Allí exigiremos al
Poder Judicial, en las figuras de la Corte Suprema y del Consejo de la
Magistratura, que asuma de una buena vez el papel que la Constitución Nacional
le asigna, y deje de ser el gran encubridor; su conducta durante las últimas
décadas ha convertido a la República, cuya existencia misma se convierte en
imposible sin Justicia, en el hazmerreir del mundo entero, en especial cuando
se la compara con nuestros más cercanos vecinos.
Para morirnos de
vergüenza es suficiente recordar el trámite impreso a causas como el crimen de
Once, los atentados a la Embajada de Israel y la AMIA, la muerte de Alberto
Nisman y el memorándum con Irán, el contrabando de armas a Ecuador y a los
Balcanes (aún condenado, Carlos Menem irá por la reelección), la importación de
chatarra ferroviaria, la privatización y la re-estatización de YPF y Aerolíneas
Argentinas, el "dólar futuro",
Skanska y los gasoductos, IBM y el Banco de la Nación, los desaparecidos fondos
de Santa Cruz, los bolsos del convento, la caja de seguridad de Florencia, la
pesca en el sur y el contrabando de drogas, las rutas pagadas e inexistentes,
los imperios hoteleros, las importaciones de gas, los medicamentos "truchos", la intervención del
INDEC y la falsificación de las estadísticas, Southern Winds y LAFSA, los
diamantes de Angola, las varias valijas de Antonini Wilson, los negociados con
Hugo Chávez y tantos otros casos emblemáticos.
Me resisto a
flagelarlo, querido lector, y por eso no voy a inventariar otra vez qué sucede
en toda la región, salvo en la trágica Venezuela. Mañana mismo, el régimen que
encabeza Nicolás Maduro rezará el responso final por la democracia en su país,
que será enterrada con la "elección"
de una convención constituyente que le permitirá perpetuarse en el poder, sobre
el asesinato de más de cien compatriotas, de miles de presos políticos, de la
hambruna generalizada y de la quiebra de la economía.
La situación interna
ya reviste carácter de genocidio -¿nuestros organismos de derechos humanos
continuarán con su silencio cómplice?- por la falta de alimentos y medicinas, y
además está produciendo una crisis humanitaria en los países fronterizos, como
Colombia y Brasil, por el éxodo de miles de venezolanos que sólo pretenden
sobrevivir.
Pero todo ello no ha
influido sobre el ánimo de la sociedad civil que, con inmenso coraje, sigue
enfrentando pacíficamente, todos los días, la violenta represión del Ejército y
de paramilitares armados por el mismo Gobierno, potenciados por decenas de
miles de "asesores"
cubanos. Además, se ha incluido en los documentos personales de los ciudadanos
un código QR, que permitirá al régimen saber con exactitud cómo votarán, por lo
cual todos los empleados públicos y los beneficiarios de planes sociales
estarán sometidos a una coerción extrema.
La salida final de la
crisis venezolana, que tanto expone la ineficacia de las organizaciones
internacionales -en especial del Mercosur, cuya declaración condenatoria fue
bloqueada por Uruguay y contó con la abstención de Bolivia- es de muy difícil
predicción, y es harto probable que termine en una guerra civil. Las fuerzas
armadas venezolanas, vinculadas al contrabando y el narcotráfico, están
equipadas con los medios de combate más modernos, suministrados y operados por
cubanos, y no tendrán empacho alguno en masacrar a la población puesto que, si
el chavismo perdiera el poder, se cortaría la última posibilidad del comunismo
isleño de sobrevivir.
Describir ese
escenario obliga a pensar en qué hubiera podido pasar en la Argentina si Daniel
Scioli (seguramente ya habría sido desplazado) y Carlos Zannini hubieran
vencido en 2015, acompañados nada menos que por Anímal Fernández y Martín
Sabbatella desde la Provincia de Buenos Aires. Hoy, con seguridad, nuestro país
se hubiera convertido en una réplica de lo que sucede en Venezuela y en México.
Si hoy el kirchnerismo estuviera en el poder, la crisis terminal que legó a su
sucesor -y que éste erróneamente se abstuvo de explicitar- ya habría estallado
y los violentos carteles, como sucede en Rosario y en el Conurbano, estarían
luchando por territorios y monopolios, llenando de cadáveres las calles de todo
el país.
Para comprobarlo
basta con observar la situación en provincias como Formosa, Tucumán, Santiago
del Estero y, en especial, Santa Cruz, gobernadas por verdaderos señores
feudales desde siempre. En todas ellas, campea la más abyecta inmoralidad, se
roba sin tasa ni medida y los narcotraficantes encuentran verdaderos paraísos.
Nefastos personajes como Ricardo Jaime, José López, Julio de Vido y Cristina
Fernández estarían gobernando, mientras "empresarios"
como Lázaro Báez, Cristóbal López, Gerardo Ferreyra (Electroingeniería), los
Eskenazy, o Sergio Spolsky seguirían haciendo de las suyas a costa de todos los
demás.
Por todo eso, para
recuperar la Justicia, hago esta última llamada para el vuelo que saldrá el #3A hacia una Argentina mejor. No lo pierda porque, si lo hace,
deberá preguntarse si no es usted también cómplice.
Bs.As., 29 Jul 17
Enrique
Guillermo Avogadro
Abogado
E.mail: ega1@avogadro.com.ar
E.mail: ega1avogadro@gmail.com
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