Por María Lilia Genta
Dulce
et decorum est pro patria mori
Finalmente nos llega
hoy la noticia más ansiosamente esperada desde hace un año: nuestro submarino ARA San Juan ha sido
hallado en el fondo del mar, no muy lejos de donde se lo buscaba. Algo muy
parecido a lo que ocurrió con un submarino ruso y bastante antes de lo sucedido
con otro norteamericano encontrado cinco años después. La Argentina, queda demostrado una vez más, está dentro de los
estándares internacionales en materia de búsqueda y hallazgo de naves perdidas.
Por
cierto la noticia volvió a poner en el primer plano a los familiares de los
cuarenta y cuatro tripulantes quienes han vuelto a
mostrar que hay dos Argentinas. La “grieta”
entre ellos se fue ahondando cada día más. Un
grupo se dejó captar por el “militante”
de izquierda “progre” que lo arrastró
al odio y al resentimiento llevándolo a comportarse como la familia de
Maldonado. Se trata, en algunos casos, no en todos, de familias que nunca
habían tenido relación con el mar y que, tal vez, carecieron de una noción
cierta respecto de la elección que hicieron sus hijos o esposos al entrar a la
Armada: vida peligrosa si las hay y, sobre todo, si se pertenece a las tropas
de élite como son los submarinistas y los buzos tácticos. Es un honor, ciertamente, formar parte de esa élite pero ello presume
la posibilidad de morir aún en tiempo de paz. No cualquiera integra estos
cuerpos especiales, tiene que merecerlo y a nadie se lo obliga. El que entra, ya lo sabe, elige vivir peligrosamente.
Del otro lado de la “grieta” está el grupo de los que no
gritan, no se exasperan, hablan poco y cuando lo hacen se advierte en ellos el
señorío esencial a los hombres de mar o que, quizás sin serlo, entienden qué es
la vocación del marino y hacen suyas las conmovedoras palabras del Capitán de
Navío Jorge Bergallo, padre del Capitán de Corbeta Jorge Ignacio Bergallo,
segundo comandante del ARA San Juan y que sintetizan la cabal comprensión del
sentido de la vida y de la muerte de su hijo y de todos los que con él
murieron:
“Como
militar me quedo con la parte positiva: estos 44 tipos estaban navegando,
haciendo lo que eligieron hacer y prestando un servicio que el país necesita y
su sacrificio fue póstumo y total […] son un ejemplo para todos, para 44
millones de personas, incluyendo a los marinos y militares, que muchas veces,
perdemos noción de por qué somos lo que somos y de los riesgos que eso implica.
El martirio no se elige, es una gracia concedida, y ellos tienen la gracia de
estar en donde eligieron estar, en el mar, en patrulla eterna, hundidos como
hito, como mojón, como los 300 espartanos”.
Muchos que, al
parecer, han olvidado la sentencia del poeta Horacio con la que encabezamos
esta nota, “dulce y honroso es morir por la Patria”, piensan que esas
familias que no gritan, no insultan, no se mesan los cabellos, no aman a sus
hijos o parientes. Que el mar se
considere la tumba más honorable de un marino resulta casi incomprensible en el
mundo de estos días. Antes, esta idea estaba arraigada hasta en los cantos
populares de nuestra infancia: “el alma la entrego a Dios, el cuerpo al
agua salada”.
Los
cuarenta y cuatro no son víctimas, son héroes. Al
ingresar a la Marina y al integrar, además, sus cuerpos de élite, ellos
eligieron, repito, vivir peligrosamente.
En memoria de los
marinos que fueron amigos de mi padre y tuve ocasión de tratar en mi casa y de
los que luego, fueron y son mis amigos, a los héroes del ARA San Juan: escuetamente gracias por traernos en estos
tiempos turbios un hálito de aire fresco, aire de mar.
NOTA:
Algunas imágenes y los destacados no corresponden a la nota original.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
No dejar comentarios anónimos. Gracias!