Defendió
la guarnición militar de Azul. Fue tomado como rehén por los atacantes para
extorsionar al gobierno democrático de Juan Domingo Perón y canjearlo por
guerrilleros detenidos. Lo mantuvieron cautivo hasta el 19 de noviembre en 1974
cuando fue acribillado. Tenía 46 años, pesaba 35 kilos
Por
Alfredo Serra
Ibarzábal, secuestrado y martirizado durante 10 meses por el ERP |
Esa
noche, la del 19 de enero de 1974, será larga y sangrienta, pero nadie lo sabe
ni lo intuye en la Guarnición Militar de
Azul, provincia de Buenos Aires, a pesar de que los años de plomo ya han
dejado su huella criminal.
Hace
tres meses que gobierna Juan
Domingo Perón: su tercera presidencia.
Como
sombras al amparo de la cerrada oscuridad, más de doscientos hombres rodean el
lugar.
Han
llegado en camiones pintados como los del ejército, vestidos con uniformes
verdes de combate, y cubiertas sus cabezas con cascos parecidos a los reales.
Los
asaltantes a traición, se sabrá después, son de la compañía Héroes de Trelew del ERP (Ejército Revolucionario del
Pueblo).
A
la cabeza, Mario
Roberto Santucho –su creador–, Enrique
Gorriarán Merlo, y Hugo Irurzun.
Primer asesinato: el soldado Daniel
González, de guardia. Entran entre cien y ciento veinte, y
el resto queda afuera, como apoyo.
Objetivo: robar armas, atrapar a un
oficial de alto grado, y tenerlo de rehén para usarlo como una mercadería de
canje.
Copan
sin resistencia la guardia central, varios puestos de vigilancia y el casino de
oficiales, pero en la zona de baterías y en la plaza de armas nadie se deja
sorprender: los reciben con fuego a granel.
En
su casa, enfrente, el jefe del Grupo de Artillería Blindado 1, Jorge Roberto Ibarzábal, al oír los primeros disparos, hace arrojar al piso a
sus tres hijos (Silvia, María José y Roberto), baja las persianas, toma un
revólver, y vestido de civil se une a la defensa de la guarnición.
Al
salir se encuentra con el coronel Camilo
Arturo Gay, jefe de la unidad, cruzan un puente sobre el arroyo Azul, pero
caen en una emboscada fatal. Gay muere de un balazo en la cabeza, y en el
primer asalto cae también Nilda Cazaux,
su mujer.
Pero
a los criminales les queda una presa: Ibarzábal,
secuestrado en el mismo escenario, y moneda de cambio para extorsionar al
gobierno e intercambiarlo por guerrilleros detenidos.
El
cruce de fuego dura toda la noche, y más allá del alba. Gorriarán Merlo, al ver fracasado el plan de tomar la guarnición, huye.
Sin dar aviso a sus compañeros para que se replegaran. Sin temblar ante la
segura muerte de quienes lo obedecen ciegamente. Su lema: ¡Sálvese quien pueda!
No
sorprende: lo mismo hará quince años después, en 1989 y también en plena
democracia, en el asalto
al Regimiento de La Tablada.
Ya
secuestrado, Ibarzábal es un preludio al
martirio de Argentino del Valle Larrabure,
capturado en el intento de copamiento de la Fábrica Militar de Pólvora y
Explosivos, Villa María, Córdoba.
Caerá
prisionero, también del ERP, siete meses más tarde: 10 de agosto de 1974, y soportará 372 días de cautiverio, hasta su
muerte, asesinado y sin ceder nunca ante el pacto ofrecido por sus
carceleros: “Enseñanos a armar bombas y te dejamos en libertad”.
El hecho ocurrió el 19 de enero de 1974, durante la tercera presidencia de Juan Domingo Perón |
Tampoco Ibarzábal ruega por su vida a
lo largo de los diez meses en que es llevado de cárcel en cárcel (de las
llamadas, “del Pueblo”: hoyos
inmundos), maniatado y amordazado la mayor parte del tiempo, y obligado a
escribir cartas a su familia diciendo que “me
tratan bien”.
¿Qué
clase de hombres fueron? Dos hombres valientes, sin traicionar todo lo
aprendido en el Colegio Militar. En especial, “combatir y resistir hasta más
allá del deber”. La absoluta contrapartida de sus verdugos.
Luego
de esos diez meses, el 19 de noviembre
de 1974 a las siete de la tarde y en San Francisco Solano, Quilmes, una
patrulla policial de control de ruta advierte el avance de tres vehículos
sospechosos: dos autos y una camioneta Rastrojero que lleva en su techo un
armario de metal: la última cárcel del cautivo.
La
caravana rompe el cerco a toda velocidad. Empieza la persecución. Estalla un
tiroteo. La camioneta frena. El custodio del armario empuña un arma corta, “y le pegó tres balazos a mi padre, que estaba esposado y con los ojos
vendados”, recordó
ante Claudia Peiró, de Infobae, Silvia Ibarzábal, adolescente en aquella noche
de espanto.
El prisionero muere en el acto. Su
asesino, Sergio Dicovsky, no se resiste: tira su arma y alza los brazos.
Seguramente cuenta con que tendrá el privilegio de los derechos humanos.
Y
no se equivoca. Según Silvia, “el que mató a mi padre figura entre los homenajeados en el Parque de la
Memoria, igual que los asaltantes de otros cuarteles en plena democracia,
como el de Formosa, mientras que las víctimas del terrorismo guerrillero ni
siquiera están registradas oficialmente: más de dos mil”.
En
el mismo relato, recuerda que “dos
guerrilleros, uno de apellido Carrara,
y otro, Altera, atrapados durante
ese infierno, pedían jueces, diputados y periodistas para que le dieran
garantías. Altera acababa de matar al coronel Gay y a su mujer…”.
El cuerpo de Ibarzábal mostraba cada
huella de los diez meses pasados en jaulones, con continuas mudanzas, y sin el
menor cuidado. Pesaba 35 kilos.
Siguieron
etapas no menos sombrías. A pesar de que el ataque a la guarnición duró toda la
noche, y que inmediatamente se pidió el cierre de rutas, la orden no se
cumplió: piedra libre para la fuga de Gorriarán Merlo.
Perón
–que moriría el primer día de julio de 1974– echó a Oscar Bidegain, gobernador de la provincia de Buenos Aires. Cargo:
sospecha de complicidad, con otros funcionarios, en el ataque.
Durante
toda la etapa de su gobierno, los Kirchner ignoraron los homenajes a los caídos
bajo el fuego de las organizaciones guerrilleras. Y tanto Arturo Larrabure,
hijo del coronel martirizado, como Silvia Ibarzábal, siguen
reclamando ante la justicia que esos crímenes sean considerados “de
lesa humanidad”. Hasta hoy, ante oídos sordos.
El
único reconocimiento que recibió Ibarzábal fue su ascenso post mortem a
coronel.
Al
morir, tenía sólo 46 años.
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