viernes, 15 de noviembre de 2019

¡EL SISTEMA HA COLAPSADO!



Buenos Aires, 12 de noviembre de 2019

Sr. Director:

Cuando hablamos de sistema, obviamente nos referimos al sistema democrático que nos gobierna al igual que el de los países de la región. Y cuando decimos que ha colapsado es porque tal afirmación surge casi como una conclusión excluyente de lo que está ocurriendo en varios países de Latinoamérica.


En efecto, por más que a los defensores del sistema les cueste aceptarlo, la raíz del problema no hay duda que está en el mismo sistema. Y esto es así porque el sistema partidocrático en Latinoamérica, es un sistema corrupto que está integrado por políticos corruptos, de ahí que todo lo que se genere a partir de esa situación, estará viciado de corrupción. Lo hemos expresado a través de los años en diferentes cartas de lectores, artículos y libros: vivimos en una democracia corrompida y degenerada. Y afirmamos estos conceptos fundamentados en que la misma no procura el bien común sino la lucha por el poder y el bien del partido y de sus integrantes que terminan todos enriqueciéndose en detrimento del pueblo que es pauperizado socialmente, quedando a la deriva o lo que es peor, en manos de organizaciones sociales que promueven el caos y la liquidación de la nación.

Se me dirá en contra de lo que estoy desarrollando que lo que está ocurriendo hoy en la región es, nada más ni nada menos, que la acción insurreccional de lo que los manuales definen como “Guerra Social” y que la misma nada tiene que ver con el “sacrosanto” sistema democrático, y yo contesto que, en efecto estamos ante acciones insurreccionales de la Guerra Social, pero no es cierto que la democracia corrupta no tenga nada que ver con tal situación… todo lo contrario. La democracia corrompida y degenerada que en lugar de producir Bien Común produce injusticias, desigualdades sociales, enriquecimiento de la clase política, impunidad para los delitos en cargos públicos, una justicia prevaricadora subordinada al poder político que avala, protege y libera a delincuentes terroristas y persigue a las Fuerzas del Orden, políticas inmorales de falsas ideologías, etc., más tarde, o más temprano, terminará colapsando en forma violenta como está ocurriendo en la actualidad. No por nada SS Juan Pablo II nos dijo que, “cuando una democracia se aparta de los valores cristianos, tiende a degenerar hacia el autoritarismo”…


Y dicho esto, muchos son los compatriotas que ante el descalabro general del sistema democrático que se observa en la región, se preguntan: “¿y después de esto qué?”. Y al respecto no son pocos los comunicadores sociales, políticos, intelectuales y gente común que responden con la remanida frase: “de esto se sale con más democracia”… y es así como nos va.

Lo concreto y real es que ha llegado el momento de encontrar la medicación para la enfermedad que el mismo sistema nos ha contagiado. Es el momento de propuestas constructoras, positivas, ya basta de diagnósticos.

Y en tal sentido, recurrimos a la postura oficial de la Iglesia y a su Doctrina Social, que acepta a la democracia como una de las formas de gobierno junto con la aristocracia y la monarquía. Pero nos advierte que no es la única y excluyente aunque el mundo moderno la haya adoptado como tal, y que cada pueblo, por sus características, idiosincrasia, cultura, o simplemente forma de ser, debe encontrar cuál de las formas de gobierno aceptadas como tales, o la combinación de ellas es la que más contribuye a la justicia y el desarrollo del bien común. Una forma de gobierno puede resultar perfecta en un determinado país que privilegia las instituciones y un fracaso en otro donde lo que prima por sobre todas las cosas es el hombre, el conductor, el líder.

Más allá de cuál sea la forma de gobierno elegida, desde el punto de vista ético y moral, la misma debe propender a la justicia y el logro del bien común.

Y en cuanto a la representatividad, resulta oportuno recalcar que rechazamos el concepto de los partidos políticos como único medio de representatividad, proponiendo a ese respecto, un sistema de participación de los cuerpos intermedios que existen entre la familia y el estado, que así asegure un mayor y más genuino grado de participación, que defienda los intereses de todas las estructuras posibles que conforman el cuerpo social y a la vez sirva para controlar, más eficientemente, cualquier intento de corrupción.  


La forma de gobierno tomada de la clasificación Aristotélica, será una combinación de las mismas según los niveles y grados de autoridad. Así podemos decir que la representatividad propuesta comenzará desde abajo (la familia), hacia arriba (el estado), eligiéndose los representantes mediante elección democrática por rama de actividades o asociaciones entre pares que se irán seleccionando según los niveles (barrio, municipio, provincia, región), para conformar finalmente un gran consejo (aristocracia), que finalmente elegirá, otra vez, entre los pares, la máxima autoridad política que encabezará el gobierno (gobierno de uno equivalente a monarquía). Los distintos niveles ejercerán la representación de sus representados quienes también podrán quitarle el mandato si no cumplieran eficientemente con el mismo o hayan cometido algún acto de corrupción.

Sin dudas que estando el hombre en el medio de todo el sistema propuesto y siendo él el objeto principal del mismo, no se puede pretender que este sea un sistema perfecto e incorruptible, pero sí se puede asegurar que, siendo el grado de representatividad algo legítimo y real en el cual participan todos los sectores elegidos por sus propios pares, la corrupción resultará más fácil de controlar. Hemos probado con el liberalismo y el socialismo en sus diferentes variantes… ¿por qué no probar con un verdadero Orden Social Cristiano?

¡Por Dios y por la Patria!

Hugo Reinaldo Abete
Ex Mayor E.A.

NOTA: Las imágenes y destacados no corresponden a la nota original.

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