Con
Perdón de la Palabra
Por
Juan Luis Gallardo 07.02.2020
Es
notable hasta qué punto la manipulación del idioma puede llegar a tergiversar
el sentido de las palabras al inyectarles una carga de mala intención. Los
ejemplos de ello son múltiples pero me reduciré al que es motivo de estas
líneas y que son los términos represión y represores que les sirven de título.
Resulta
en efecto que la sola mención de los mismos provoca en el lector desprevenido
una actitud de rechazo por considerarlos descalificatorios sin más. Y la cosa
no es así.
Reprimir
es una noble actividad que llevan a cabo las fuerzas armadas y de seguridad. La
cual hace incluso a su razón de ser. Reprimen aquéllas a los enemigos externos
de la nación y reprimen éstas a los enemigos internos de la sociedad[1].
Y cuanto más eficaces sean en realizar tales tareas mejor estarán cumpliendo
con su misión.
Sin
embargo, la carga de mala intención efectuada a su respecto llevó a que se
descalifique lisa y llanamente a quienes las llevaron a cabo. Lo cual ha tenido
por consecuencia, entre otras cosas, que el común de la gente acepte como algo
lógico que los represores estén presos.
PENOSA SITUACION
Sobrellevan
aquí esa penosa situación quienes, en su momento, enfrentaron a la subversión
marxista durante los años 70. Y que permanecen presos, imputados como autores
de delitos de lesa humanidad. Muchos sobrellevando una interminable prisión
preventiva y otros en virtud de condenas dictadas con ligereza cuando no
decididamente inicuas. Centenares de ellos han muerto en prisión y otros tienen
su salud seriamente quebrantada.
Se
me podrá objetar que esa gente no está presa por haber combatido a la guerrilla
sino por los métodos que emplearon entonces. Es decir por haber hecho
desaparecer a sus adversarios. Cosa que no siempre fue así. Y que, aunque lo
fuera, contrasta con la suerte corrida por los guerrilleros, que gozan de total
libertad, han desempeñado cargos públicos e, incluso, recibieron elogios por
parte de funcionarios actuales.
Disparidad
de criterios que refleja claramente el hecho de que a los represores se les
imputen delitos imprescriptibles y hayan prescripto los cometidos por
guerrilleros. Por ejemplo, murió en su cama Fray Antonio Puigjané, organizador
y partícipe del asalto al cuartel de La Tablada y del asesinato de Tachito
Somoza en Asunción. Mientras tanto sigue preso el Teniente Coronel Losito, que
comandó a los defensores de Top Malo House en la Guerra de Malvinas.
Tiempo
atrás la misa terminaba con una oración al arcángel San Miguel, en la cual, con
referencia al demonio, se decía: Reprímale Dios pedimos suplicantes. Lo cual
traigo a colación para ratificar hasta qué punto, a veces, reprimir es
necesario y conveniente.
Juan Luis Gallardo
NOTA:
La referencia no corresponde a la nota original.
[1] En 1975 el
gobierno democrático del Partido Justicialista, siendo la Presidente de la
Nación la Sra. María Estela Martínez de Perón, ordenó la intervención de las
FFAA en todo el territorio nacional porque el accionar violento de las
organizaciones político-militares terroristas había superado a las Fuerzas de
Seguridad y Fuerzas Policiales.
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