La
Razón se arrodilla ante la Dictadura Progre
ERIKA
LOPEZ GALLEGO
Alfonso Ussia |
Ayer se supo que La Razón había
censurado un artículo de Alfonso Ussía. La
indignación fue máxima en las redes sociales y ha ido a más al conocerse el
contenido del artículo. Un emotivo homenaje a los cuerpos y fuerzas de
seguridad. ¿Cómo puede ser que algo así haya sido censurado?, se preguntan
muchos. Muy fácil, estamos en la época de la Dictadura Progre y algunos, aunque
se hacen llamar de derechas, no quieren perder el chollo. Este es el artículo de Ussía que ya circula como la pólvora por toda la
red:
SON ELLOS
Por
Alfonso Ussía
Se
lo dijo el General de la UME a los extremeños devastados por las bofetadas de
la naturaleza. «No os preocupéis, porque cuando creáis que no os queda nada,
siempre tendréis a la UME». A la UME, a la Legión, la BRILAT, a la BRIAC, ala
BRIPAC, a la Infantería de Marina, a los intendentes de la PCAMI, a los médicos
y soldados de la BRISAN, a los MOE, a los Infantes, a los Caballeros, a los
Artilleros, a los Ingenieros, a los Marinos, a los Aviadores, y a todos los que
componen ese milagroso conjunto de españoles vocacionalmente dedicados a
distribuir el bien sin pensar en compensaciones económicas. Son ellos, todos
ellos, de Tierra, de Mar y de Aire, entregados a la defensa y el bienestar de
sus compatriotas.
Son
ellos, de una casta diferente. Casta huida de las ambiciones personales, los
enriquecimientos, las ambiciones y los elogios. La Casta de verdad, la de los
españoles que renuncian al oro para darnos el oro de la lealtad, el sacrificio
y la abnegación. Oro macho en los soldados, Oro mujer en las soldados. Cada
año, mayor mengua en presupuestos, y mayor entrega, trabajo y sacrificio para
suplir la disminución de sus posibilidades en beneficio de subvenciones a
chiringuitos, talleres de masturbación, producciones de un cine que no sirve
para nada, golfos de la gorronería, y toda suerte de generosidades con quienes
convierten en asco de estercolero el esfuerzo impositivo de los españoles. Los
medios audiovisuales han invertido más tiempo en recrear una cacerolada
comunista contra el Rey -peronismo y boliviarianismo -, que en elogiar la
insuperable ayuda de las Fuerzas Armadas en un episodio tan trágico como el que
transcurrimos. Y no dedico mi elogio a la ministra de Defensa, Margarita
Robles, del antiguo PSOE, por no perjudicarla, porque entre ella y la ministra
Calviño se compenetra la eficacia y honorabilidad de este Gobierno de España
entregado al comunismo del socio principal y la infecciosa novia del socio
principal, responsables de muchas muertes por la imposición de unas manifestaciones
de lelas entregadas a la demagogia menos presentable. Así de claro.
Son
ellos. Ya desplegados por toda España. Se ocupan de los ancianos, les llevan
víveres, levantan hospitales y campamentos y no pierden ni un minuto de
concentración ni la oportunidad de animar a los que sufren con una sonrisa. No
pierden el tiempo en discursos ni mentiras. Para un militar, la mentira es una
mancha en su uniforme. Si Sánchez vistiera un uniforme militar, de Tierra, de
Mar o de Aire, tendría que llevarlo todos los días a la tintorería para que lo
limpiaran de lamparones y adherencias indeseables. Sucede que los militares no
están para medir de la mentira y la indignidad del Gobierno. Se limitan a
cumplir con su deber y trabajar por sus compatriotas sin mostrar desprecios ni
rencores. Por eso, son ellos la buena Casta. La otra la rechazan sin necesidad
de reconocerlo.
Ya
han fallecido guardias civiles, y ya, muchos militares siguen trabajando a
sabiendas de que se contagiarán en los próximos días. Muchos de ellos han
sobrevivido a peligrosas misiones en el exterior, y saben tratar con
naturalidad la cercanía de la muerte. Cuando todo termine, ellos volverán a sus
unidades orgullosos de su espíritu, como si no hubieran hecho nada. Retornarán
su día a día, su instrucción, la dureza de sus entrenamientos, la búsqueda de
la excelencia en sus deberes, y renovarán su promesa de servir hasta el
agotamiento y la muerte a los españoles, incluidos los que les insultan,
minimizan y rechazan. No dudarían en arriesgar su vida por salvar la del
concejal de la CUP que desea toser en sus rostros para contagiarlos. Dicen los
periodistas a sueldo de sus empresas y el Poder político que «los militares han
tomado las calles de las ciudades y pueblos del país». o siempre regateando el uso
de las tres sílabas que conforman la palabra más bonita de nuestro idioma.
España. Los militares no han tomado ninguna calle han salido de sus unidades,
brigadas y cuarteles cumpliendo una orden. Y lo han hecho sin tomar nada, sino
ocupando las calles de las ciudades y de los puebles que les pertenecen en
igual medida que al resto de los españoles. No para infectarlas, como las
feminazis de Irene Montero, sino para hacerlas respirables, sanas y tranquilas.
Los gobernantes infectan y los militares se juegan la vida para desinfectar lo
que han podrido los gobernantes.
Ellos,
desde su decencia, conforman la Casta de los mejores. Sin pretenderlo, nos dan
la lección de la ejemplaridad cívica. No van a encontrar excesivos elogios
entre los comunicadores destruidos por su sesgo y su desvergüenza. Porque están
destruidos, por millonarios que sean, lo saben y aprovechan los últimos días de
su infectado prestigio. Ellos, los militares, jamás les afearán su conducta.
Trabajan, enferman y mueren con la generosidad seca del deber cumplido. Con
ellos se mantiene la esperanza en España. Por su patriotismo orgulloso. Libres
de la ambición económica y sujetos a la grandeza de su constante servicio. Del
más alto General o Almirante al último soldado recién incorporado: Siempre
gracias, y siempre a vuestras órdenes. A las de todos. Por ellos.
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