Joaquín Morales Solá - LA NACIÓN
El odio es también una enfermedad que no
tiene vacuna ni remedio. Una sociedad enferma de odios tiene forzosamente un
mal pronóstico. Es imposible evitar las consecuencias sociales, tal vez
catastróficas, de esos rencores patológicos. Nadie puede hacer más en contra
del odio, o a favor de él, que los que controlan el gobierno del país. Alberto
Fernández acaba de pronunciarse contra los "odiadores
seriales". Muy bien. Pero ¿cómo andamos por casa? La grieta política, que divide a cerca del
40 por ciento de la sociedad entre unos y otros, es una construcción del
kirchnerismo. La arbitrariedad y la injusticia hacen más profunda esa oquedad.
El Presidente destrató al periodista Diego Leuco (en rigor, retuiteó un mensaje
que aludía a agresiones físicas contra este) porque le hizo dos preguntas
necesarias al jefe de Gabinete, Santiago Cafiero. De la cantera cristinista no
dejan de salir anuncios de nuevas persecuciones contra el periodista Luis
Majul. En los últimos días, se conocieron decisiones que beneficiaron a Lázaro
Báez y a Cristóbal López. Los dos son amigos de los Kirchner (o socios en
algunos casos), a quienes la Justicia investiga por monumentales hechos de
corrupción. La sociedad antikirchnerista
reaccionó en el acto con masivos banderazos y cacerolazos. Los límites de la
paciencia social se agotan.
El
asesinato de Fabián Gutiérrez, exsecretario privado de Cristina Kirchner,
que acusó a la expresidenta como imputado colaborador de la Justicia en la
causa de los cuadernos, reflotó la
existencia de riquezas inexplicables en los círculos que rodearon (y
rodean) al matrimonio Kirchner. La enorme cantidad de propiedades a nombre de
Gutiérrez instaló en la Justicia la sospecha de que el hombre asesinado en el
sur era solo un testaferro del exmatrimonio presidencial. Los Kirchner,
deducen, podían tolerar cierto enriquecimiento de sus allegados, pero no
compras masivas de propiedades inmobiliarias y autos de muy alta gama. Ese
nivel indescriptible de prosperidad económica por parte de sus colaboradores
sería, si fuera auténtico, la confesión
implícita de que les robaban a ellos. Es probable que el fiscal Carlos
Stornelli, que tomó declaración a Gutiérrez y pidió su procesamiento, reclame
en los próximos días la incautación preventiva de todas las propiedades de Gutiérrez.
Si hubiera sido un testaferro, esas propiedades no eran de él, sino del Estado
argentino.
Lázaro Báez volverá a casa, en condición de
preso, porque llevaba más de cuatro años en la cárcel cumpliendo prisión
preventiva. ¿En cuánto tiempo debe cerrarse una investigación? ¿Por qué la Justicia es insoportablemente
lenta en la Argentina? ¿La culpa es de los jueces o del Código Penal, que
permite infinitas chicanas dilatorias por parte de los acusados? Basta una
breve descripción para alcanzar la certeza de que Báez es un producto de la
corrupción. Era un empleado bancario cuando los Kirchner llegaron al poder. Y
era uno de los hombres más ricos del país cuando los Kirchner abandonaron el
poder. Sus negocios fueron siempre con el Estado. Con el Estado kirchnerista y
con nadie más. El 80 por ciento de la obra pública de Santa Cruz cayó en sus
manos en licitaciones amañadas. Santa
Cruz tuvo tanta obra pública como la provincia de Buenos Aires en los años de
los dos Kirchner. La Justicia le incautó propiedades a Báez por valor de
250 millones de dólares. Báez tenía su propia financiera que lo ayudaba a lavar
los dólares de la corrupción. Báez lavaba ese dinero, a su vez, en los hoteles
y edificios de los Kirchner. El viejo amigo de los dos presidentes del kirchnerismo
debió ser condenado hace mucho tiempo. No merece estar en virtual libertad.
Hay causas contra Báez que ni siquiera se
mueven en la Justicia. Una de ellas investiga los créditos que el Banco Nación
le dio, superando todos los límites reglamentarios, al supuesto constructor.
Báez ganaba la licitación de una obra pública, agarraba el certificado y corría
al Banco Nación, que le entregaba en el acto el 20 por ciento del valor de la
obra. El gobierno aumentaba el precio de
la obra inmediatamente después de su adjudicación. Cualquiera es
constructor con semejantes beneficios (y con amigos tan influyentes). Además,
el banco le otorgó préstamos injustificados a Báez para cubrir giros en
descubierto. Gran parte de la fortuna de Báez salió del tesoro del Banco Nación.
El proyecto de moratoria fiscal elaborado
por la administración de Alberto Fernández beneficia a Cristóbal López porque
le permite, como evasor que es, ampararse en esa concesión del Estado a los
morosos. La razón de la moratoria es la caída vertical de la actividad
económica por efecto de la pandemia y la cuarentena, que obligó a muchas
empresas y personas a no pagar sus impuestos. Cristóbal no pagaba desde antes de la gripe A, que abatió a la
sociedad en 2009. Nunca necesitó del actual Covid-19 para incumplir sus
compromisos con la AFIP. El problema del empresario es que no pagaba los
impuestos del Estado que retenía cuando vendía naftas en su compañía Oil Combustibles. Es un delito mucho
más grave que evadir impuestos a las ganancias genuinas. La ley excluía a los
combustibles y el juego, los negocios de López, de los beneficios de una
moratoria; el proyecto de ahora los incluye. Cristóbal podría ganar, pero no
todavía. La AFIP, conducida entonces por Alberto Abad, le inició dos juicios a
López: uno por evasión y el otro por administración fraudulenta. La evasión le
permitiría ingresar en la moratoria. Pero el fraude a la administración pública
se lo impediría. Un interminable juicio oral y público está juzgando el
supuesto delito de López por administración fraudulenta. El juicio no terminó porque la pandemia lo frenó. ¿López es
culpable o es inocente? La sentencia no existe todavía. Y como no hay sentencia
en el juicio por fraude es probable que pueda ingresar a la moratoria como
simple evasor.
Cristóbal
López y su socio, Fabián de Sousa, son ansiosos. De
Sousa inició un juicio penal contra Macri y varios colaboradores suyos porque,
denunció, intentaron sacarles los medios de comunicación que tienen. El caso está en el juzgado de María Servini
de Cubría, quien ya ordenó varias medidas, como el entrecruzamiento de
llamadas telefónicas entre funcionarios y empresarios de aquella época. La
noticia insólita es que De Sousa incluye entre sus denunciados a Abad, el
exdirector de la AFIP que los denunció a él y a López por evasión y fraude.
López y De Sousa no esperaron el final del juicio oral y público para acusar a
Abad. ¿Conocen de antemano, acaso, el resultado del juicio? Según parece, el
destino de Abad no tenía solución buena. O estaba en el juicio de la jueza
Servini o hubiera sido denunciado por incumplimiento de los deberes de
funcionario público. Su misión como titular de la AFIP era cobrar lo que le
debían al Estado. Y López le debía casi 12.000 millones de pesos, dinero que
usó para comprar nuevas empresas. Hasta el departamento jurídico de la actual
AFIP le negó la posibilidad de un acuerdo. El argumento es irónico: una
resolución del gobierno de 2014 (de Cristina Kirchner) prohibió acuerdos con
deudores impositivos que estén siendo enjuiciados por sus deudas con el Estado.
Y López está en un juicio oral y público
por defraudar a la AFIP.
Lázaro Báez estará en su casa. Cristóbal López podría beneficiarse de una moratoria y quiere vengarse de los que le cobraban un dinero que no es de él. El odio es un fuego que alimentan los que mandan.
Por: Joaquín Morales Solá
FUENTE: https://www.lanacion.com.ar/opinion/los-alimentan-odio-nid2395508
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