Domingo, 21 de
febrero de 2016
Hace
exactamente 40 años, el 20 de febrero de 1976, la cúpula de la CGT se reunía
con la presidente María Estela Martínez de Perón, para pedirle la renuncia del
flamante Ministro de Economía Emilio Mondelli, que proponía un duro ajuste
fiscal para frenar la inflación del 200 % anual. Entonces como ahora, no había
soluciones mágicas para curar el despilfarro y Mondelli consciente del déficit
de caja le había pedido al FMI 300 millones de dólares.
Ese día un grupo
armado asesinaba a la nuera del ex presidente Lanusse y moría en las calles de
Mar del Plata el coronel Rafael Reyes en el marco de la guerra contra la
subversión iniciado por el peronismo de izquierda, que el león herbívoro echó
de la Plaza de Mayo con su último rugido.
Victorio Calabró,
Gobernador de la provincia de Buenos Aires y enemigo acérrimo del sindicalista
Lorenzo Miguel, afirmaba que el gobierno de María Estela (Isabelita era su nom
de guerre, no por haberse batido en batallas épicas, sino por haberse exhibido
en cabarets de mala muerte) tenía los días contados y no podía durar más allá
de fin de mes… se equivocaban, duró exactamente hasta el 24 de marzo de 1976.
El 24 de marzo ha sido consagrado como el “Día de la Memoria”, pero para que la
memoria sea válida hay que recordar todo. La memoria parcial no es memoria,
solo es un panfleto.
El Capitán Ingeniero
Don Álvaro Alsogaray afirmó que esta era la crisis más importante del siglo XX
(el Capitán, no había previsto la hiperinflación del ’89 ni la crisis del 2001,
para él solo había que pasar el invierno; después pasaron los otoños, las
primaveras y las devaluaciones de verano) pero que era saludable dejar a que
los políticos resolviesen el problema sin intervención militar -como era el uso
y costumbre en el país desde la década del ’30, donde el Ejército se entrometió
en todos los asuntos, a falta de mejor cosa para distraerse-.
El país se diluía en
una caos institucional, ante la incapacidad de Isabelita, la inercia de Luder,
la presión de gran parte del peronismo, que esperaba los salvasen del papelón
final generado por el mismísimo General convencido, cómo lo había declarado
públicamente, que Isabelita era su mejor discípula, una especie de Pigmalión en
alpargatas, vuelta a la vida con algunos pases mágicos del
mayordomo/ministro/consejero y hombre de confianza José López Rega, alias
“Daniel” (su nombre esotérico), llamado “Lopecito” por el General y conocido
como “el Brujo” por la oposición. Muchos nombres para tan poca cosa.
Hace cuarenta años
zozobraba el gobierno de Isabelita hundida por su propia gente, que se había
involucrado en una feroz batalla entre el peronismo de izquierda y el de
derecha, contagiado por el sindicalismo de los entonces no tan “gordos”, pero
que solo se miran el ombligo persiguiendo el espejismo del distribucionismo a
costa de destruir una economía competitiva y la cultura del esfuerzo y la
responsabilidad.
Con tal de ganar una
elección los peronistas incrementaron el gasto público a niveles insostenibles
cada vez que pudieron (en la década del ’50, en los ’70, en los ’90 y por
último en la “década ganada”) y para disfrazar este gasto feroz recurrieron a
la inflación y en este caso en particular, a la destrucción de los sistemas de
control del Estado y la mentira épica a la que dieron en llamar “relato”.
Hace 70 años era
Evita la encargada de generar un distribucionismo personalizado, el uso de los
recursos del Estado para entregar de mano propia la pelota número 5, la bici,
el ajuar… Y así comprar el voto de los humildes.
Hace 40 años era otra
mujer del General, Isabelita, atosigada por un puesto al que no podría haber
accedido si no fuera por la irresponsable miopía del león herbívoro, la que
distribuyó con tanto caos y descontrol que nadie se percató de lo que
entregaba.
Ahora asistimos a la
fiesta final de un distribucionismo suicida que solo ha sabido ahondar nuestros
vicios culturales.
Para bancar la fiesta
del despilfarro hemos recurrido al endeudamiento externo, al vaciamiento de las
empresas estatales (la deuda total en la década ganada excede los 250.000
millones de dólares), y al impuesto inflacionario que solo genera más pobres –
signo palmario de su fracaso.
¿Cómo podemos salir
de este círculo vicioso? No queda otra que endeudarse a tasas menores al 15 %
que nos cobraba Chávez (¿Se acuerdan?) lograr inversiones (en un país que no
honra sus deudas), generar trabajo (en un país que ha destruido la cultura del
trabaja) y reestructurar el despilfarro paulatinamente para absorber el costo
social sin que estalle el gremialismo sectario, reclamando una porción de una
torta que ya no existe. ¿Qué la inflación de enero fue de 3,6 %? Seguro, ¿con
qué se creen que se pagaron los aguinaldos si las arcas estaban vacías? El
kirchnerismo todos los días le echaba la culpa al “neoliberalismo” de los ’90,
por los males del país 20 años más tarde. Obviamente la culpa de la inflación
¿de quién es? Y lo seguirá siendo por largo tiempo.
Este
gobierno tuvo solo 40 días hábiles, ¿por qué no se dejan de romper los
coquitos? Macri no es ni Fumanchú ni el mago Fa Fa.
Primero no querían
políticas de shock y ahora, ¿el gradualismo los pone nerviosos?
Si el pecado solo
fuese el distribucionismo, uno podría considerarlo un error conceptual, un
discutible procedimiento económico, pero esta gente destruyó todo el sistema de
control para robar a mansalva, como cuatreros. No son ideólogos, son chorros y habrá que castigarlos sin pena y ni
olvido, porque después estos nunca se acuerdan de Isabelita ni de López Rega, y
siempre habrá un distraído que ensalce a Héctor Cámpora y quien regale un
rosario para que rece un ladrón.
Omar
López Mato [1]
Médico y escritor
NOTA:
Las imágenes y destacados no corresponden a la nota original.
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