Por Mauricio Ortín
De repente, según el gobierno nacional, los empresarios y los
“formadores de precios” se despertaron endiablados y con el pie izquierdo, y
cual lobisones en noche de luna llena decidieron, de una, subir locamente los
precios. Rápida de reflejos, la presidente llamó a la población a “cuidar los precios” denunciando a los
especuladores que quieren multiplicar sus ganancias a costilla de los que menos
tienen. Sostuvo, entre otras cosas, que no hay razón de peso para que la yerba
mate, que se produce en la Argentina, aumente de precio. Señaló también,
citando al economista Miguel Bein, que el gobierno y la Argentina sufrieron un
golpe de mercado (del que salieron airosos) y que a los argentinos les llenan
la cabeza.
Una sensación de deja vu
o de “a esta película ya la vi” me
asaltó mientras escuchaba el discurso de Cristina.
Es que la inflación, en los últimos sesenta años, es un fenómeno endémico en la
Argentina. Sus causas, según mi opinión, serían tres. La primera: los argentinos son personas
holgazanas que no cuidan los precios. La segunda: los empresarios argentinos
tienen una predisposición genética a aumentar los precios (primera y segunda se
potencian). Tercera: los gobiernos populistas, en función de “comprar” votos, gastan más de lo que
recaudan con los impuestos y, en consecuencia, cubren el déficit mediante la
maquinita de hacer billetes. La devaluación del
30% significa el incremento en la
misma proporción de la cantidad de dinero circulante, del cual el Estado dispone esa cantidad para adquirir bienes de los
privados. Un Estado 30% más rico implica, necesariamente, que los ciudadanos
(empresarios, obreros, campesinos, etcétera) sean el 30% más pobres. El incremento de los precios es la defensa al asalto estatal a la propiedad privada. De allí que, o la presidente cree que los
argentinos somos imbéciles o la presidente sabe tanto de economía como de
química (H2O debe leerse: hache dos cero: Cristina dixit). Que la yerba mate no deba
aumentar porque se produce totalmente en la Argentina, es un disparate que no
resiste el menor análisis. Primero, porque si no aumenta de precio, éste
automáticamente se retrasa respecto de los otros bienes; segundo y en
consecuencia, los trabajadores de la yerba no recibirán aumento de sus salarios
acorde con el resto de los precios recién incrementados. Además, si el
argumento de la presidente y de los “intelectuales” de Carta Abierta fuera cierto (y no lo que es,
es decir una burrada de antología) el precio de la yerba mate debería
ser el mismo que el
vigente antes del “rodrigazo” del año 1975.
La inflación y las crisis económicas son de responsabilidad casi absoluta
de los políticos debidas a sus pésimas
gestiones de gobierno. Para el kirchnerismo no hay plata ni cosecha que
alcance. Cristina, Néstor y sus cómplices a lo largo de
doce años han destruido moral y económicamente al país. Ahora, cuando la
crisis resulta inocultable, les urge buscar culpables. Como con Clarín no
alcanza, ahora agregan en la picota a
los empresarios e instruyen a “la gilada” a cuidar precios y a repetir
a coro la gansada de que la yerba mate no tiene porqué aumentar.
Juan Bautista Alberdi, el gran pensador argentino, sostenía que frente al Estado ladrón “El
ladrón privado es el más débil de los enemigos que la propiedad reconozca...” Es
necesario estar atentos y cuidar los precios
pero, más importante aún, debemos cuidarnos de ciertos políticos en el poder.
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