mayo 24, 2014
He conocido finalmente el nivel de vida del
legendario Fidel Castro. Siempre supuse que alguna modesta vivienda de
periférico barrio sería su morada permanente, que se desplazaría libre por las
calles de La Habana sin escolta de ningún tipo, feliz de acariciar niños,
alentar jóvenes y deparar con ancianos, me lo imaginaba algún atardecer sentado
en el malecón, tal vez con una caña de pescar, mordisqueando juguetón un
humeante Cohiba, mirando el mar y meditando sobre la existencia humana,
divagando sobre cómo mejorar la vida de los cubanos. Daba por sentado que cada
noche, exhausto luego de cumplir con sus importantes labores en favor de sus
hermanos y de la patria cubana, volvería feliz a su hogar, donde su esposa lo
esperaría con algún Pollo Mayombe cocinado por sus propias manos y luego de
degustar un batido de mamey y agua de coco cenarían como cualquier matrimonio
del mundo, contándose cada uno sus simples cotidianidades.
Nada de eso.
El anticipo del libro “La cara oculta de Fidel
Castro” que ha escrito el Tte. Coronel Juan Reinaldo Sánchez, quien fuera su
guardaespaldas por 17 años, es muy interesante y revelador. Cuenta por ejemplo
que Fidel “nunca ha renunciado al confort del capitalismo ni ha vivido con
austeridad”, detalla también que en la isla de su propiedad -no del partido ni
del Estado- desparrama lujo y fastuosidad por los cuatro rumbos; que en ella
pasa el verano y a ella se traslada en su fabuloso yate privado, nada de
buquebuses ni aliscafos, pedestres embarcaciones en las cuales puede recibir
alguna puteada que nunca falta el desubicado que no entiende el relato, y si no
que lo cuente su alumno Kicillof. No menos interesantes y descriptivas de su
estilo bon vivant resultan las cacerías terrestres y acuáticas que organiza al
estilo de Luis XV, en fin, nada que ver con lo que yo creía. Ningún cubano
conoce sus mansiones ni sus placenteras actividades privadas. Fidel es el
típico vergonzoso, lindante con lo pudibundo.
Espero ansioso la edición del libro para disfrutar
y comprender cómo vive un verdadero comunista.
Y debo confesar que viví equivocado. Luché contra
fantasmas inexistentes y defendí sistemas perimidos. Nunca saqué ventaja
alguna.
¡Qué infeliz!!!!!
No sé cómo no me di cuenta antes. Siempre estuve
en contra de todo régimen comunista, defendí a ultranza el concepto de
propiedad privada pese a no tener donde caerme muerto, también adherí al
respeto de la Constitución, la ley, la justicia distributiva, a defender mis
derechos y respetar absolutamente los derechos de terceros.
Todas boludeces.
Ahora jovato y ya sin tiempo para disfrutarlo,
comprendo que el Comunismo es el súmmum, supera al liberalismo, al capitalismo,
a la socialdemocracia, al Unen, al cristinismo y a cualquier otro esperpento
político. Si no me creen vean al austero hermano Fidel y la vida que lleva
desde que bajó de Sierra Maestra. Si él, que es tan generoso y desprendido, tan
solidario con su pueblo, vive así, no quiero imaginarme cual será el nivel de
los hermanos cubanos. A su lado Carolina de Mónaco es una okupa. Seguramente
vivirán en el placer y la abundancia, felices y en paz…
Y no hablemos de nuestros vernáculos comunistas de
Puerto Madero, esos sí que la pasan bomba y las balas no les entran, jueces y
fiscales les temen y los periodistas independientes que descreen del modelo y
el relato saben lo que les espera por difundir mentiras…
Si hasta un intelectual de los quilates de Víctor
Hugo Morales quien por años fuera defensor de las fuerzas armadas y principios
absolutamente burgueses, el mismo que por años denostó ardientemente al
kirchnerismo -aún se recuerdan sus despiadadas críticas- en quince minutos
(¡sólo 15′!!) de diálogo con el Dr. Kirchner (q.e.p.d.), comprendió el error en
que había vivido, pegó un giro de 180º y de inmediato su vida cambió: el merecido
lujo, los inigualables placeres y los justificados honores son sus compañeros
actuales. Es que el elevado nivel intelectual de Víctor Hugo le permitió en un
instante entender aquello que yo recién ahora descubro.
Y tal vez sea el momento de comprender que
nuestros jóvenes maravillosos se dedicaban a asesinar argentinos inocentes -a
traición y por la espalda- sólo para lograr algún día que los argentinos
sobrevivientes puedan tener el nivel de vida que sólo permite el comunismo. Si
tienen dudas piensen en todos los jerarcas soviéticos que desde la caída de la
URSS andan por el mundo adquiriendo mansiones, clubes de fútbol, hoteles 6
estrellas o yacimientos petrolíferos, viviendo en paraísos terrenales, en fin,
si eso pueden hacer quienes eran simples funcionarios públicos, burócratas de
escritorio, no quiero imaginarme lo que serán las posibilidades del pueblo
trabajador…
Porque el comunismo es el gobierno del pueblo.
¿O me equivoco?
¿Dónde podría afiliarme?
Juan
Manuel Otero
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