26 de mayo de 2014 a la(s) 23:13
OPINION
Debemos recordar las maravillas del nacimiento.
Milagro cargado de premoniciones. Hace 448 años Don Diego de Villarroel, el 31
de Mayo de 1565, fundaba la ciudad de San Miguel de Tucumán, y al mismo tiempo
la provincia, puesto que la ciudad tendría un ámbito sobre la que se extendería
la actividad de sus ciudadanos, fue explícito, claro. Fundó en nombre de la
Santísima Trinidad; de la Virgen María, Madre de Dios; de los Santos Apóstoles
Pedro y Pablo, príncipes de la Iglesia, con una especial mención al Apóstol
Santiago, "luz y espejo de los Españas", referencia que está
imponiéndonos una vocación de Patria; y muy especialmente el fundador nos
ofrece el patronazgo de "El Bien Aventurado Arcángel San Miguel",
capitán de las milicias celestes cuya activa beligerancia con el Demonio debe
servirnos de ejemplo y guía, máxime en tiempos aciagos como el presente.
Villarroel la llama a su ciudad San Miguel de Tucumán y Nueva Tierra de
Promisión. Nos pone ante una promesa, que es la promesa de nosotros nos promete
a la tierra, fecundarla y fructificaría sin exigir la obligación de una
compensación. Hago este homenaje porque la ciudad, síntesis visible y concreta
de la comunidad, lo merece. Y porque nosotros necesitamos recordar, los
orígenes para entender nuestros compromisos actuales. Conocemos este pasado
gracias a los archivos; debemos pues tener en alta estima a esos archivos que
permitirán que siga viva la memoria del nacimiento de nuestra comunidad. Lo
primero que hace el fundador es crear el cabildo, para que la ciudad tuviera
justicia, ya que es impensable una comunidad sin justas relaciones entre sus
integrantes, Y les da a los alcaldes
ordinarios "Send Varas de Justicia con Cruz encima". Nos está
diciendo que lo primero es la justicia, y que la justicia lo ha de tener por
encima a Dios. Y a nadie más que Dios. Traza la plaza de la ciudad y en su
centro hace plantar el poste de la justicia, palo y picota, la pena que se ha
de aplicar a quienes transgredan las justas leyes. Puede pensarse que aludir a
la historia es ocuparse de cosas perdida de épocas que nada tienen que ver con
la actualidad, de vejeces olvidables. Y nos damos que no es así. A través de
los archivos nos llega la voz de don
Diego, el fundador, para recordarnos que puso como prioridad y centro de
nuestra comunidad a la justicia. Justicia que ha de ser libre que primacía sólo
ha de reconocer a Dios Nuestro Señor, y a nosotros, los ciudadanos, nos da de
patrón y guía al arcángel que es el campeón de la lucha por las causas Justas.
Dr. Jorge B. Lobo Aragon
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