Por Fernando Morales
Una vez más, la mística del modelo nacional y popular
acaparó en forma compulsiva las pantallas de TV de los hogares argentinos,
cadena nacional mediante. En esta ocasión, un público heterogéneo compuesto por
empleados públicos especialmente convocados, Madres de Plaza de Mayo,
militantes de La Cámpora, entidades afines y -para que el rejunte sea completo-
complacientes altos mandos militares con rostros sonrientes (sin quedar claro
si por placer o por temor a una agresión inminente).
En esta ocasión, la cita
obedeció a la inauguración del Museo de las Islas Malvinas, un coqueto sector
de la ex ESMA en el que se ha invertido una considerable cantidad de dinero de
todos y todas, no para exponer acerca de la guerra de 1982, sino más bien para
reflejar la historia de las islas, su geografía, fauna y flora y alguna que
otra miscelánea bélica.
Obviamente el
propósito final del emprendimiento es contribuir a afianzar desde lo
audiovisual el relato nacional y popular, pero deberemos reconocerle al
escenógrafo del modelo que, una vez más, ha sacado agua del desierto, haciendo
algo que a nadie se le había ocurrido hacer antes.
Considerando que se
ha emplazado la muestra en el predio de la ex ESMA, tal vez su futuro mediato
esté atado al que le depare a la totalidad de las 16 hectáreas del centro
educativo naval el devenir político y económico del país, ya que el
financiamiento de la memoria, en este caso, está ocasionando severos rojos;
quizá por ello el Gobierno de la Ciudad fue particularmente diligente a la hora
de firmar a libro cerrado la transferencia de los terrenos y edificios a la
Nación.
La inauguración dejó
un sabor amargo no solo en reductos miliares relacionados con el tema
Malvinas; diversas organizaciones
civiles que nuclean a veteranos de guerra manifestaron su pesar por no haber
sido convocados para participar de tan importante acontecimiento. Muchos fueron
también los que se animaron a cuestionar la presencia del imputado
vicepresidente Amado Boudou considerando que su actual situación judicial no se
compadece con lo que significan las islas para el sentir nacional.
Pero sin lugar a
dudas el premio mayor a la hora de confundir las cosas lo aportó la propia
Comandante en jefe de las Fuerzas Armadas (a la que ahora los mandos militares
aplauden como si fueran imberbes militantes olvidando que a los superiores no
se los aplaude, simplemente se los respeta). La primera mandataria exaltó y
ensalzó la figura de 18 jóvenes idealistas de la década del 60 que llevaron
adelante la “travesura” de secuestrar un avión de nuestra línea de bandera
(Aerolíneas Argentinas) y desviarlo a las Islas; para ello no sólo llevaban armas de fuego
sino que además uno se hizo pasar por sacerdote.
Entre eufóricas risas civiles y tibias sonrisas militares,
los presentes en el acto recordaron cómo risueñamente el joven idealista Dardo
Cabo y otro aspirante a prócer libertario se acercaron a la cabina del
comandante del avión y le dijeron “cambie el rumbo; vamos a Malvinas”. Ante la
obvia negativa del comandante –quien no era un pirata inglés sino un aviador
argentino– sin dudarlo. los ídolos de nuestra presidente extrajeron sus armas e
invitaron al comandante a repensar su respuesta …
Nada se oyó en el
discurso presidencial de los riesgos que semejante actitud entrañó para secuestrados,
secuestradores y habitantes de las islas: el avión fue obligado a aterrizar en
el hipódromo, debiendo evitar cables de alta tensión y la maniobra de frenado
de la nave casi fracasa de no ser por la increíble pericia del piloto. Ni que
hablar de lo que costó luego hacerlo despegar para regresar al continente ni de
las peripecias que pasaron los pasajeros durante su estancia involuntaria en
las islas.
También nos ilustró
nuestra máxima autoridad nacional sobre su vivencia personal durante la efímera
recuperación territorial de 1982, pero poco o nada dijo sobre actitudes tal vez
un poco más heroicas que las antes reseñadas y que también fueron
protagonizadas por cientos de civiles movilizados al teatro de operaciones
durante la guerra. Pilotos civiles, marinos mercantes, personal de Correos,
personal de Vialidad, 16 mujeres, sacerdotes, etcétera. Dieciséis marinos
civiles perdieron la vida en lucha desigual, eran torpedos o metralla contra
manos armadas solamente con amor a la Patria. Para ellos ni una palabra, ni un
gesto , ni una sonrisa de agradecimiento por el deber cumplido por parte de ninguno y ninguna en esta ocasión.
Me cuesta resignarme
a semejante injusticia; pienso en tantos marineros italianos y españoles que
con brazos anchos y manos curtidas lloraron de emoción cuando les dijeron a
bordo de sus buques mercantes “vamos a Malvinas”. Me cuesta creer que sistemáticamente desde lo
más alto del poder se exalte lo que debería avergonzarnos y se oculta aquello
que nos debería enorgullecer. Vuelvo a pensar en las “chicas de Malvinas”:
justo esta Presidente -la de la igualdad de género- se esmera en ignorarlas;
parece una contradicción. Me cuesta entender lo que nos pasa.
Comienzo a imaginar
esta columna mientras camino por la céntrica peatonal Florida; ésa de los
manteros que resisten los operativos policiales y municipales contra la venta
clandestina; ésa de los arbolitos voceando su predisposición a comprar o vender
dólares ilegales a metros de los agentes de la ley que lo deberían impedir. Esa
calle famosa por la venta de hardware y software no siempre legal, a precios
módicos. La de los arrebatos que los medios concentrados no difunden y que no
suman por lo tanto a la sensación de inseguridad. La de las vidrieras que
exhiben televisores gigantes saturados de imágenes de un vicepresidente que
pronto entrará al libro Guinness por ser el hombre con la mayor cantidad de
desgraciadas casualidades en la historia universal. Y entonces, en apenas 4
cuadras, comienzo a comprender lo que nos pasa, y por qué nos pasa. Lo que no
me queda claro es si tendremos solución.
FUENTE:
http://opinion.infobae.com/fernando-morales/2014/06/13/heroes-olvidados-y-piratas-destacados/
NOTA:
Las imágenes y destacados no corresponden a la nota original.
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