martes, 10 de junio de 2014

LA NUEVA DICTADURA


Hay quienes de pronto sienten que su seguridad, sus privilegios, inmunidades e impunidades, que parecían eternas, pueden acabarse. Allí, entonces la intención de contar una historia distinta, de decirle a la gente que esto que consiguieron puede terminar. Para ello nada mejor que mentir de manera diversa, tratando de provocar alarma.

Así, Estela de Carlotto se lanzó a contar que es posible que la Argentina sufra nuevamente una dictadura militar. Lo hizo hace más de una semana asegurando que quienes están siendo enjuiciados por delitos de lesa humanidad cometidos durante el último Gobierno de facto "no se arrepienten y, al contrario, prometen repetir la historia".

Es fácil pedir la Luna, lo difícil es conseguirla. Plantear esta falacia, como si fuera un informe categórico y de realización posible, suena a locura o a mentira. Desafortunadamente Carlotto no está loca.

No se necesita mucho para comprender por qué, quien se encaramó en un cargo para el que muchos le discuten la existencia del nieto que reclama, es un personaje nefasto para los derechos humanos. Una de las razones es cómo entregó al actual Gobierno, tanto los principios que dice defender como la estructura formada por las abuelas iniciales. Es lamentable pero no se debe pensar que se dejó usar por el Gobierno, sino que se incorporó a él a cambio de una cuota de poder que utiliza a destajo.

Una cuota de poder que le permitió a su entorno familiar y de amigos ocupar cargos de mediana a gran importancia.

Algo logrado a través de infatigable prepotencia, deliberada pertenencia al relato y exagerada vanidad.

El peligro que ve en el horizonte no es esta historieta absurda de un golpe militar, en un país en el que los militares si no se limitan a pasar desapercibidos o son colaboradores, no existen. Lo que la inquieta en verdad es que pueda llegar a haber un gobierno civil de otra vertiente política y permita que la justicia investigue a quienes han utilizado en su provecho medios y fondos del Estado.

Esta necesidad de "seguir concientizando a la sociedad", que manifiesta la presidente de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, y que según ella trata de "una realidad que nos sigue afectando porque el peligro que existe: esos que están siendo juzgados no se arrepienten y, al contrario, prometen repetir la historia", suena a no querer perder protagonismo.

Esta burda manera de pretender confundir a la gente es lo más alejado de los principios constitucionales y democráticos. Quizá el estrés, la edad o el cansancio, conspiran contra sus ambiciones y eso hace su prédica más loca, incorporando historias como ésta, que aunque sin pies ni cabeza puede confundir a más de un despistado.


La arenga de esta señora no sólo está ajena a la realidad sino que es totalmente mendaz. Como lo podría hacer la mafia ella vende protección.

Un sistema similar al venezolano. Somos la justicia, somos la libertad, entonces no importa que no seamos la democracia, porque si la democracia no somos nosotros no sirve de nada.

Sabemos que están en las antípodas de la democracia y que en su boca esta palabra es utópica, pero también estamos esperanzados a que algo parecido a la democracia vuelva a nuestra tierra y que algo parecido a la justicia se ocupe de todos, también de ella.



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