Hay quienes de pronto
sienten que su seguridad, sus privilegios, inmunidades e impunidades, que
parecían eternas, pueden acabarse. Allí, entonces la intención de contar una
historia distinta, de decirle a la gente que esto que consiguieron puede
terminar. Para ello nada mejor que mentir de manera diversa, tratando de
provocar alarma.
Así, Estela de
Carlotto se lanzó a contar que es posible que la Argentina sufra nuevamente una
dictadura militar. Lo hizo hace más de una semana asegurando que quienes están
siendo enjuiciados por delitos de lesa humanidad cometidos durante el último
Gobierno de facto "no se arrepienten y, al contrario, prometen repetir la
historia".
Es fácil pedir la
Luna, lo difícil es conseguirla. Plantear esta falacia, como si fuera un
informe categórico y de realización posible, suena a locura o a mentira.
Desafortunadamente Carlotto no está loca.
No se necesita mucho
para comprender por qué, quien se encaramó en un cargo para el que muchos le
discuten la existencia del nieto que reclama, es un personaje nefasto para los
derechos humanos. Una de las razones es cómo entregó al actual Gobierno, tanto
los principios que dice defender como la estructura formada por las abuelas
iniciales. Es lamentable pero no se debe pensar que se dejó usar por el
Gobierno, sino que se incorporó a él a cambio de una cuota de poder que utiliza
a destajo.
Una cuota de poder
que le permitió a su entorno familiar y de amigos ocupar cargos de mediana a
gran importancia.
Algo logrado a través
de infatigable prepotencia, deliberada pertenencia al relato y exagerada
vanidad.
El peligro que ve en
el horizonte no es esta historieta absurda de un golpe militar, en un país en
el que los militares si no se limitan a pasar desapercibidos o son
colaboradores, no existen. Lo que la inquieta en verdad es que pueda llegar a
haber un gobierno civil de otra vertiente política y permita que la justicia
investigue a quienes han utilizado en su provecho medios y fondos del Estado.
Esta necesidad de
"seguir concientizando a la sociedad", que manifiesta la presidente
de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, y que según ella trata de "una
realidad que nos sigue afectando porque el peligro que existe: esos que están
siendo juzgados no se arrepienten y, al contrario, prometen repetir la
historia", suena a no querer perder protagonismo.
Esta burda manera de
pretender confundir a la gente es lo más alejado de los principios
constitucionales y democráticos. Quizá el estrés, la edad o el cansancio,
conspiran contra sus ambiciones y eso hace su prédica más loca, incorporando
historias como ésta, que aunque sin pies ni cabeza puede confundir a más de un
despistado.
La arenga de esta
señora no sólo está ajena a la realidad sino que es totalmente mendaz. Como lo
podría hacer la mafia ella vende protección.
Un sistema similar al
venezolano. Somos la justicia, somos la libertad, entonces no importa que no
seamos la democracia, porque si la democracia no somos nosotros no sirve de
nada.
Sabemos que están en
las antípodas de la democracia y que en su boca esta palabra es utópica, pero
también estamos esperanzados a que algo parecido a la democracia vuelva a
nuestra tierra y que algo parecido a la justicia se ocupe de todos, también de
ella.
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